La construcción de la Sagrada Familia, aquella inacabada obra maestra de Antoni Gaudí en Barcelona, se había zafado durante sus 134 años de edificación de abordar tres conflictos aún no resueltos: la ausencia de un permiso (contemporáneo) de obra, el no pago de impuestos y la incertidumbre respecto a si finalmente se construirá o no la gran explanada hacia el sureste imaginada por Gaudí, previa expropiación de hasta 3.000 residentes y locatarios, todos vecinos de la Sagrada Familia en la fachada de la Glòria.
En los últimos diez días, los tres problemas han estallado casi simultáneamente, pero vamos por parte. Amargamente molesto por lo que según su criterio es "un proyecto sin planos en nombre de Gaudí", el concejal de Arquitectura, Paisaje Urbano y Patrimonio de Barcelona Daniel Mòdol catalogó a la Sagrada Familia como una “mona de Pascua gigante”.
Sus palabras, difundidas por la prensa hace dos semanas, opacaron una (aprobada) proposición municipal que exigirá a la comisión de seguimiento de las obras del templo "si piensa modificar el planeamiento de los alrededores de la basílica", en un plazo máximo de seis meses. Esto en referencia a la gran explanada diseñada por Gaudi en su plan original, frente a la fachada de la Glòria (entre Mallorca y Aragó): un paseo de 60 metros de ancho que conectaría el templo con la avenida Diagonal.