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Arquitectos: Pedro Mosca & Pedro Gonçalves Arquitectos
- Área: 9678 m²
- Año: 2021
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Fotografías:José Campos
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Proveedores: Knauf, Banema, EUROPLAN, Forbo, Gerflor, JNF, POLYREY, Plaka, Sika, VERDASCA & VERDASCA, Weber
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El Colegio Portugués-Francés, localizado en la ciudad de Oporto, conforma una manzana completa en la que se sitúan otros edificios preexistentes, pertenecientes al mismo complejo, y en la que se situaba el antiguo colegio que fue reemplazado.
De este complejo se preserva uno de los edificios más antiguos, un Palacete protegido por Patrimonio, así como una capilla en el interior del complejo. Al mismo tiempo es necesario integrar una parte del colegio existente que corresponde al volumen de construcción más reciente.
El colegio existente, aunque en funcionamiento, se encontraba anticuado en relación a las funciones requeridas por un local educativo y la evolución de las necesidades pedagógicas de los últimos tiempos. Con este nuevo volumen se pretende cubrir las expectativas y necesidades asociadas a la oferta educativa desde el pre escolar hasta el fin de la enseñanza obligatória, creando espacios adecuados y mejorando las condiciones de seguridad, calidad espacial y ambiental.
De esta forma, el nuevo edificio se desarrolla en tres pisos destinados a espacios escolares y un piso técnico y de aparcamiento en sótano. Volumétricamente se descompone en cinco cuerpos interiormente interconectados.
El cuerpo central, donde se encuentran los cinco volúmenes, integra la entrada del colegio y los espacios de servicio; el volumen Sur se destina a Educación Pre escolar; el cuerpo Norte lo constituyen el grueso de las aulas y espacios docentes.
El cuerpo Oeste, dedicado al pabellón deportivo y auditorio -con capacidad para 398 personas-, posee un acceso independiente para poder ser usado autónomamente, a partir de un atrio exterior cubierto que recibe a los visitantes.
La entrada principal para uso diario se realiza a través de un acceso privado – peatonal y rodado -, que atraviesa la parcela y conecta dos de las tres calles que definen la manzana. Esta entrada se caracteriza por una gran pala en voladizo que acoge al visitante y permite que el recorrido desde la calle hasta el interior del colegio se realice bajo cubierto y protegidos.
La intersección de las diferentes volumetrías posibilita la creación de patios interiores, dando lugar a zonas de recreo diferenciadas para los diferentes franjas de edad y un campo deportivo exterior.
Urbanísticamente, se reduce el impacto que la nueva construcción pueda generar en el contexto urbano retranqueando los volúmenes de tres pisos, fragmentando los planos de masa, y creando además una base de hormigón que enfatice la horizontalidad del complejo al acompañar el movimiento de las calles.