En un recorrido por el trazado de Buenos Aires, se distribuyen por la ciudad alrededor de 500 pasajes. Independientemente del barrio en que se encuentren, representan postales de una arquitectura urbana contemporánea con un tinte de improvisación. Sin embargo, son el testimonio de aquella organización de Buenos Aires que aspiraba a una regularidad de damero.
En varias ocasiones, resulta complejo determinar la diferencia entre el pasaje, la cortada y la calle sin salida, pero todos forman parte del espacio urbano, aquel lugar de intercambio, de encuentro, de signos, símbolos y palabras donde se vive, se juega y se aprende a la vez.
Los primeros antecedentes de los pasajes se encuentran en las ciudades orgánicas musulmanas y en las medievales. En las primeras, se conforman laberintos de pasajes estrechos que pierden su valor de espacio colectivo y donde no es posible orientarse ni distinguir el barrio ya que las viviendas prevalecen por sobre la calle. Por el contrario, en las ciudades medievales resultaron constituir una eficaz manera de hacer rendir al máximo los terrenos. De esta manera, la disposición de calles y pasajes permitían servir al mayor número de puertas de habitación posible. Las calles conformaban un espacio unitario donde era posible orientarse y los pasajes participaban del espacio público.
Como sostienen desde el Departamento de Turismo del Gobierno de la Ciudad, los pasajes se construyeron entre 1880 y las primeras décadas del siglo XX surgiendo como respuesta a un problema habitacional cuando en 1871 por causa de la epidemia de fiebre amarilla, las clases altas abandonaron el sur de la ciudad y se dirigieron al norte, comenzando un proceso de densificación urbana. Así, al incluir calles interiores podía aumentarse el acceso a más viviendas o brindarlo a aquellas que aún no lo tenían.
Los pasajes porteños representan sitios de resguardo y de gran tranquilidad ya que dadas sus características resultan ser poco transitados por vehículos y peatones, volviéndolos en algunas ocasiones un tanto inseguros dependiendo la zona de que se trate. Existe una multiplicidad de pasajes que involucran diseños en L, en cul de sac (callejón sin salida), en forma de peine, en U, entre otros. Los hay pasantes, peatonales o vehiculares, públicos o privados, cubiertos o a cielo abierto. Lo cierto es que todos proporcionan una escala y un grado de comunicaciones diferente dentro de la ciudad.
Entre los tipos de pasajes que existen, nos encontramos con aquellos que se incorporan fácilmente a la red viaria y que muchas veces resulta complejo de diferenciar de una cortada debiendo recurrirse a un análisis cartográfico o testamentario para determinar su verdadero origen. Un ejemplo de ellos es el Pasaje Bollini, que a partir de su trazado fue posible obtener más superficie de frente y acceder a los lotes desde otra vía.
Otro tipo de pasaje es aquel que se incorpora como calle interior de un conjunto habitacional apareciendo el término de control de acceso materializado a través de señales o símbolos como ser un portón, una reja, un portero o una placa. Un ejemplo es el Pasaje Colombo que en forma de L cuenta con un portón de hierro en su ingreso y junto con el Pasaje Sarmiento ha sido incluido dentro de las Áreas de Protección Histórica (APH) para resguardar su futuro.
Si bien en la ciudad nos encontramos barrios o sub-barrios enteros con pasajes como el Barrio Inglés en Caballito o el Barrio de las Mil Casitas en Liniers, resultan constituir un gran desafío para la planificación urbana a la hora de poder articular la escala metropolitana con la escala propia de los pasajes donde tanto las veredas como las calles suelen volverse más estrechas, entre otras de sus características. Por lo tanto, hoy nos preguntamos, ¿deberían incorporarse más pasajes a la ciudad, deberían realmente conservarse o no?
Con el paso del tiempo y gracias a la evolución de determinados materiales constructivos como el hierro y el vidrio, nació un nuevo tipo arquitectónico que es la galería pudiendo cubrir aquellos grandes pasajes y brindar buenas condiciones de iluminación y ventilación en su interior. Varios ejemplos de galerías europeas resultaron ser una fuente de inspiración para los profesionales que trabajaban en Buenos Aires aplicándose en el diseño de las galerías comerciales y también en los pasajes con viviendas como ser el Pasaje General Paz proyectado por el Ingeniero Vinent.
Ya sea siendo fruto de decisiones judiciales, consecuencias de inversiones privadas o gubernamentales o producto de otras causas desconocidas, los pasajes de Buenos Aires revalorizan aquellos espacios de la ciudad donde conviven la mezcla de lo clásico y lo moderno. Desde los que se consolidan con viviendas de baja altura y aportan gran luminosidad a sus propiedades hasta los que se presentan con edificios de mayor altura en toda su extensión, los pasajes porteños se alejan del bullicio y la contaminación sonora de la ciudad invitando a vivir un ambiente de carácter más íntimo preservando la memoria de una ciudad que se encuentra en transformación constante.
Fuente:
- María Marta Lupano, Ruptura de la trama urbana: los pasajes y las calles cortadas, octubre de 1998
- Milton de Moral, Pasajes ocultos de Buenos Aires: las leyendas de los pasillos, callecitas y cortadas que conservan el encanto porteño, diciembre de 2018
- Victoria Aranda, Pasajes porteños: una pausa reconfortante en plena ciudad, febrero de 2021