Como el armadillo que da nombre al estudio, Tatú Arquitectura tiene su sede en la parte austral de América Latina. Desde allí, el grupo de Montevideo comienza su actividad prontamente, con el concurso promovido por la Universidad de la República para la casa RIFA 2014 donde resultaron premiados. Su trabajo se expande a través de una consistente y perseverante presencia en concursos de arquitectura y gracias a los primeros encargos particulares. La búsqueda del estudio se muestra como un incansable diálogo con el paisaje, sin importar demasiado la envergadura del encargo.
Desde ArchDaily compartimos la siguiente entrevista donde la joven oficina uruguaya nos cuenta más en detalle sobre sus proyectos, motivaciones, dificultades y formas de trabajar.
Agustina Coulleri (AC): ¿Cómo fue que decidieron abrir una oficina de arquitectura?
Tatú Arquitectura (TA): En realidad, fue bastante natural y sin mucha planificación, se fue dando. Empezamos trabajando en concursos como estudiantes y cuando fueron surgiendo algunos encargos particulares decidimos abordarlos también bajo ese formato en conjunto más allá de la escala. Durante ese período los tres estábamos trabajando como dibujantes o ayudantes de obra en otras empresas y compaginábamos esa actividad dependiente con nuestros proyectos y concursos. Más adelante, durante el viaje de Arquitectura, que es una instancia muy icónica para los estudiantes de Uruguay, decidimos que al regresar era momento de ubicarnos en un lugar fijo que nos diera la oportunidad de empezar a construir nuestro propio espacio. Al principio para desarrollar nuestros trabajos de final de carrera, pero una vez que nos instalamos empezaron a surgir encargos y rápidamente empezamos a funcionar como una oficina de arquitectura.
AC: Han participado recientemente de la Bienal Iberoamericana 2021 como voceros de la arquitectura uruguaya de los últimos años, ¿creen que el contexto socio-político y cultural de su país ha marcado su arquitectura?
TA: Si, por supuesto, pero el territorial también. El paisaje, la geografía y la idiosincrasia uruguaya son grandes referencias para nosotros. Tenemos un proceso creativo muy ligado a la experiencia y al contexto cultural en el que estamos. Encontramos a su vez, en la búsqueda de la vida en entornos naturales y las nuevas tendencias de migración asociadas a la nueva ruralidad, un escenario fértil de investigación que nos ha permitido experimentar el tipo de arquitectura que nos interesa hoy día.
AC: Trabajan mucho en el campo de lo doméstico, ¿creen que hay espacio para la invención allí?
TA: Mientras haya un comitente de por medio, con intenciones y búsquedas genuinas de proyecto, siempre se va a poder innovar. El campo doméstico responde a las formas de habitar individuales que siempre son específicas y difícilmente se repiten, en ese sentido toda experimentación es válida para responder a esa necesidad y por tanto el ejercicio de innovar ya está implícito.
AC: Aldo Rossi decía que “rehacer siempre lo mismo para que resulte diferente es algo más que un ejercicio: es la única libertad que puede encontrarse”¹. Sus refugios de madera parecen tener un parentesco entre ellos, como si se tratasen de un mismo proyecto que excede el encargo puntual. ¿Creen que eso es casual o es parte de una construcción consciente?
TA: Es consciente. Nos gusta trabajar en esta especie de series de trabajo que construyen una continuidad narrativa más allá del proyecto individual: refugios, rehabilitaciones, nuevos escenarios, etc. Particularmente en los refugios, nos parece interesante cómo cada proyecto nos permite volver a experimentar las mismas variables, las mismas herramientas y recursos, que siempre son limitados, pero con diferente énfasis según cada caso. Al final ese marco de acción acotado que pareciera ser una limitante termina por dar lugar a unas estrategias proyectuales vinculadas a obtener el mayor resultado con lo menor posible, nos parece que ese ejercicio en sí mismo es súper potente.
AC: Suelen participar en muchos concursos, ¿lo hacen como una gimnasia proyectual? ¿Por qué creen que vale la pena aun teniendo encargos privados?
TA: Nos parece un espacio que ofrece mucha libertad a la hora de proyectar, tal cual, es una gimnasia. A su vez, por la dinámica interna, no siempre tenemos la oportunidad de sentarnos todos en torno a un único proyecto para discutirlo en profundidad; en el caso de los concursos trabaja todo el equipo junto, se vuelve un proyecto colectivo donde todos tienen voz y ayuda a que la reflexión se enriquezca. Es un lindo cambio en la dinámica de nuestra rutina y hay una especie de renovación creativa que repercute posteriormente en los encargos privados.
