“La casa a través del comedor. Arquitectura en torno a la mesa” es un trabajo de investigación llevado a cabo por el arquitecto Francisco Javier Fernández García en el marco del Máster Universitario en Estudios Avanzados de Arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Dirigido por Xavier Monteys y escrito a modo de “ensayo editorial”, tiene como objetivo poner sobre la mesa, nunca mejor dicho, la figura del comedor como pieza doméstica con capacidad para repensar la casa. No se trata expresamente de una colección de comedores, sino que, a menudo, aparecen en ella imágenes de diversa índole, en un ejercicio de comparación, oponiendo y permitiendo que características comunes se vean reflejadas. Hablar del comedor es la excusa para alumbrar otros muchos temas relacionados con la casa y con el habitar.
Los siguientes párrafos son un extracto del capítulo "Escenas en el comedor" del trabajo de investigación recién nombrado: “La casa a través del comedor. Arquitectura en torno a la mesa”, escrito por el arquitecto Francisco Javier Fernández García.
Escenas en el comedor
Cada uno de nosotros, en nuestras casas, experimentamos nuestra propia forma de habitar el hogar cada día. Alteramos el espacio a nuestro antojo y en el momento que queremos o necesitamos. Buscamos el confort para cada actividad que realizamos y es, precisamente a la hora de experimentarlo, cuando lo reconocemos. En el número 202 de la revista Domus se publicó un artículo —foto-ensayo— realizado por Bruno Munari: Búsqueda de la comodidad en una silla incómoda. El diseñador italiano explica la necesidad de pensar en el diseño desde la mejora de lo cotidiano y no desde lo que llama “originalidad”. El artículo va acompañado de una serie de imágenes donde se observa a alguien intentando acomodarse en un sillón. El autor expresa una teoría a partir de un ejercicio didáctico, observar cómo se utiliza un elemento. Como el individuo de las imágenes de Munari, intentamos encontrar nuestro lugar en casa o los múltiples lugares de cada una de sus estancias.
A partir de la observación de nuestras viviendas, analizando cómo las usamos, podemos aprender a proyectar siendo más conscientes de los usuarios que las habitan. Llegamos a subvertir espacios de nuestra vivienda cuando les damos otros usos a estancias que parecen estar pensadas sólo para una actividad. Así como cuando movemos los muebles y los objetos alteramos la percepción de una habitación. Las cualidades de un espacio dan pie a que los usemos de una determinada manera. Si bien la capacidad de hacerlo flexible nos pertenece a nosotros, las condiciones que nos encontremos nos harán actuar de una forma u otra. Los muebles, las puertas, la organización de las estancias de la casa, la forma de sus habitaciones, o las ventanas, y, por tanto, la luz y la ventilación, influyen a la hora de usarlo. Quizás, en lugar de pensar en esas estancias como lugares para un uso específico deberíamos diseñar simplemente habitaciones dispuestas a ser usadas. En el comedor estos condicionantes existen. La necesidad de realizar determinadas actividades amplía las posibilidades de uso de este espacio. La comida acaba compartiendo el espacio con otras acciones en diferentes momentos del día y de la semana. De esta forma, podemos pensar que en nuestras casas no tenemos un simple comedor, sino que tenemos un espacio múltiple.
