
No nos dejarán mentir, los más comprometidos estudiantes de arquitectura, que mientras van pasando los años de aprendizaje, va creciendo adentro un sentimiento rebelde de alzar la voz y tanto expresarnos como movernos de diferentes formas para poder hacer realidad la arquitectura que aprendemos en las escuelas. Y esa chispa se acrecienta más en un país donde su construcción está muy en manos de grupos con intereses privados y no públicos; donde sobretodo, hay mucha desigualdad en medio de tanta diversidad en potencia. Estamos indignados, y eso se está haciendo sentir cada vez más como ciudadanos. Estamos sacudiéndonos de las aulas, buscando el diálogo, marchando más seguido, generando nuevos caminos para intervenir/transformar la realidad social. Y nos damos cuenta, o mejor dicho, recaemos en la natural noción de nuestro rol político desde la arquitectura.