Como menciona Francis D. K. Ching en su Manual de dibujo arquitectónico, a comparación de los dibujos ortogonales convencionales -las plantas, los cortes y las vistas-, que permiten representar los proyectos arquitectónicos de manera bidimensional y solo “a través de una serie fragmentada de vistas relacionadas”, los dibujos de vista única, dentro de los cuales se encuentran las axonometrías -también conocidas como perspectivas o proyecciones axonométricas-, permiten ilustrar las tres dimensiones de forma simultánea, incorporando nociones de profundidad y espacialidad en los dibujos técnicos.
Todos sabemos que la arquitectura es un campo complejo que requiere del aporte de muchas áreas para que sea posible. Aunque el diseño es el núcleo de cada proyecto, sin la especificidad técnica, muchos no podrían haber sido lo que conocemos hoy.
En el artículo de esta semana de Metropolis Magazine, la autora Kelly Beamon explora "el simbolismo asociado con los techos inclinados y comparte cómo los arquitectos están reinventando este elemento básico de las casas suburbanas". Según su definición, un techo a dos aguas es una forma de techo clásico, generalmente usado en climas fríos o templados, que se compone de dos planos inclinados y opuestos que se unen para formar la cumbrera. Como una de las soluciones constructivas más emblemáticas de la arquitectura residencial estadounidense, este trabajo pretende analizar cómo se ha reinventado este elemento tradicional en las últimas décadas.
En su libro “El Brutalismo en Arquitectura: ¿Ética o estética?”, Reyner Banham establece el que, según él, fue uno de los momentos claves para definir la raíz semántica del término Brutalismo “existe un hecho arquitectónico indiscutible: la obra de hormigón de Le Corbusier: la Unité d'habitation de Marsella. Y si hay una sencilla fórmula verbal que haya hecho admisible el concepto de Brutalismo en muchos idiomas del mundo occidental consiste en que el propio Le Corbusier describiese esa obra como de «Béton brut» (hormigón en bruto). Término y edificio surgen, pues, conjuntamente”. En su libro, Banham marca como hito histórico la construcción de la Unidad Habitacional y remarca con especial énfasis su condición material. A partir de allí, elhormigón armado en bruto queda definido como el material predilecto de este tipo de arquitectura. Si bien, igualmente, hay cierta indefinición teórica respecto a los límites y alcances del término “brutalista”, hay ciertas constantes sobre sus parámetros estéticos que permiten establecer una línea de análisis relativamente concreta. En estos términos, los edificios pertenecientes al brutalismo se caracterizan por su sinceridad constructiva -mostrando y evidenciando el material que compone la arquitectura, así como su lógica constructiva y estructural- la geometría de sus formas y la aspereza de las superficies.
Son escasos los campos de la cultura y las artes que presentan tantos puntos de contacto con la arquitectura como el cine. Esto no es una novedad y la relación entre ambas disciplinas ya ha sido discutida teóricamente por autores de ambos campos desde principios del siglo XX. También, en relación con la práctica, la arquitectura ya ha intentado incorporar en innumerables intentos los aspectos inmateriales del cine, en la misma medida en que éste ha servido de medio de discusión, representación y denuncia de las cuestiones que le son propias a nuestra profesión.
Un ejemplo interesante de esta superposición disciplinar es la producción del dúo italo-francés Bêka & Lemoine, cuyas películas muestran con una mirada sensible los detalles y simplicidades de la arquitectura y el espacio urbano. Su catálogo visual -compuesto actualmente por 30 títulos, entre largometrajes y mediometrajes- arroja luz sobre la vida cotidiana de diferentes ciudades del mundo, revelando una mirada atenta a los aspectos más triviales de la existencia humana en el ámbito urbano.
Las ciudades están tan arraigadas en la historia de la humanidad que difícilmente nos preguntamos por qué vivimos en ellas o cuál es la razón por la que nos agrupamos en asentamientos urbanos. Ciro Pirondi, arquitecto brasileño, señala que vivimos en ciudades porque nos gusta tener a alguien con quien hablar, mientras que Paulo Mendes da Rocha clasifica la ciudad como "la obra suprema de la arquitectura". La ciudad es el mundo que el hombre construye para sí mismo. Son inmensas construcciones colectivas, palimpsestos, collages de capas de historias, logros, éxitos y fracasos.
La Tierra ha sido principalmente urbana desde 2007. Y se espera que en 2050 el 70% de las personas vivan en ciudades. En los próximos años las megaciudades con más de 10 millones de habitantes se multiplicarán, principalmente en Asia y África, y muchas de ellas se ubican en países aún en desarrollo. Esta proyección despierta una alarma en relación a la sostenibilidad y el cambio climático que catalizan las ciudades. Y, por supuesto, sobre cómo resguardar la calidad de vida de sus habitantes y cómo permitirles prosperar y desarrollarse en contextos que, muchas veces, no son los ideales. ¿Cómo recibirán estos asentamientos urbanos este aumento de población? Si bien sus antiguos centros requerirán cambios y mejoras, sus periferias requerirán el diseño de nuevas viviendas e instalaciones públicas, además de una infraestructura adecuada. ¿Cómo puede este proceso ayudar a que los centros urbanos se vuelvan inteligentes, utilizando la tecnología ya disponible a favor de sus habitantes de forma creativa y eficiente?