El mismo Munari, en ¿Cómo nacen los objetos?, revela que a través de la observación cotidiana es cuando aparece el objeto. De modo que realizar este ejercicio en nuestras viviendas y someter el comedor a estos ensayos podría arrojar luz sobre su definición. Esto es algo que, sin premeditación, ocurrió en 2020 en todos nuestros hogares. Durante el período de cuarentena al que nos vimos sometidos en todo el mundo, la casa tuvo que adaptarse con sus propios medios y alojar actividades para las que no fue diseñada. La ciudad tuvo que entrar en la casa. Muchas de las actividades que realizábamos en otros espacios, dispersos en la ciudad y con unas condiciones y características específicas, tuvieron que trasladarse a las viviendas; acciones que realizamos de forma cotidiana, como trabajar, hacer ejercicio o tomar el aperitivo en una terraza. Así, el comedor se convierte en sala de reuniones improvisada o de juegos, en oficina o gimnasio. Podríamos decir que actúa como un dispositivo y habitarlo puede describirse a partir de una serie de posibles relaciones, líneas, trayectorias, y procesos que lo constituyen. Como afirma Gastón Bachelard, “la casa natal ha inscrito en nosotros la jerarquía de las diversas funciones de habitar. Somos el diagrama de las funciones de habitar de esa casa.”1
El acercamiento contemporáneo del término “dispositivo” por el arquitecto Manuel Gausa se aproxima a la definición que podríamos dar del comedor, hoy, y que explica a partir de tres imágenes. “Parte del sentido contemporáneo y del entendimiento de la disposición como una postura que remite a una lógica abierta, en contraposición a lo que implicaría el término composición —orden clásico, cerrado— o el de posición —orden moderno, relacional, formal—. Este se explica con la secuencia de imágenes donde, en la imagen de la valla, el dispositivo es el mecanismo de libre disposición que se genera en el acuerdo entre lo construido y los cuerpos, entre la propia valla y las acciones posibles de los niños sobre ella, que pueden variar en número, densidad, forma, etc. El comportamiento de la valla como dispositivo excede de la funcionalidad específica y básica de delimitación o contención para la que fue creada. Se dispone como elemento para la libre colonización de las acciones y los cuerpos. El dispositivo se entiende como un conjunto de relaciones de naturaleza diversa que deparan —en el caso del espacio y la arquitectura— una dinámica no impuesta, abierta a un uso no determinado, configurable, adaptable y progresivo, y que no compone el espacio ni lo ordena, sencillamente, lo dispone.”2 En el comedor, la simple disposición de la mesa y unas sillas provoca la infinidad de acciones procedentes de las necesidades concretas y cotidianas que interactúan y modifican el espacio, no sólo la de comer.
La ralentización de la velocidad de nuestra sociedad y la intensificación de la vivencia de nuestras casas en este tiempo ha abierto un debate muy necesario sobre las cualidades de la arquitectura doméstica y ha puesto en cuestión la arquitectura que se ha construido en las últimas décadas. A partir de la propia experiencia, se realizó una serie de dibujos mostrando las acciones llevadas a cabo en el comedor durante el confinamiento. Una evidencia de su capacidad para aglutinar diferentes actividades, domésticas o no. Si podemos analizar nuestra vida a partir de una serie de acciones cotidianas, el carácter de un espacio puede definirse también por los momentos que se llegan a dar en él, lo que el arquitecto Christopher Alexander denomina eventos y sus correspondientes patrones. “La vida de una casa, o una ciudad, no viene dada directamente por la forma de sus edificios, o por el plano y ornamento, viene dado por la calidad de los eventos y situaciones que encontramos ahí. Siempre es nuestra situación la que nos permite ser lo que somos (…) Sabemos, entonces, que lo que importa en un edificio o una ciudad no es su forma exterior, su geometría física por sí sola, sino todos los eventos que suceden allí.”3 En este caso, lo que estamos retratando es uno de esos patrones, con el espacio-comedor, y los múltiples eventos que se dan en unas determinadas condiciones y necesidades —que atañen desde la cultura hasta la edad del que realiza la actividad— pero de la que se pueden extraer conclusiones de carácter universal viéndolas en conjunto con el resto de esta investigación.
