La ventilación tiene dos propósitos principales en una habitación: primero, eliminar los contaminantes y entregar aire limpio. Segundo, satisfacer las necesidades metabólicas de los ocupantes, proporcionando temperaturas agradables (si el tiempo lo permite). Sabemos que los ambientes con ventilación inadecuada pueden generar serios problemas en la salud de las personas y, especialmente en climas cálidos, molestias térmicas. Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que en edificios con buena ventilación y mejor calidad del aire (con menores índices de dióxido de carbono), los ocupantes presentaron un mejor desempeño de sus funciones cognitivas, respuestas más rápidas a situaciones extremas y un mejor razonamiento en actividades estratégicas.
Es claro que la ventilación juega un papel esencial en garantizar la calidad del aire y el confort térmico adecuados en los edificios. Todos lo hemos sentido. Cuando hablamos de ventilación, probablemente pensamos en una ligera brisa que entra por la ventana, que se desplaza a través de nuestro pelo y que trae un aroma agradable y una temperatura refrescante, aportando aire fresco y comodidad. En climas agradables, esta experiencia puede ser una realidad bastante cotidiana. En climas extremos y áreas contaminadas, esto puede ser muy diferente.
La fascinación de Le Corbusier por el automóvil es evidente en los diversos registros fotográficos del arquitecto, en los que posa con orgullo junto a un automóvil frente a su obra arquitectónica. Según el arquitecto franco-suizo, además de permitir una construcción más eficiente y económica, la industrialización de la arquitectura podría constituir la base de mejores resultados estéticos, de la misma manera que el chasis del automóvil moderno apoya el diseño creativo y moderno de su carrocería. Sin embargo, si bien los vehículos han experimentado cambios impresionantes desde la década de 1930, se podría decir que la arquitectura ha tardado más en adoptar los avances de otras industrias.
Pero esto ha ido cambiando poco a poco. Impulsada por preocupaciones en torno a la sostenibilidad, el uso de recursos fósiles no renovables y la eficiencia –junto a la demanda acelerada de construir nuevos edificios e infraestructuras más accesibles–, la industria de la construcción ha estado incorporando una serie de nuevas tecnologías, incluidas aquellas que han sido adoptadas por otras industrias. Además, materiales renovables como la madera se han identificado como un material de construcción ideal, especialmente cuando se incorporan productos innovadores como el CLT y Glulam, métodos y procesos de diseño como BIM y DfMA, herramientas de visualización como VDC, y herramientas de fabricación como el CNC. Sabemos que son muchas siglas, pero trataremos de aclararlas a lo largo de este artículo.
El complejo Unhão, cuya construcción se remonta al siglo XV, consistía en un ingenio azucarero compuesto por una gran casa, una capilla y un cuartel de esclavos, demolido en 1943. Salvador era la principal ciudad brasileña en el momento de su construcción. Por esos años, Brasil era un Colonia portuguesa y la mano de obra se componía principalmente de esclavos, quienes producían el azúcar que se exportaba desde su puerto. El conjunto llamó la atención de la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi desde su primera visita en 1958, momento en el que pasó algunos años trabajando y enseñando en la capital de Bahía. Con la participación decisiva de Lina en la definición del programa y su implementación, los edificios fueron restaurados para albergar el Museo de Arte Popular y la Universidad Popular. Pero de todo el conjunto, el elemento que destaca por su plasticidad, funcionalidad y simbolismo, es la escalera helicoidal de madera.
Uno de los principales gestos de diseño de Paulo Mendes da Rocha en el proyecto de renovación de la Pinacoteca fue crear un nuevo eje de circulación longitudinal en medio del edificio existente, cambiando su acceso principal. Pasarelas metálicas que atraviesan patios interiores cubiertos por tragaluces permiten nuevas posibilidades e integración entre las salas, adaptando un edificio neoclásico a un museo con un programa totalmente contemporáneo.
La capacidad de renovar por completo un espacio, demoliendo elementos o añadiendo nuevas piezas, alterando su funcionalidad y mejorando su ambientación, es uno de los trabajos más admirados de los arquitectos. En la vivienda, esto es aún más evidente, ya que adaptar una vivienda a las exigencias contemporáneas, con un plan bien pensado, puede mejorar la calidad de vida de sus ocupantes.
