Las escaleras de acceso que se construyeron con la fuente Carmen Amaya resolvieron en los años 60 el acceso al nuevo Paseo Marítimo de entonces. Sin embargo, con el paso del tiempo este espacio urbano cayó en el olvido y se fue degradando, convirtiéndose en un ámbito marginal, inseguro y abandonado. Tras el deterioro y el carácter marginal del entorno de la fuente Carmen Amaya, el estudio de arquitectura de Lola Domènech planteó al Ayuntamiento la necesidad de una intervención de mejora para recuperar este espacio.
El proyecto de adecuación contaba con dos premisas fundamentales: mejorar la accesibilidad del barrio con el Paseo Marítimo y conservar y mantener la posición de la fuente Carmen Amaya como símbolo emblemático del barrio.
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