AC: ¿Cómo funciona el estudio?, ¿cuántos son?, ¿trabajan todas y todos en los mismos proyectos?
TA: Actualmente somos siete personas trabajando de los cuales cinco somos arquitectos y dos estudiantes próximos a recibirse, en otros momentos fuimos nueve personas y en otros alguno menos, pero nos gusta mucho el trabajo en equipo e intentamos que haya una continuidad de crecimiento y consolidación dentro de Tatú. No siempre trabajamos todos con la misma intensidad en los proyectos ni en la misma etapa. Sí buscamos que todos estemos al tanto de lo que está pasando en cada uno de ellos, para esto hacemos una coordinación semanal donde comentamos el estado actualizado y el equipo encargado de cada proyecto nos cuenta al resto en qué etapa se encuentra y cuáles son los objetivos que tiene por delante. Muchas veces aprovechamos esta instancia para preguntar y discutir soluciones posibles bajo la consigna de que dos cabezas piensan mejor que una y siete mucho mejor que dos.
Justamente, la discusión horizontal es parte de la genética de la oficina, hay una gran fortaleza en que el proceso creativo sea llevado adelante como colectivo donde todos tienen voz, porque se amplifican las miradas a partir de la experiencia personal de cada integrante y eso se vuelca al proyecto directamente. También nos interesa muchísimo colaborar interdisciplinarmente, lo hacemos a menudo, dependiendo el proyecto intentamos incorporar amigos y colegas de disciplinas afines con tal de potenciar el trabajo final y nos ha dado mucho resultado. Es una metodología de trabajo que disfrutamos mucho cuando se da la oportunidad.
AC: ¿Cuál es su relación con la Universidad hoy?
TA: La mayoría de los integrantes tuvimos un paso de varios años como ayudantes en cátedras de proyecto y esa experiencia fortaleció mucho la mirada crítica sobre lo que estábamos haciendo puertas adentro. El vínculo con el entorno académico, en cierta medida, también ayudó a moldear nuestra forma de hacer arquitectura en el ámbito privado. Más allá de que hoy no participamos activamente en la docencia nunca dejamos de mirar al entorno académico con mucho interés, somos conscientes del valor que aporta el roce docente a la formación continua como arquitectos. A su vez, varios de los estudiantes que se han sumado al equipo también tuvieron sus experiencias propias participando de equipos docentes, con lo cual se mantiene vigente esa influencia en la oficina.
Actualmente estamos dándole forma a la posibilidad de implementar un plan de pasantías para estudiantes extranjeros que estén cursando en la UdelaR con el objetivo de generar un intercambio cultural en la interna y que ellos puedan incorporarse al equipo de manera temporal para tener una experiencia local sobre el desarrollo de las actividades de un estudio de arquitectura. Recientemente tuvimos el placer de recibir a Aisha, una estudiante española que se incorporó durante dos meses al equipo y fue una experiencia muy bonita que nos alienta a consolidar la iniciativa. Ojalá a futuro podamos contar con más casos similares.
AC: ¿Qué le dirían a un joven profesional que ve difícil su inserción en el mundo laboral sin dejar de lado sus convicciones arquitectónicas?
TA: Que vale la pena dar la pelea, que sean constantes, flexibles y tengan paciencia, porque hay mil formas distintas de llevar adelante la profesión y cada campo de desarrollo se adapta a cada profesional, a su perfil, intereses, competencias, etc. Hay que buscar el sitio que te permita desarrollar el talento. Además, desarrollarse profesionalmente en una disciplina como la nuestra va más allá de lo laboral y eso no lo ofrecen todas las carreras.
Es cierto que el mercado es duro y no siempre salen las cosas como uno quiere, pero en lugar de verlo como una limitación lo importante es poder verlo como un espacio de oportunidad que tendrá, en cada caso, unas reglas de juego diferentes, dar la pelea por sostener las convicciones en un entorno complejo también es un desafío lindo de experimentar.
No hay que entregarse, hay que dar la pelea.
1 Rossi, A. (1998). Autobiografía científica. Barcelona: Gustavo Gili.