Los investigadores señalan que los primeros invernaderos surgieron debido al deseo del emperador Tiberio (42 a.C. al 37 d.C.) de comer pepinos todos los días del año. Como era imposible cultivar la verdura en la isla de Capri durante el invierno, sus jardineros desarrollaron camas montadas sobre ruedas que se movían hacia el sol, y en los días de invierno se colocaban bajo una cubierta translúcida de selenita (una variedad de yeso cristalizado con apariencia vidriosa). La producción de invernaderos se hizo posible después de la Revolución Industrial, gracias a la disponibilidad de láminas de vidrio producidas en masa. Desde entonces, se han utilizado para cultivar alimentos y flores, formando un microclima adecuado para especies vegetales incluso en lugares con climas severos. Pero en algunos casos, estas condiciones internas también pueden ser interesantes para crear espacios habitables. La reciente premiación de Lacaton & Vassal vuelve a poner a esta tipología en la palestra. ¿Cómo crear invernaderos que entreguen beneficios a los seres humanos y a las plantas al mismo tiempo?
Junto a las preocupaciones sobre temas relacionados con nuestro medio ambiente, surgen movimientos, nuevas palabras, conceptos y términos, que nos obligan a estar siempre actualizados. La propia palabra sustentabilidad enfrentó cierta resistencia hasta que se incorporó al vocabulario, siendo ampliamente utilizada en los contextos más diversos. Hoy en día se habla mucho de Economía Circular, Resiliencia, 4 R, minería urbana, entre otros. Además, hay movimientos que se incorporan a través de otros medios, evidenciando la transversalidad de estos temas. Uno de ellos es el de Materiales a 0 Km, que ha aparecido en algunos proyectos y manifiestos recientes.
Paulo Mendes da Rocha suele decir que la función de la arquitectura no es más que "apoyar la imprevisibilidad de la vida". Los espacios apoyan la vida cotidiana, los encuentros, el paisaje, el arte. Son algo así como un marco, habitualmente considerado como un elemento de soporte para una obra de arte, ya que resalta y dirige la mirada del espectador hacia el objeto principal. La frase del arquitecto brasileño encaja bien con las soluciones de Lacaton & Vassal. El galardón a la pareja francesa plantea algunas preguntas sobre qué tan acertadas son sus elecciones para la situación actual en el mundo. Esto incluye su filosofía de trabajo, sus soluciones de diseño y la paleta de materiales generalmente adoptada.
La altura del techo de un espacio influye en gran parte en nuestra percepción del mismo. Generalmente, los códigos de construcción locales definen las dimensiones mínimas, que se calculan para proporcionar una calidad de vida adecuada en el ambiente. Pero la altura exacta de los techos suele estar definida por la dimensión de los materiales que componen el edificio, la altura de las losas o, incluso, por el cálculo de las dimensiones de los escalones. Es común que, con la densificación de las ciudades y con el objetivo de aumentar la rentabilidad, los desarrolladores opten por crear techos mínimos en casas y oficinas, reduciendo los costos de construcción. Por otro lado, en arquitecturas más antiguas se observan techos más generosos, que generalmente permiten un mayor grado de libertad de diseño. Entonces, ¿cómo aprovechar al máximo estos espacios?
Posiblemente, los edificios industriales sean los que mejor ejemplifiquen la famosa frase de Louis Sullivan: la forma sigue a la función. Generalmente son edificios funcionales, eficientes, rápidos de construir y sin ornamentos. Por eso, al estudiar el patrimonio industrial de las ciudades y países, somos capaces de comprender los materiales, tecnologías y tradiciones constructivas locales de cada época, además de recordar el pasado de la industria. Rápidamente rememoramos las fábricas de ladrillos rojos en Inglaterra, así como los tragaluces utilizados para proporcionar luz natural a las fábricas y muchas otras soluciones típicas. Las estructuras metálicas y prefabricadas de hormigón son actualmente las más utilizadas debido a la combinación de eficiencia constructiva, costo y posibilidad de crear grandes vanos. Generalmente, estos galpones industriales también se caracterizan por ser extremadamente fríos e impersonales, además de tener una huella de carbono considerable. Pero la experiencia de Canadá en los últimos años es notable. En este país, los edificios de madera para programas industriales son cada vez más aceptados.
