Ya desde niño, el arquitecto veneciano Carlo Scarpa tuvo muy presente el elemento fundamental que describirá y fundamentará su obra muchos años después: el agua. Cuando jugaba y correteaba entre ese entramado de calles y canales, Scarpa escuchaba todo lo que le rodeaba, especialmente la riqueza de estímulos que su ciudad natal le ofrecía. Lector sensible de lugares, encontrará en Venecia su gran texto. Dicha cultura por lo sutil, lo casi académico, de no ser por esa devoción por la escenografía y lo esotérico, va construyéndose con el paso del tiempo; el arte, el espacio, la historia, todo ello compilado en sus lecturas, viajes hacia el saber, y en su contacto con artistas y escritores.
Scarpa basará su evolución como arquitecto en su extraordinaria cultura visual y en su respeto por la tradición y el modo de hacer de épocas pasadas; recogiendo el testigo de dicho tiempo y reconvirtiendo su realidad, en forma de espacio arquitectónico donde todas las piezas son unidades independientes, dialogando entre sí o, como a él le gustaba decir, cantando. Se posiciona ante lo existente, bien pieza artística o espacio arquitectónico, desde el conocimiento y la sensibilidad. Aprehenderá la historia y el lugar en que se produce, y acentuará la belleza existente en las cosas mostrando el protagonismo de lo nuevo como preciado elemento.
Pero, volvamos al agua, volvamos a Venecia. En la ciudad se ha mantenido viva la artesanía, la delicadeza de sus espacios y construcciones y, sobre todo, su relación con el líquido: hijo del agua. La pasión de Scarpa por dicho elemento permaneció durante toda su vida y se manifestó en numerosos proyectos. En “Mil cipreses”, una conferencia dictada en Madrid en 1978, Scarpa reflexionó:
A mí me gusta mucho el agua, quizás porque soy veneciano...
El agua —amiga de luz y sonidos, portadora de sus leyes— en unos casos nos deleita con su presencia física, en otros, a pesar de su ausencia, también genera formas. Scarpa, gracias al dibujo y a través de la lenta meditación para destilar progresivamente la forma, delineará el agua y compondrá sus efectos.
En su proyecto del Patio del Patio del Palazzo Centrale, realizado para la representación vienesa en la XXVI Bienalle [1952], también conocido como “jardín sonoro” o “jardín de las esculturas”, Scarpa hace un uso de los materiales como si de una sinfonía se tratara: los estudia pormenorizadamente para que, formando un todo, puedan llegar a escucharse con independencia. El agua liga las piezas, como elemento sonoro, mezclándose en el diálogo de singularidades. Una entonación casi musical, utilizando el agua como envoltura espacial.
Mediante el detalle, Scarpa construye un universo de sensaciones, un espacio complejo y completo, cualificado por el agua mediante la luz y el sonido; en el cual nada sobra ni se contrapone, de modo que sólo podamos comprenderlo a través del recorrido y nuestro movimiento.
Otro de los pilares en la tradición arquitectónica de Carlo Scarpa era la arquitectura japonesa: el gusto por lo delicado, lo contemplativo, la recurrencia al agua. Hasta 1969, año en el que consigue, por fin, realizar el viaje a su adorado Japón, tuvo que conformarse con su biblioteca particular de tradición nipona. Aquel viaje sería fundamental en el desarrollo de su carrera y proyectos venideros.
Si esa era su cultura a seguir, su referencia dentro del acontecer arquitectónico del momento era, sin duda alguna, Frank Lloyd Wright. En "El idioma de la arquitectura orgánica” (1978), Lloyd Wright ordena un vocabulario de nueve palabras para el planteamiento de la nueva arquitectura que tanto defendía. Ambos arquitectos anhelan encontrar aquello que Wright denominaba el “alma gráfica de las cosas”, el misterio guardado por el difícil lenguaje de la arquitectura. Ambos compartían la emoción por la arquitectura del Japón y diversas culturas como la maya, egipcia y bizantina; y perseguían la verdad de los materiales como integrantes del espacio y su expresión del tiempo.
En una entrevista realizada por Martín Domínguez, Scarpa comentó:
Siempre he admirado a Mies y a Aalto, pero la obra de Wright fue para mí como un “coup de foudre”. No había tenido nunca una experiencia comparable. Me arrastró como una ola. Se puede comprobar en algunos de mi proyectos de viviendas
Lo tangible; aquello que Scarpa era capaz de cincelar, de dotar de volumen, de encerrar en forma de espacio arquitectónico o escultura. Pero también lo intangible; una sensación, una mirada, un sonido... La propia naturaleza pide consulta a sus formas; buscando una belleza que, gracias al líquido, adquieren las atmósferas creadas por el arquitecto.
*Este artículo fue publicado originalmente el 20 de Diciembre de 2018 y republicado con motivo del tema de ArchDaily: Agua y Arquitectura. Cada mes exploramos un tema en profundidad a través de artículos, entrevistas, noticias y obras de arquitectura. Te invitamos a conocer más sobre nuestros temas. Y como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestras lectoras y lectores: si quieres postular un artículo o una obra, contáctanos.