El estudio BAAG, Buenos Aires Arquitectura Grupal, nos ha enseñado desde el 2008 que tomarse el tiempo de forma colectiva para pensar, experimentar y re-pensar, es sinónimo de aportar y progresar en la disciplina. Sus obras, investigaciones, trabajos desde la academia y constantes participaciones en debates, apuestan a construir un pensamiento crítico basado en la práctica conjunta que pareciera cada día ser más pertinente y tener más sentido en la profesión.
Realizamos una entrevista a la distancia con este motivo, que nos cuenten sus inspiraciones, sus procesos, sus enseñanzas y sus proyecciones.
FD: ¿Pueden contar qué los inspiró en un principio a hacer esto de arquitectura 'grupal'?
BAAG: Desde el inicio del estudio imaginamos nuestra práctica como un condensador de diversas miradas, pensamos desde un comienzo que queríamos ejercer nuestra profesión generando un grupo de discusión, nos gusta pensar que nuestros proyectos son fruto de esas conversaciones. Creemos que BAAG sintetiza el enfoque que estamos construyendo; Buenos Aires es el sitio donde trabajamos y nos formamos, arquitectura es la profesión que ejercemos y grupal es la manera y el formato con el que trabajamos.
Pareciera que están interesados bastante en la exploración material, ¿nos pueden contar como funciona la oficina y sobre estos procesos de investigación?
La exploración con el material es quizá el tema que más nos interesa, sobre todo porque identificando la trazabilidad de cada material se recorren muchos temas. La materialización de una obra de arquitectura y su estrategia constructiva está delimitada e incluso determinada por su condición material. No solo nos interesa la utilización del material, sino también entender que matriz productiva lo genera, quién produce el material, quién lo extrae, quién lo explota, quién lo comercializa. Nos interesa pensar la huella ecológica que genera, así como cuál es su durabilidad y su envejecimiento. Y también qué cualidades permite concebir ese material, qué significado tiene, qué transmite.
Estas condiciones están vinculadas al sitio, a la economía y también a la estructura social y política. Nos parece importante investigar estos procesos para tomar una posición sobre nuestra producción. Debemos dar respuestas gestionando los recursos con una mirada ambiental responsable, y sobre todo considerando a una estructura económica-social que demanda una restructuración de todos los procesos establecidos que por momentos pareciera exceder a la arquitectura, pero creemos que nuestra profesión tiene mucho que aportar.
En el estudio estamos empezando a sistematizar algunos de estos procesos de investigación. Primero fueron muy intuitivos, utilizando la obra como escenario de exploración y a partir de lo cual tuvimos la posibilidad de visitar fábricas y de recorrer las zonas de producción. Después armamos un taller dentro del estudio, donde la exploración se volvió una práctica con un vínculo directo en los procesos de diseño. Últimamente estamos armando equipos de investigación para trazar e identificar los diferentes procesos que intervienen en la fabricación de un material. En eso estamos trabajando, sumado a recientes espacios académicos donde tenemos la posibilidad de ampliar estas búsquedas.
Están muy presentes en las universidades, ¿podrías contarnos un poco más sobre esta experiencia y si consideras que existe una brecha entre la academia y la práctica profesional? ¿Tendrán que cambiar la enseñanza con la necesidad de la educación virtual?
Creemos que los talleres de arquitectura son el semillero para resembrar extensas áreas grises que hoy están demandando nuevas formas de construir la vida en comunidad. Es en los talleres donde se está pensando cómo vamos a vivir juntos y cómo materializar esas ideas.
Es cierto que hay una brecha entre lo académico y lo profesional, y está bien que esa brecha exista. No vemos a la universidad como un lugar para transmitir el trabajo que hacen los estudios profesionales, sino un ámbito para generar un pensamiento crítico. En ese sentido, nos parece necesario que esa distancia exista.
En estos tiempos de pandemia y confinamiento, más que nunca, debemos asumir la responsabilidad de repreguntarnos sobre las prácticas de la arquitectura y pensar que modelos de ciudad y de habitación creemos necesarios para el futuro. Nuestros países sufren una feroz inequidad social, el COVID 19 es una capa más que se pliega a una sumatoria de factores que venimos arrastrando y visibiliza un triste crecimiento de la desigualdad social. Este es un material de trabajo muy valioso para asumir en los talleres de la universidad, para trabajar pensando en campos que modelen nuevas estructuras de integración socio-urbana.
En esta coyuntura, la Universidad de Buenos Aires planteó un corrimiento del inicio del ciclo lectivo hacia finales de junio, sin embargo varios talleres comenzaron un periodo de acompañamiento, generando charlas virtuales y recomendando lecturas para mantener el vínculo con los estudiantes.
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Uno de los ganadores de nuestro premio "Obra del Año 2020" es un departamento de viviendas en Argentina. Su autor dice que "en este tipo de oportunidades -en los edificios ordinarios- reside el verdadero potencial de transformación del entorno". Ustedes vienen trabajando ampliamente sobre esta cuestión, ¿nos podrías contar tu opinión sobre esto?
Desde los comienzos del estudio tuvimos la posibilidad de proyectar edificios de vivienda que hoy están albergando a muchas familias, y que son una pequeñísima parte del paisaje urbano de la ciudad. Como en la mayoría de las ciudades, estos edificios están regidos por estrictas normas, tanto económicas como de códigos urbanos reguladores. Esas dificultades, a priori, parecen desalentar conceptos y valores que creemos necesarios para el habitar y el tejido urbano. Sin embargo nos propusimos afrontar el desafío de interpelar las necesidades del mercado y reinterpretar las limitaciones del código. Así intentamos configurar proyectos que atiendan a condiciones básicas como la buena ventilación natural y parámetros adecuados de asoleamiento, como también condiciones sociales y de vida compartida: como los espacios de encuentro, las transiciones generosas entre lo público y lo privado y la generación de espacios indeterminados para que exista el encuentro casual y el vínculo entre habitantes.
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Hoy contamos con la grata invitación que nos hizo Hashim Sarkis y su equipo, a la Bienal de Venecia, donde se pregunta: ¿Cómo viviremos Juntos?, y donde indaga sobre la necesidad de generar “…un contrato espacial en un contexto caracterizado por divergencias políticas cada vez más amplias y desigualdades económicas cada vez mayores.”
Sentimos que es una oportunidad muy valiosa para seguir reflexionando sobre la transformación de nuestro entorno.
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¿Qué proyecciones tienes para el futuro de la arquitectura en Argentina?
En Argentina existen muchos estudios jóvenes haciendo y pensando arquitectura. Tenemos la suerte de compartir espacios de charlas y debates con algunos de esos estudios, y otros que quizá por lejanía (Santa Fe, Córdoba, Rosario, Tucumán, etc.), no tenemos un vínculo tan estrecho pero si intentamos conocer sus trabajos.
Nos entusiasma encontrar en esos trabajos una arquitectura contextualizada pero también atravesada por un pensamiento global. También vemos o leemos a colegas que están trabajando en campos teóricos, donde en algunos casos la tecnología digital es su medio de experimentación. La arquitectura tiene múltiples miradas y creemos que cuanto más capaces seamos de escucharnos, cuanto más actuemos de modo generoso, vamos a tener más posibilidades de recrear nuevos campos de acción que pongan a nuestra arquitectura a la altura de las demandas sociales, locales y globales que se avecinan.
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