Observando los dibujos, podemos ver la capacidad de la mesa para ser usada y su poder de reunión dentro de la casa. Compartir la mesa, no sólo para comer, es algo que se repite en muchos de los momentos pasados durante el tiempo transcurrido mientras se realizaban estas interpretaciones. También queda de manifiesto la gran cantidad de objetos que se llegan a usar para cada acción. Algunos que siempre están presentes van moviéndose por la estancia y otros, llegan y se van. La posición de la entrada a la vivienda hace que, además, el comedor se convierta en el lugar donde se recibe al que llega de fuera, o donde dejar las bolsas de la compra, por ejemplo. Su comunicación con la sala, con uno de los baños y con el resto de las habitaciones la convierten en la zona de paso obligado todos los días para los habitantes. De modo que, para trabajar, para hacer ejercicio o cualquier otra actividad que no sea la de comer, requiere de un consenso entre los que viven en este apartamento. En este caso, la cocina también está presente. Quien cocina se sirve de este espacio y se apoya en el mobiliario existente. Por lo que se trata de un uso específico que se asocia a este espacio y que, inevitablemente, condicionará también su uso en determinados momentos del día. En este comedor la luz juega un papel importante. Al estar comunicada con el exterior apenas por un pequeño patio interior por donde no llega mucha luz natural, se aprovecha todo lo posible la luz del sur que entra al abrir la habitación y la sala. Con el simple gesto de abrir las puertas y ventanas, el comedor queda iluminado la mayor parte del día. En cuanto a la mesa, no siempre cumple el papel principal. A veces sirve simplemente como un apoyo a la actividad que se hace en la sala completa.
Las escenas que aquí se dibujan muestran los múltiples lugares que pueden ser un comedor. El programa pasa a un segundo orden. El comedor es una estancia pensada para comer, pero las condiciones demuestran que puede ser muchas cosas distintas. Deberíamos, pues, construir viviendas que permitan esta versatilidad que necesitan las personas, no sólo durante un momento de confinamiento, sino en nuestro día a día. A la hora de diseñar un espacio sería buen punto de partida pensar que allí puede acontecer casi cualquier cosa. Es casi obligatorio reparar en lo que ocurre o puede ocurrir y que el principal material para construir el espacio son las personas. En este sentido, es conveniente no solo fijarse en la materialidad sino también en lo intangible: las actividades, aquello que es efímero. Simplemente, echando un vistazo a los dibujos que aquí se muestran, nos damos cuenta que los arquitectos no podemos controlar el espacio. Observándolos detenidamente, vemos que, en estas escenas de comedor, la de comer, es solo una, dentro de todo lo que se desarrolla en este lugar. El comedor tiene este poder de convocatoria y de facilidad para motivar reuniones, pactadas o improvisadas, que nos puede hacer reflexionar sobre el papel de esta pieza en el hogar, que trasciende su papel principal para mostrarse como un dispositivo para el habitar, donde las personas son las protagonistas. Julio Cortázar, en Libro de Manuel, escribe que “un puente no es verdaderamente un puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente.”4 Podríamos decir que la casa son las personas habitando la casa. El espacio no está previamente modelado, sino que somos nosotros, con nuestras acciones y los objetos, los que terminamos por darle forma.
Notas
1. Gastón Bachelard, La poética del espacio, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 35.
2. José Luis Bezos explica la adaptación del término “dispositivo” a la arquitectura que hace Manuel Gausa en: Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada, Actar, Barcelona, 2001, p.171; Gausa se vale de las fotografías recogidas a la derecha para exponer la diferencia entre los conceptos correspondientes al orden clásico, moderno y el contemporáneo. Basa su sentido en un nuevo orden en el que la información “local”, los diferentes inputs procedentes de las necesidades concretas y protocolos cotidianos, interactúan y modifican a su vez el “sistema global” generando un sistema abierto de asociaciones cuyo concepto encuentra el mejor término para su definición en el de “disposición”. En: José Luis Bezos, Dispositivos abiertos: Habitares open source. Tesis doctoral, ETSAS US, Sevilla, 2017, pp. 27-28.
3. Christopher Alexander, The Timeless Way of Building, New York, Oxford University Press, 1979. p.65
4. Julio Cortázar, Libro de Manuel, Madrid, Alfaguara, 1998, p.13.
Francisco Javier Fernández García es arquitecto por la Escuela de Sevilla. Años más tarde realiza el Máster en Estudios Avanzados de Arquitectura por la ETSAB. Ha trabajado en diversos estudios en España y Brasil y redactado otros textos para revistas especializadas. Actualmente compagina su trabajo como arquitecto entre CMV Architects y FM Estudio, formado con Carlos Montes González.