La Universidad Politécnica de Madrid, su Escuela de Arquitectura, acaba de hacer un merecido homenaje académico al Catedrático Excmo. Sr. D. Alberto Campo Baeza y he querido unirme a este jubileo justo y necesario con esta reflexión titulada originalmente "Campo Baeza, Fiat Lux" (Hágase la luz).
Estamos tan acostumbrados a ver la luz del día que ya no nos paramos a dar las gracias por esa cotidiana alegría. Los que somos más jóvenes que él, aunque más viejos ya que la sempiterna foto de su cara morena, tranquila y de vida rebosante por sus ojos brillantes, nos hemos acostumbrado a verle siempre ahí, dándonos, cada cierto tiempo, sin agobiar, pues no son muchos sus proyectos, un nuevo frasco de luz que nos trae el aroma de su arte. Y decimos frasco pues muchas veces su poesía se nos ofrece en obras pequeñas, casas que sin embargo recorren las páginas del mundo. Y nosotros, como si fuera un don que merecemos, tampoco nos sentamos a escribir y dar gracias por él y su elixir. ¿Cuántos años pasaron ya, desde aquella escuela de ladrillo y aquel espacio curvo, donde la luz se ordenaba en el pavés y medíamos la escala con un niño? ¿Cuántos años pasaron desde que las ventanas de la casa Turégano se tensaron en el plano, y nos dejaron boquiabiertos con un rayo de luz que cruzaba escalonado? No lo decimos. ¡Tantos!