Buenos Aires 2018 ¿Habitantes? Casi 3 millones ¿Trenes magnéticos de alta velocidad? Cero ¿Rascacielos interconectados con vías férreas? Cero ¿DeLoreans volando por los aires? Lamentablemente; cero ¿Innovaciones en el transporte? El metro bus y la bici senda. En términos urbanísticos, la ciudad pareciera no haber avanzado al ritmo que se imaginó.
Existía una fe ciega en el futuro. Un futuro que todo lo podía, donde el cielo no era el límite y las personas podrían circular libremente sobre las nubes a través de una red de caminos que conectarían altas torres ¿Qué fue lo que ocurrió? Para eso, debemos viajar en el tiempo. Al pasado para ser precisos.
Buenos Aires, principios del siglo XX. Ciudad de efervescencia y optimismo. En menos de 50 años se construyen 5 líneas de subte, diagonal norte y sur, el Obelisco, Gran Rex, Comega y Safico. Las calles Belgrano, Independencia y San Juan se convierten en avenidas, se levantan los edificios de rentas, se demuelen edificios academicistas, llega Le Corbusier, se va Le Corbusier.
Teníamos el empuje y la capacidad, el futuro en nuestras manos. O por lo menos, así parecía. Era tanto el entusiasmo por lo que iba a venir que aparecen en diarios y revistas, ilustraciones del futuro de Buenos Aires.
Imponentes rascacielos perfilan el cielo porteño, pasarelas y calles en aparente voladizo, trenes sobre edificios, aviones y avionetas, la elevación del espacio urbano.
La Dra. Arq. Margarita Gutman arroja luz a la problemática mediante una exhaustiva investigación en el libro: “Buenos Aires, el poder de la anticipación. Imágenes itinerantes del futuro metropolitano en el primer Centenario”, Ediciones Infinito.
Analizando más de 7000 ejemplares de revistas especializadas y técnicas, tendencias, planes e ideales, Gutman reconstruye hábilmente el imaginario colectivo de principios de 1900: la ciudad vertical, autos y tranvías, el poder de la electricidad, la fe en la ciencia.
Si la pregunta era ¿cuál es la ciudad del futuro? Nueva York era la respuesta. Y también lo era París, naturalmente. Arquitectos y urbanistas argentinos querían seguir el modelo parisino, mientras que el resto de la población anhelaba el americano. Vacilando entre estas dos metrópolis nos encontrábamos soñando:
“Los habitantes de Buenos Aires del Centenario imaginaron y consumieron un prolífico y excitante conjunto de imágenes, deseos, planes y expectativas para el futuro de la ciudad, en un momento de grandes cambios y aspiraciones. Estaban convencidos de un futuro de grandeza ilimitada.”[1]
Con el paso del tiempo y las crisis económicas, el fervor por el futuro fue disminuyendo y los pies volvieron a la tierra, imaginando utopías más concretas.
Una imponente explanada de hormigón flota sobre el Río de la Plata. Arriba, monumentales rascacielos iluminan la noche, sus luces encandilan y cautivan a quien las mire. Es el centro de la city porteña. Ésta fue la imagen que soñó Le Corbusier para Buenos Aires.
Años más tarde, junto a Ferrari y Kurchan, proponen un plan urbanístico: el “Plan Director para la ciudad de Buenos Aires”. La recuperación del suelo, zonificación, revaloración del sur, división del tránsito, la integración del río y el nuevo centro de negocios fueron algunos de los postulados. El plan no se llevó a cabo, pero sirvió como guía para los futuros cambios urbanísticos.
Asimismo, llegó el momento de Amancio Williams. Y debo decir que no defraudó. Junto con la colaboración de los Arqs. Delfina Gálvez de Williams y Jorge Vivanco, proyecta “Viviendas en el espacio”, donde reina el sol y el aire.
Casas con jardines y flores. Amplios cristales permiten contemplar los días de verano de cielos celestes y noches estrelladas. El jardín como extensión de la casa y el cielo como extensión del jardín.
Luego, redobló la apuesta con “La ciudad que necesita la humanidad”, en 1974. La ciudad se desarrollaría en edificios lineales y estratificados a 30 metros del suelo.
Oficinas, viviendas, servicios, autos, trenes magnéticos, rutas. Todos funcionando en distintos niveles del mismo edificio.
En el primer sector estarían los servicios y viviendas. Arriba, el comercio, la circulación y el transporte. Por último, las actividades laborales. Los tiempos muertos de traslado serían ganados ya que para ir de la casa al trabajo, sólo había que bajar de nivel. Faltarían años para el home office, pero Williams ya lo anticipaba.
Aciertos, desaciertos y un futuro que no fue. Duele no estar a la altura. Literalmente, todo sucede en el suelo y las nubes se ven tan lejanas ¿Qué pasará en los próximos años? ¿Alguno se atreve a decir? Me aferro con esperanza a las palabras del Dr. Emmett Brown: “¿Caminos? A donde vamos no necesitamos caminos.” [2]
[1] Gutman, Margarita, “Buenos Aires, el poder de la anticipación”, Ediciones Infinito, 2011.
[2] Robert Zemeckis, Bob Gale, “Volver al futuro”, Universal Pictures, 1985.