¿Qué es la escala humana sino la relación de un cuerpo con el entorno que lo rodea? ¿Y qué es el cuerpo sino un vínculo inevitable entre nuestra experiencia sensorial en el mundo material y nuestra percepción ideal dentro de nuestros propios pensamientos?
¿Cómo comprender y percibir la escala humana en los espacios construidos?
“La tarea fundamental de la arquitectura como forma de arte consiste en expresar nuestro encuentro con el mundo”, describe Juhani Pallasmaa en Los ojos de la Piel.
Existe una relación recíproca y constante entre los espacios que habitamos y el movimiento del cuerpo en ellos. Desde la cúpula más monumental de la mezquita Jama Masjid en Nueva Dehli, hasta el pasaje más angosto y zigzagueante de Varanassi: existe siempre un vínculo continuo con nuestra experiencia sensorial en cada espacio que atravesamos.
Y en este sentido, hay algo en la relación de escalas en India que nos hace sentir diminutos y contenidos al mismo tiempo. Una relación espontánea y extremadamente sensible entre la majestuosidad de sus templos y la intimidad de sus callejones que aporta un constante dinamismo a la sensación del cuerpo cuando los atraviesa.
Diseñamos espacios con el objetivo de generar una sensación en la percepción del cuerpo que lo vive.
“Entender la escala arquitectónica implica medir inconscientemente el objeto o el edificio con el cuerpo de uno.”
Podríamos, entonces, pensar que para entender la escala humana, es necesario medir el cuerpo con el entorno material.
Como arquitectos, tomamos decisiones en pos de establecer una u otra relación con los cuerpos que habitan ese espacio.
“La tarea de la arquitectura es hacer visible cómo nos toca el mundo”
La escala humana supone hablar de la escala de los sentidos. ¿Qué sensaciones experimentamos en el encuentro con diversos colores, texturas, dimensiones, sonidos u olores de un espacio arquitectónico? ¿Cómo transitamos un espacio desconocido? ¿Qué es lo que nos guía, y nos ayuda a tomar intuitivamente la decisión de ir por tal o cual camino? Efectivamente: los sentidos.
“Para que una obra se abra a la participación emocional del observador es necesaria una tensión entre las intenciones conscientes y los caminos inconscientes”, continua Pallasmaa.
Detengámonos un segundo en esto último: caminos inconscientes, merodear sin destino concreto y dejar simplemente que la intuición nos guíe. La única manera de recorrer la intrincada trama de las ciudades indias. El texto de Pallasmaa se ajusta una vez más a la particular graduación de escalas que la arquitectura y el urbanismo indios tienen para ofrecer.
Cómo diseñar para interpelar a los sentidos es nuestra interminable búsqueda profesional:
”La eterna tarea de la arquitectura es crear metáforas existenciales encarnadas y vívidas que concretan y estructuran nuestro ser en el mundo”
¿Cómo evocar distintas sensaciones en el cuerpo, sin caer en la hegemonía y la preponderancia de la vista por sobre el resto de los sentidos? Queremos tocar el espacio que nos rodea con la totalidad de nuestro cuerpo. Percibir la textura de las esculturas talladas en los templos de Shiva, aprehender la porosidad de la piedra de las escalinatas ancestrales en la ciudad sagrada, respirar la frescura del Ganges desde el puente colgante.
“Todos los sentidos, incluida la vista, pueden considerarse como extensiones del sentido del tacto, como especializaciones de la piel. Definen la interacción entre la piel y el entorno, entre la interioridad opaca del cuerpo y la exterioridad del mundo (...) la piel lee la textura, el peso, la densidad y la temperatura de la materia”.
El contacto directo de nuestra piel con el espacio que habitamos nos facilita su comprensión y nos conecta con nuestra escala corporal.
Entender la escala humana implica, entonces, reconocer también la escala del resto de los sentidos.
¿Qué lugar ocupa el oído, el gusto, el olfato en nuestra experiencia espacial?
“Toda ciudad tiene su propio eco que depende del trazado y de la escala de sus calles, de los estilos materiales arquitectónicos preponderantes (...) el sonido mide el espacio y hace que su escala sea comprensible”
Es innegable la influencia del entorno físico sobre nuestro habitar cotidiano, nuestras sensaciones y sentimientos. Existe una experiencia intangible y a la vez extremadamente concreta entre nuestros cuerpos y el espacio que los rodea.
“Hay ciudades a las que se recuerda por su vivacidad. la memoria vuelve a evocar la ciudad deliciosa con todos sus sonidos, olores, variaciones de luz y sombra (...) cada ciudad tiene su gama de sabores y olores”
Juhani describe casi a la perfección la manera en la cual mi cuerpo evoca ciertos espacios recorridos en la India. Es inevitable que el recuerdo de sus calles laberínticas se separe del aroma a masala que emite cada recóndito puesto de comida. Es imposible escindir la imagen de cada templo recubierto en minuciosas esculturas del recuerdo del tacto sobre sus bajorrelieves.
“La experiencia arquitectónica trae al mundo a un contacto más íntimo con el cuerpo - los objetos que rodean mi cuerpo reflejan su acción posible sobre ellos”.
Esta frase es tan atinada como literal: el cuerpo desea aprehender cada recoveco de los espacios que exaltan nuestros sentidos. No alcanzan los ojos, las manos, el olfato, el oído, las papilas gustativas, para terminar de recorrer cada pequeño pedazo de información que India puede brindar. Todos los sentidos interpelados simultáneamente y en profundidad. La escala humana y la escala de los espacios, en constante diálogo y consonancia.
Pareciera que Juhani estuvo hablando de ella todo este tiempo.
