Ubicada en el barrio de Balvanera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la manzana 66 constituye un ejemplo de resistencia vecinal y actuación conjunta. Se trata de una manzana determinada según el Catastro de la Ciudad de Buenos Aires, de allí el origen de su nombre, delimitada por las Avenidas Belgrano y Jujuy y las calles Moreno y Catamarca. Una porción de ciudad que fue motivo de disputa durante varios años siendo demolida, en un principio, con el fin de construir un micro estadio destinado a eventos musicales, dejando atrás a antiguas construcciones de viviendas de la década de 1920 y expulsando a sus residentes.
El proceso de vaciamiento de dicha manzana se inserta dentro del concepto de destrucción creativa, utilizado por Joseph Schumpeter y resignificado por David Harvey en su aplicación al contexto urbano. Se entiende a esta idea como la eliminación del valor económico de un espacio urbano con el objeto de obtener beneficios gracias a la revalorización del suelo. En este marco, fue como a partir del 2011, se comenzaron las demoliciones. Un gran vacío urbano se vio inmerso dentro de una trama densamente poblada y grandes desarrolladores inmobiliarios, empresarios privados, promotores urbanos, vecinos asociados y el gobierno local presentaron sus proyectos para volver a “llenar” la misma.
“Nada urbano está vacío, porque está siempre lleno de sociedad. Si no, no es urbano” Manuel Delgado Ruiz, antropólogo español en El País.
Definida como un “área de oportunidad” por ser un terreno con gran accesibilidad a servicios urbanos y contar con un bajo precio inicial debido a su notable deterioro y abandono, a principios de 2014, la propuesta de un proyecto para la construcción de un micro estadio que albergara a 18 mil personas produjo descontento entre los vecinos. Sus movilizaciones lograron detener el proyecto, pero, sin embargo, en 2015 se inauguraron en el predio once canchas de fútbol pertenecientes a otra empresa privada.
La resistencia de los vecinos continuó hasta el punto de contraponer ellos mismos un proyecto para la manzana. Su propuesta adoptaba una lógica alternativa a las maneras de pensar y hacer ciudad. Junto a arquitectos, urbanistas y especialistas en materia legal y ambiental, se comenzó a idear el proyecto conocido como “Manzana 66 verde y pública”. Analizando las problemáticas del barrio, como la falta de espacios verdes, la escasa cantidad de espacios recreativos, culturales y artísticos para niños, jóvenes y adultos mayores, y la carencia de espacios para realizar actividades físicas de las escuelas públicas aledañas, se propuso la formación de un espacio verde que incluya a su vez la construcción de una escuela de nivel inicial.
El proyecto aporta más de diez mil metros cuadrados de espacio verde a la Comuna 3 y cuenta con juegos didácticos infantiles, estaciones aeróbicas, mesas de ping-pong, una estación sustentable, un circuito de atletismo, una estación verde y wifi.
El diseño de la plaza, a cargo de Pablo Siquier, se compone de un cordón perimetral arbolado con equipamientos y se piensa a dos ritmos, con espacios de tránsito y descanso. Elevado a un metro y medio de la vereda, el tablero y los senderos cuentan con suelo absorbente con el objetivo de filtrar el agua de lluvia.
Un proceso de resistencia y participación vecinal que permitió repensar una fracción de la ciudad y que constituye uno de los tantos ejemplos de reapropiación del espacio, demuestra que la ciudad puede ser concebida como una obra, gracias a la intervención colectiva de todos sus habitantes en pos de mejorar su calidad de vida y los modos de habitar.