Esta frase llamó la atención durante la conferencia de Diébédo Francis Kéré en el AAICO (Congreso Internacional de Arquitectura y Arte), que tuvo lugar en Oporto, Portugal, entre el 3 y el 8 de septiembre de 2018. Tras ser presentado nada menos que por Eduardo Souto de Moura, Kéré inició su intervención con la sencillez y la humildad que guían su trabajo. Sus obras más conocidas se construyeron en lugares muy remotos, donde los materiales son escasos y la mano de obra son los propios vecinos, utilizando recursos y técnicas locales.
En lugar de imponer estructuras y una nueva forma de vivir a los usuarios, Kéré busca comprender las demandas reales del lugar, las tradiciones de los residentes y su vida cotidiana, trayendo el conocimiento técnico adquirido en el extranjero para crear nuevos espacios funcionales.
Este proceso no siempre es fácil. Como él mismo señala, llegar a un pueblo mostrando cómo se debe hacer algo y cómo debe trabajar la gente siempre genera desconfianza. Y es dibujando sobre el terreno, estando con la gente, probando soluciones, dando nuevos usos a materiales que siempre han estado ahí, que consigue ganarse su confianza y su respeto. Para una apropiación real de su arquitectura, es fundamental que todos se sientan parte de la obra, contribuyendo con su mano de obra y conocimientos a un producto final que es de todos.
Se trata de soluciones simples pero extremadamente ingeniosas que consideran el clima y las posibilidades locales. Como los jarrones de barro que crean tragaluces en la Biblioteca del Colegio Gando, garantizando la entrada de luz natural y la circulación de aire. O su solución para la Escuela Secundaria Lycee Schorge, donde la inserción de cubos de agua cerca de los marcos de las ventanas, considerando la trayectoria del viento, permitió una disminución significativa de la temperatura interna de las aulas. La creación de filtros y capas, preocupándose por la ventilación y sombreado, el diseño de espacios intermedios, el cuidado trabajo con materiales tradicionales industrializados y la vegetación viva, son muchos de los elementos que transforman estos proyectos en obras maestras.
Sobre todo, su arquitectura tiene una función pedagógica, inspirando a la comunidad local y mostrando que el futuro puede ser un poco más colorido. En un mundo donde la arquitectura sigue siendo un lujo para muy pocos, Francis Kéré nos muestra que la arquitectura puede ser universal y que aún puede emocionar.
