Cuando me preguntan por qué hace más de seis años viajo a dictar clases a Chiclayo, respondo que es porque considero que el futuro de nuestro país está en ciudades como esta, nodos comerciales y de servicios, que articulan la producción de diferentes pueblos y ciudades con los grandes centros de distribución a escala nacional e internacional.
Chiclayo tiene esa particularidad, por ello me refiero siempre a ella como una “gran plaza”, en el sentido de ser un espacio donde se desarrollan con intensidad intercambios de toda índole, sumando como fortaleza el hecho de ser la puerta de entrada y salida a la sierra y selva norte del país. En lugares como los mercados Modelo y Mochoqueque, desbordados de puestos y carretillas, así como en las veredas de la Avenida Balta o a la salida del Real Plaza, vemos ese gran valor aún en bruto que debe ser el principal motor de desarrollo de la ciudad.