Ricardo Azócar y Carolina Catrón fundaron en el año 2015 su estudio de arquitectura y urbanismo en la ciudad de Concepción, hacia el centro de Chile. En poco tiempo, su trabajo fue celebrado ampliamente: su proyecto “Dos Torres y un Sendero” obtuvo el premio Obra Revelación del CA-CCP 2016 y fue reconocido en el evento colateral Y.A.L.A de la Bienal de Venecia 2018; su texto monográfico “Catalejo” se llevó el Primer Premio en “Publicaciones” de la Bienal de Costa Rica 2018; y ahora ArchDaily los destacó entre las mejores prácticas jóvenes de arquitectura del 2020.
Realizamos la siguiente entrevista donde Indagamos acerca de sus actuales intereses y motivaciones territoriales, sobre sus procesos colaborativos de trabajo, sobre su ascendente carrera, sobre sus próximos proyectos y proyecciones para el futuro de la arquitectura en Chile.
Fabián Dejtiar (FD): Ustedes operan sobre lugares de valor natural en áreas urbanas, invisibilizados o poco valorados por la comunidad. ¿Qué los inspiró en un principio a trabajar sobre esto?
Azócar Catrón (AC): Siempre nos ha interesado el vector público de la arquitectura, ya sea en edificios o en espacios públicos, y en un principio, de manera un tanto ingenua, postulamos nuestro primer proyecto, “Dos Torres y un Sendero”, a un concurso público con el objetivo de poner en valor un lugar que durante nuestra infancia fue un espacio de juegos y, en ese entonces, se estaba transformando en un basural de escombros.
Este lugar es el Humedal Boca Maule, uno de los pocos reductos de naturaleza que posee la comuna de Coronel, una de las cinco “Zonas de Sacrificio” de nuestro país, junto con Quintero-Puchuncaví, Huasco, Mejillones y Tocopilla. A pesar de la importancia de estos espacios naturales, sobre todo en comunas como estas, esto parecía no ser suficiente para algunas de las comunidades aledañas al humedal, quienes no solo no lo utilizaban como un área verde natural, sino que también estaban destruyéndolo.
Luego de ejecutar este primer proyecto, evidenciamos una necesidad generalizada en gran parte de las ciudades y localidades de nuestro territorio, ya que, en parte debido a su crecimiento extensivo, lugares como cerros, humedales, estuarios o lagunas, han quedado “atrapados” en la mancha urbana, siendo usualmente abandonados, relegados, invisibilizados o quedando a merced del mercado, a pesar de que por su condición urbana son inherentes espacios públicos con el potencial de mejorar la calidad de vida de las personas que conviven con ellos.
Con esto queda en evidencia que muchas veces la carencia de espacio público, no necesariamente se traduce en la falta de “espacios libres” para estos fines, sino en la falta de configuración de espacios como los antes mencionados.
Por esta razón, la escala de lo que no construimos constituye el escenario de lo que sería nuestro trabajo y uno de nuestros principales intereses, consolidando obras donde el tema de fondo no está en la escala del proyecto, sino en la escala del paisaje que se aborda, lo que en un principio nos entregó un marco de acción bastante amplio en el cual operar, y un tema en común con otras disciplinas.
FD: Entiendo que les motiva crear nuevos espacios públicos por medio de intervenciones puntuales y acotadas, alineando a diferentes actores sociales. ¿Cómo es su proceso de trabajo? ¿Cómo logran su cometido?
Primero, es importante mencionar que, hasta el momento, para lo que proponemos no hay clientes ni encargos, debido a que estos lugares naturales “atrapados” dentro de la trama urbana son espacios de todos, pero a la vez de nadie, esto ha hecho que no reciban inversión, mantención ni faciliten su ocupación por parte de la comunidad. Sin embargo, sí existen acotados fondos públicos a los cuales pueden postular organizaciones de diversa índole, que tienen algún vínculo de cercanía a estos espacios y poseen la intención de revitalizarlos. En este contexto, es posible desarrollar alianzas colaborativas, para aportar desde nuestra disciplina, a la puesta en valor de estos importantes lugares.
En estas alianzas, los procesos son colaborativos, alineando desde la oficina a vecinos y organizaciones públicas, con el objetivo de materializar propuestas, donde ellos presentan sus necesidades y nosotros diseñamos proyectos acordes a ellas.
Como respuesta a estas necesidades, hemos propuesto instalaciones puntuales y acotadas, que responden, por un lado, al presupuesto limitado, y por otro a la necesidad de ser fáciles de prefabricar y montar, considerando que generalmente es la propia comunidad la que participa en estas actividades, quienes no siempre representan una mano de obra calificada.