Hay dos razones principales por las que las ventanas de los barcos son redondas. Son más fáciles de sellar y, sobre todo, son más resistentes a la alta presión que ejerce el agua sobre ellas. Esto se debe a que las esquinas son los lugares donde, naturalmente, se concentran las tensiones, debilitando la estructura en su conjunto. Es también por eso que las ventanas de los aviones son pequeñas y redondeadas; las altas presiones se distribuyen en las formas curvas, reduciendo la probabilidad de grietas o roturas.
En la arquitectura, las aberturas circulares son bastante antiguas. El Oculus ha sido una característica de la arquitectura clásica desde el siglo XVI. También conocido con la expresión francesa oeil de boeuf (u ojo de buey), las aberturas circulares o semicirculares se forman a partir de la construcción de arcos de mampostería, que permiten la creación de aberturas y la formación de vanos solo mediante el cierre de las piezas. Con el paso del tiempo y la incorporación de nuevas tecnologías y conocimientos constructivos, crear aberturas rectangulares en edificios comunes se ha vuelto más sencillo, racional y económico que los redondos. Aún así, continúan figurando en una multitud de proyectos.
En la Bienal de Arquitectura de Venecia 2016, el curador Alejandro Aravena decidió reutilizar 100 toneladas de materiales descartados por la Bienal de Arte anterior para configurar el ambiente de las salas de exhibición. Además de reutilizar 10.000 m2 de placas de yeso y 14 km de estructuras metálicas, la iniciativa pretendía poner en valor, a través del diseño, algo que se desecharía como residuo. Y, sobre todo, permitió sacar a la luz una segunda observación: como arquitectos, generalmente nos limitamos a pensar en nuestros edificios durante el diseño, la construcción y, como máximo, en cómo sus partes resistirán el paso del tiempo. Difícilmente pensamos en qué será de ellos cuando sean demolidos, al final de su vida útil, y esto es algo que, con urgencia, debe entrar en el debate.
Todos los que alguna vez han construido algo; un modelo, una pajarera o un mueble pequeño, tienen una idea clara de la cantidad de cosas que pueden salir mal durante el proceso. Un tornillo difícil de apretar hasta el final, una tabla de madera deformada, una falta de atención o un error de cálculo que puede frustrar los planes de la noche a la mañana. Cuando transportamos esto a la escala de un edificio, con innumerables procesos y diferentes personas involucradas, sabemos lo complejo que puede llegar a ser una obra y cuántas cosas pueden salirse de control, aumentando los tiempos y demandando aún más recursos. Y si hablamos de un edificio que necesita flotar, ser autosuficiente, y completamente reutilizado una vez cumplida su vida útil. ¿Puedes imaginar los desafíos técnicos de construir algo como esto?
Metafóricamente, construir puentes equivale a crear nuevas oportunidades, conexiones y caminos. Los primeros puentes posiblemente surgieron de forma natural con la caída de troncos sobre ríos o depresiones naturales, y el ser humano ha estado construyendo estructuras rudimentarias para superar obstáculos desde la prehistoria. Los avances tecnológicos han hecho posible la construcción de puentes impresionantes y esculturales, que juegan un papel clave en la conectividad. Ya que habitualmente necesitan superar grandes vanos, con pocas posibilidades de soporte, estructurarlos no es una tarea tan sencilla. Sin embargo, ¿qué pasa cuándo, más que una conexión entre dos puntos, el puente es también un edificio con un programa complejo? ¿Cómo se puede estructurar?
A través de las formas, los colores y, principalmente, los elementos de la fachada, muchos arquitectos han buscado agregar una sensación de movimiento a sus obras, a pesar de ser esencialmente estáticas. Santiago Calatrava, Jean Nouvel y Frank Gehry son algunos de los maestros que logran dotar de dinamismo a estructuras inamovibles, destacando en medio de su contexto a través de artificios formales traídos desde las artes plásticas. Pero también hay ocasiones en que por motivos estéticos o funcionales los arquitectos optan por estructuras móviles que pueden aportan enormes beneficios a la obra construida.
