Los seres humanos somos “máquinas de ver”. Salvo en el caso de aquellos que no cuentan con dicha condición, los ojos son nuestra mayor productora de información. Posteriormente el cerebro de cada cual interpreta dichas imágenes según proceda… No hay que confundir el "mirar", con el acto de "ver" algo. La mirada, respuesta automática y pasiva, debe convertirse en el acto de ver, de procesar todos esos bits de información en algo concreto, tangible. Sherlock Holmes observaba el lóbulo de una oreja con objeto de deducir un parentesco; Proust, el dobladillo de un vestido o la nuca para comprender en profundidad a una mujer… ¿Dónde se oculta el signo? ¿Cómo saber, en una imagen, ya sea verbal, visual o sonora, cuál es la parte significante y cuál el fondo neutro y vacío, el ruido que hay que descartar?
Nuestros ojos son los encargados de captar y embeber dicha información; nuestro cerebro de tratarla y traducirla; pero es la fotografía, más concretamente nuestra cámara, la que consigue retenerla, congelarla en forma de foto, para que una vez nuestros ojos hayan dejado de mirar, comiencen a ver. Como decía Le Corbusier, sencillamente, “hay que ver lo que se mira”.