Sí, últimamente hablamos del densificar como una respuesta coherente a cómo las ciudades deberían crecer: densas, compactas y mixtas. Pero… ¿por qué cada uno de nosotros al pensar dónde nos gustaría vivir, se nos viene una imagen a la cabeza de casita en la pradera?
Jardín hacia adelante y jardín hacia atrás. Una verdadera imagen de casita unifamiliar donde siempre sale el sol y somos dueños de un pedacito de suelo. La casa unifamiliar idealizada, sin vecinos, sin co-propietarios. Pensando que así el habitar en una ciudad se vuelve un poco más fácil… hasta que ya no lo es. Porque resulta que pasamos en promedio más de 10 horas de nuestras vidas en la calle. Seamos niños, adolescentes, profesionales, trabajadores ambulantes. Nos movemos diariamente por la ciudad, nos trasladamos y nos vemos enfrentados a este gran huayco urbano que es Lima [1].
Poca movilidad, pocos servicios, pocas plazas, pocos espacios verdes. Al fin y al cabo realmente vivimos en las entrañas de la ciudad y no dentro del refugio que pensábamos. Finalmente, si acumulamos un lote junto a otro, nos encontramos con esto: dispersión, segregación, congestión y depredación de suelo. Lo que los expertos llaman 'urban sprawl'.