En las películas distópicas, es común que el cielo esté rodeado por una espesa niebla, bloqueando los rayos del sol y creando una atmósfera oscura. Ya sea en los episodios de Blade Runner o Black Mirror, la falta de sol representa un futuro que no nos gustaría vivir. El sol proporciona calor al planeta Tierra y es una gran fuente de energía luminosa, fundamental para la supervivencia de muchos seres vivos. Podemos generar electricidad a partir del sol y hasta el momento aprovechamos solo una fracción de lo que nos puede proporcionar. La luz solar también regula nuestro ciclo circadiano, afectando nuestra energía y nuestro estado de ánimo. Pero los recientes incendios forestales y la contaminación industrial en algunas ciudades ya han hecho que estos escenarios sean mucho más comunes, privando del sol a una buena parte de sus habitantes. Mientras vivimos una trama que pocos autores de ciencia ficción podrían haber predicho, con la pandemia del Covid-19 han surgido tecnologías y diferentes soluciones para intentar contener la propagación de estos enemigos invisibles. ¿Puede el sol, o específicamente la radiación ultravioleta, matar virus y bacterias? ¿Y es efectivo para enfrentar el Coronavirus?
El medio ambiente acuático siempre ha fascinado a soñadores e investigadores. Alrededor de 1960, en medio de la feroz guerra espacial de la Guerra Fría, el explorador francés Jacques Cousteau desarrolló un equipo para desentrañar las profundidades del mar –como el Aqualung–, que permaneció tanto o más inexplorado que el propio espacio exterior. Él llegó a afirmar que en 10 años podríamos ocupar el fondo marino como "aquanautas", donde sería posible pasar largas temporadas, extrayendo recursos minerales e incluso cultivando alimentos. Sesenta años después, el lecho marino todavía está reservado para unos pocos, y la humanidad se ha preocupado más por las enormes cantidades de plástico en los océanos y el aumento del nivel del mar debido al calentamiento global. Pero estar cerca de una masa de agua sigue fascinando a la mayoría de las personas. Ya sea por interés o por la necesidad de ganar espacio en ciudades en riesgo de inundaciones o demasiado pobladas, en el archivo de proyectos de ArchDaily se han presentado propuestas utópicas e interesantes ejemplos de arquitectura flotante. Pero, ¿cuáles son las diferencias fundamentales entre construir casas en tierra firme y casas en el agua, y cómo evitar que estos edificios se hundan?
Los programas de cocina nunca han sido tan populares en el mundo. Ya sean de recetas, reality shows o documentales, el escritor Michael Pollan señala que no es raro pasar más tiempo mirando este tipo de programas que preparando nuestra propia comida. Este es un fenómeno curioso, ya que únicamente podemos imaginar los olores y sabores del otro lado de la pantalla, como habitualmente nos recuerdan los presentadores. Al mismo tiempo, cuando vemos algo sobre la Edad Media, los ríos contaminados o desastres nucleares, nos sentimos aliviados de que todavía no exista la tecnología que transmita olores a través de la pantalla. De hecho, cuando se trata de olores (y más concretamente de los malos), sabemos lo desagradable que es estar en un espacio que no huele bien. Específicamente en los edificios, ¿cuáles son las fuentes principales y cómo pueden afectar los olores a nuestra salud y bienestar?
Todos hemos tenido la desafortunada sorpresa de encontrar algo de moho en nuestras casas. Los indeseables puntos negros y verdosos, generalmente observados en rincones oscuros y húmedos, pueden parecer inofensivos al principio, pero plantean un problema importante para los edificios y sus ocupantes. Principalmente, porque sabemos que su tendencia es de propagarse cada vez más, contaminando otros materiales y superficies, causando un olor característico y contaminando el aire. ¿Cómo es posible controlarlo y, principalmente, evitar que surjan a través del diseño arquitectónico?