Como toda ciudad portuaria, Barranquilla (Colombia) históricamente le ha dado la espalda al río Magdalena, una corriente de más de 1.500 kilómetros que baja por la cordillera de los Andes para desembocar en el mar Caribe. Si bien su trama urbana se abalcona al río, la denominada Vía 40 ha sido el verdadero límite de la ciudad colombiana. Entre esta carretera y el río, zonas industriales y sitios eriazos sirven como amortiguadores entre ambos bordes.
"Por muchos años tuvimos una paderilla (pared) que nos tapó este espectáculo por 70 años", comentó Alejandro Char, alcalde de Barranquilla, en febrero pasado con motivo de la inauguración del segundo tramo del Malecón del Río, un proyecto urbano que está buscando recuperar la relación de la ciudad con el río que cruza 11 departamentos de Colombia.