El término "biofilia" evoca comprensiblemente imágenes de edificios envueltos en vegetación e integrados en paisajes naturales. En el discurso arquitectónico moderno, el concepto se ha asociado con la incorporación de áreas verdes en los entornos construidos, sin embargo, tales aplicaciones representan solo una pequeña parte del verdadero alcance del diseño biofílico. Sin duda, la naturaleza juega un papel central en el diseño biofílico. Sin embargo, su influencia se extiende a estrategias a menudo pasadas por alto que involucran la configuración espacial y el patrón ambiental. La biofilia "invisible" frecuentemente conduce a resultados positivos en la salud de los ocupantes, trabajando con un impacto profundo bajo la superficie.
Según varios estudios recientes, el ruido en las ciudades se ha convertido en un peligro creciente para la salud. El ruido ambiental, es decir, el ruido del tráfico, las actividades industriales o la música amplificada, que llega a los espacios internos, no es simplemente una molestia. Se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, diabetes, demencia y problemas de salud mental. A medida que el mundo se urbaniza, más personas están expuestas a niveles excesivos de ruido. ¿Cómo pueden ayudar el diseño urbano y las estrategias arquitectónicas a prevenir esto?
En un escenario donde la sostenibilidad y la identidad material se convierten en prioridades en la arquitectura, algunos materiales antiguos encuentran nueva vida. El terrazo, cuyos orígenes se remontan al siglo XV, destaca como un ejemplo de cómo la tradición puede impulsar la innovación. La forma moderna tal como la conocemos hoy se originó en Venecia, Italia, en el siglo XV, cuando los trabajadores del mosaico veneciano, buscando aprovechar el mármol sobrante, comenzaron a incorporar estas piezas de gran tamaño en el mortero para crear superficies duraderas y visualmente atractivas para las terrazas alrededor de sus casas. Además de minimizar el desperdicio de materias primas, esto condujo al desarrollo de nuevas técnicas para nivelar superficies, evolucionando desde la fricción manual de piedras hasta el uso de una piedra de afilar pesada y de mango largo conocida como galera.