Considerada como una de las construcciones más importantes de la arquitectura del siglo XX, el mérito de las Torres Colón en Madrid radica en que nunca antes se había construido un edificio suspendido de esas características, desde el punto de vista de la ingeniería y la arquitectura.
En el Congreso Mundial de Arquitectura y Obra Pública de Hormigón Pretensado, celebrado en Nueva York en 1975, fue considerado el “edificio de más avanzada tecnología en construcción edilicia hasta 1975” realizado con ese material.
Las Torres Colón ocupan un solar irregular de 1.710 m2, en un enclave de singular trascendencia urbanística, en pleno centro de la capital y situado al fondo de importantes perspectivas urbanas. El proyecto nació para amoldarse a un marco urbano “previsible” que nunca llegó a hacerse realidad, debido a los sucesivos cambios de criterio por parte del Ayuntamiento.
Para compensar las expropiaciones realizadas al solar que acogería las Torres, el Consistorio estableció que en dicho lugar “la edificación debe ser una unidad arquitectónica de marcada verticalidad”. Como las Ordenanzas Municipales no establecían explícitamente una limitación de altura, sino de volumen construible, el Estudio Lamela constató que de realizarse una sola torre, como proponía el Ayuntamiento, la imagen urbana se habría deteriorado por la implantación de un elemento de proporciones descomunales. Por esta razón, el Estudio propuso el desdoble del volumen para rebajar altura. Al final, tras largas discusiones con el Consistorio, se aceptó por fin que el proyecto constara de dos torres más bajas, en vez de una y más alta.
Las Torres estaban destinadas inicialmente a uso principal residencial, junto al que se autorizaban espacios comerciales complementarios en las plantas bajas. El análisis de las necesidades del programa y su adecuación a la parcela existente hizo que el Estudio encontrara una contradicción insalvable entre el programa de necesidades y la utilización de las estructuras convencionales. De este hándicap irresoluble por los medios tradicionales surgió la idea de “colgar” las Torres, lo que permitía plantear una doble estructura mediante la cual era posible independizar las dos partes. Al final, el conjunto estaría formado por tres edificios casi independientes: el basamental y las dos torres.
El sistema estructural de las Torres se diseñó completamente en hormigón armado, utilizando hormigones postensados de alta resistencia. De este modo, el Estudio se apartó de la técnica más difundida para construir edificios “colgados”, que utilizaba cabezas estructurales de acero, para adoptar en cambio una solución de “arquitectura suspendida”: los forjados de las plantas tipo apoyan por su perímetro en los tirantes exteriores, que no están traccionados como en el caso de la “arquitectura colgada”, sino comprimidos contra la estructura de hormigón postensado de las vigas-cabeza. Esta estructura superior, en cuyo interior se ubica la maquinaria de instalaciones, recibe la carga de los 21 forjados suspendidos y la transmite al núcleo, por el que desciende finalmente hasta la cimentación en el terreno.
Comenzadas las obras, el Ayuntamiento ordenó su paralización y la demolición parcial alegando que la altura de las Torres excedía en 9 metros la permitida por las ordenanzas. Resuelta la disputa en los tribunales a favor del Estudio Lamela, las obras continuaron después de tres años de paralización y polémica pública. Al perder los pleitos, el Consistorio tuvo que compensar las pérdidas ocasionadas a los promotores por la paralización de las obras y para ello realizó determinadas concesiones: permitir el uso principal de oficinas y un portal en la planta sótano, fuera de normativa, para sacar más rendimiento comercial a la planta baja.
Las fachadas originales se hicieron prefabricadas en chapa plegada de aluminio anodizado de color bronce. La carpintería era del mismo material y color, con lunas bronce claro.
En 1989 Estudio Lamela se hizo cargo de la remodelación de Torres Colón y la fachada se transformó en una doble piel, con una nueva fachada de vidrio coloreado colocada en el plano interior de los tensores, con el objeto de aumentar las condiciones de habitabilidad, térmicas y acústicas, y mejorar el control energético. Sin embargo, el motivo principal para acometer la remodelación fue la necesidad de instalar una escalera exterior de emergencia, obligatoria por razones de seguridad. La escalera añadida al conjunto se dispuso entre las dos Torres y da servicio a una serie de pasarelas de evacuación que conectan los diferentes pisos.
Estudio Lamela acometió la remodelación de uno de sus edificios más emblemáticos atendiendo al criterio de su posible reversibilidad, es decir, realizando una actuación tal que permita al propietario restaurar la imagen original de las Torres si este fuera su deseo