¿Largas filas, espacios para acampar y sofocarse bajo el sol de verano para estar 100 filas atrás en el set de tu artista musical favorito? Debe ser temporada de festivales de música. A medida que el año llega a su fin, con el regreso de los festivales de música en pleno apogeo después de una pausa por el COVID-19, es importante comprender el impacto socioeconómico que tienen en las ciudades que los acogen, mucho después de la última presentación. ¿El entretenimiento a corto plazo y los beneficios monetarios superan las desigualdades urbanas a largo plazo que podrían exacerbar?
Los orígenes de los festivales de música se remontan a la antigüedad, cuando eventos similares involucraban grandes reuniones para celebrar la música y las artes. Los festivales modernos, al igual que el famoso Woodstock de 1969, surgieron de un espíritu de puntos de vista antigubernamentales y antisistema, que luego se convirtieron en movimientos icónicos de la cultura pop. Gran parte del espíritu comunal que se fomentó en Woodstock permanece, pero los festivales de música se han convertido desde entonces en un modelo comercial popular que atrae a más de 30 millones de personas cada año, según Billboard. Coachella, uno de los eventos más conocidos, estableció récords al ser la primera franquicia de festivales en recaudar más de $100 millones en 2017.
Los festivales de música también se han convertido en una exhibición elaborada de megaesculturas, pabellones arquitectónicos y otros diseños que han involucrado a algunas de las firmas de arquitectura más conocidas del mundo. BIG diseñó e instaló un orbe reflectante de 80 pies de diámetro en Burning Man en 2018, que fue fuertemente financiado a través de crowdsourcing y sirvió como guía para los asistentes al festival. Coachella también ha sido el hogar de diseños impresionantes de Bureau Spectacular y el ganador del Premio Pritzker, Francis Kéré, que hacen que el arte y la arquitectura sean casi tan importantes como los propios artistas musicales.
Dejando de lado los hitos temporales y las hazañas arquitectónicas, los festivales de música tienen un mayor impacto en las ciudades en los pueblos en los que se organizan y duran mucho más que el fin de semana extendido en el que se llevan a cabo. Primero, hay muchos impactos positivos que pueden traer los festivales exitosos. Para eventos recurrentes, las multitudes pueden alcanzar hasta 90,000 visitantes en un fin de semana, lo que a su vez genera una importante inyección económica de empleos temporales e ingresos adicionales. La ciudad de Indio, que alberga anualmente a Coachella, reporta más de $250 millones durante el evento de dos fines de semana, donde hoteles, bares, pequeñas empresas y restaurantes se preparan para la afluencia ampliando los horarios, contratando personal temporal y aumentando los precios. Pero hay algunos aspectos negativos que muestran cómo los festivales se han alejado de su propósito original de paz, amor, felicidad e igualdad.
A principios de este verano, el evento más grande de Chicago, Lollapalooza, contó con numerosos nombres de artistas que atrajeron a decenas de miles de fanáticos, pero también plantearon preocupaciones sobre el toque de queda de la ciudad que obligó a los menores a permanecer adentro después de las 10 p.m. que se promulgó recientemente después de un aumento significativo en el crimen. Pero los activistas dicen que esto solo penaliza a los jóvenes de la ciudad, que son en su mayoría afroamericanos e hispanos, y beneficia a los adolescentes que viajan desde los suburbios, que son mayoritariamente blancos. Muchos habitantes de Chicago y legisladores urbanos destacaron las formas en que el festival criminalizaba a sus propios residentes. Además, el festival ha recibido apoyo para mudarse a otra ciudad, aunque el alcalde lo renovó recientemente para el futuro previsible, citando las ganancias financieras como la razón principal por la que Lolla debería regresar. Los lugareños dicen que después de que concluye el festival, las áreas circundantes quedan sucias, especialmente cubiertas con vidrios rotos y otros recipientes de alcohol que tardan en limpiarse, lo que afecta a las personas que utilizan el parque con frecuencia.
¿Valen la pena los festivales de música? A corto plazo, se pueden obtener muchos beneficios financieros, pero hay mucho que se puede mejorar. Algunas franquicias establecidas trabajan para garantizar que los grupos comunitarios puedan participar en el festival a través de asociaciones con vecindarios de bajos ingresos y escuelas desatendidas. Otros están buscando formas de crear programas culturales en los que los artistas asistan a eventos voluntarios para atraer a los fanáticos para que limpien después de los festivales como una forma de retribuir a la ciudad que los acogió. Algunos festivales incluso dan entradas gratuitas a las personas que viven en las inmediaciones, incitándolos a asistir. Especialmente en lugares donde estos eventos ocurren año tras año, es fácil que crezca el resentimiento. Como resultado, los festivales de música deben hacer más para hacerlos más equitativos socialmente y crear beneficios para las comunidades que superen en gran medida cualquier impacto negativo.