De todas maneras, a pesar de estas restricciones propias del quehacer, existe un trabajo constante en torno al desarrollo de propuestas sintéticas, con la sana ambición de tener un inventario o un lenguaje claro y austero, y que sean acordes tanto a la escala de las intervenciones puntuales que hemos hecho, pero que a la vez nos permitan trabajar en otras escalas, formatos o programas en el futuro.
Por ahora, estas instalaciones apuntan a comprobar la tesis de que una serie de referencias en el espacio, son capaces, como única inversión, de transformar lugares como los ya mencionados, en espacios públicos consolidados. Entendiendo a estas obras como una primera piedra, capaces de fomentar intervenciones futuras, apuntando a lógicas de progresividad a la hora de intervenir en el espacio público.
FD: "Catalejo", la publicación que realizaron sobre los cerros en el centro histórico de Concepción, pone en evidencia "una pregunta abierta en lenguaje de proyectos". ¿Nos pueden contar un poco sobre esto?
Como comentábamos antes, para nosotros el tema de fondo no está en la escala del proyecto, sino en la escala del paisaje que se aborda, por esta razón en 2017 realizamos “Catalejo”, un proyecto bibliográfico donde planteamos una ruta hipotética que unifica 5 cerros de la ciudad de Concepción con el objetivo de dar una mirada de conjunto a estos lugares que en el imaginario de las personas se encuentran aislados.
Para ello proponemos una ruta circular que se superpone sobre el damero de la ciudad, cuyo perímetro unifica estos cerros en un solo lugar. Adicionalmente para cada uno planteamos un pabellón que consolida usos y un carácter, por medio de edificios de plantas abiertas y flexibles, siendo la lógica del pabellón lo que permite generar lugares de usos indeterminados que van desde miradores, hasta posibles centros comunitarios dependiendo de cada cerro.
Esta publicación pretende abordar temas de paisaje o territorio por medio de proyectos de arquitectura, que es lo que nos motiva, de ahí viene esa acepción, una pregunta abierta en lenguaje de proyectos. Preguntándonos con ello si es necesario más, o con solo proponer una serie de destinos es suficiente.
En esta publicación, más que poner énfasis en las propuestas arquitectónicas, nos interesa acentuar el foco de interés en la importancia de reconocer a los cerros como áreas verdes naturales, y, por lo tanto, como espacios públicos per se.
FD: Desde Chile, su trabajo ya comienza a ser reconocido en distintas partes del mundo - el proyecto "Dos torres y un Sendero" ha sido seleccionado en el evento colateral Y.A.L.A de la Biennale di Venezia 2018 y ahora ArchDaily los reconoció dentro de las mejores prácticas jóvenes de arquitectura del 2020. ¿Qué tipo de valor le ven a esto? ¿Qué les permite actualmente?
Ambos reconocimientos son muy sorpresivos y a la vez desafiantes, porque nos ubican dentro de una selección de arquitectos menores de 40 años que están haciendo un trabajo muy potente, tanto a escala latinoamericana como lo es en la selección de Venecia o mundial como lo es el reconocimiento de Archdaily, por lo que representa una oportunidad para tener un panorama global de una nueva arquitectura que aborda distintas escalas y encargos.
En ese sentido también son un respaldo a nuestro trabajo, y un síntoma de un nuevo interés en considerar otras formas de llegar a la arquitectura, por medio de otros formatos o escalas. Más que un reconocimiento a nuestro trabajo formal, o a una obra en particular, esperamos que sea un reconocimiento a la agenda arquitectónica o la mirada puntual sobre una necesidad contemporánea de nuestras ciudades, reconociendo que no son necesarias grandes inversiones para revertir los bajos índices de áreas verdes por habitante, sino que en muchos casos, sólo se necesitan pequeñas acciones que activen lugares naturales que ya poseen la condición de “áreas verdes” y potencien su puesta en valor por parte de las comunidades aledañas.
FD: ¿Qué planes tienen ahora pensado para ustedes? ¿y para el futuro de la arquitectura en Chile?
A mediano – largo plazo nos gustaría expandir nuestro trabajo a otros lugares fuera de la región del Biobío, particularmente a territorios más aislados, donde la inversión en espacios públicos es aún menor.
A corto plazo, el desafío constante está en materializar nuestras propuestas, por lo que esperamos el 2021 concretar un grupo de proyectos, que producto de la pandemia, no han podido materializarse. Paralelamente esperamos participar en concursos con mayor frecuencia, ya que es una manera de desafiarnos a explorar en otras escalas y tipos de proyecto, que a pesar de ser distintos a lo que hacemos regularmente, nos parecen igual de interesantes.
Y respecto al futuro de la arquitectura en Chile, desde nuestra posición esperamos que todo el conocimiento producido por la serie de arquitectas y arquitectos que han construido constantemente desde los años 90 y que son referentes innegables para nosotros, permee a encargos más comunes en lugares más corrientes, donde buena arquitectura puede aumentar el foco de interés de quienes finalmente convivirán con ella.
