El 13 de diciembre de 1943 una ley establecía las bases reguladoras del Patronato Nacional Antituberculoso creado con el objetivo de luchar y ayudar a erradicar una de las peores enfermedades sufridas por la población española y mundial durante el siglo XX: la tuberculosis. “El Patronato Nacional Antituberculoso viene dedicado a impedir la difusión de una enfermedad que representa la primera entre las causas de mortalidad en España, así como el peligro más importante para la raza", comenzaba el texto de la ley.
Tras la finalización de la guerra civil en 1939 la situación de España y la de su población no eran las más adecuadas. Este hecho se veía reflejado en un atraso respecto a otros países occidentales en cuanto al número de sanatorios antituberculosos. Tal es así que, en 1934, España con 66 sanatorios era el país con menos proporción de centros por habitante de toda Europa, uno por cada 357.000.
Para paliar la falta de instalaciones y recursos sanitarios, dicho Patronato lanzó en agosto de 1942 un concurso nacional de anteproyectos para proporcionar al Servicio de Construcciones una serie de sanatorios tipo que luego serían replicados, con pequeñas variaciones según la zona climática en la que se ubicará, por toda la geografía española. De esta forma, el concurso, pedía soluciones para sanatorios de 200, 300 y 400 camas para las tres principales áreas climáticas del país, zona norteña, meseta castellana y, por último, área andaluza y litoral mediterráneo.
El primer premio recayó por unanimidad en el equipo formado por Ernesto Ripollés, Aurelio Botella, Sebastián Vilata y Ambrosio Arroyo. El segundo premio se adjudicó a Enrique Ovilo y Llopis y a Miguel Sánchez y Conde. La tercera propuesta premiada fue la presentada por Regino y José Borobio.
Son varios las investigaciones que destacan esta tercera propuesta por ser la única que proponía una solución moderna, propositiva y ambiciosa de sanatorio en consonancia con los esfuerzos estilísticos e intelectuales realizados durante la Segunda República Española por los arquitectos españoles. “La mayor parte de su fachada sur estaba construida a base de grandes superficies de vidrio, delgadas terrazas en voladizo y toldos también muy grandes y despegados de fachada. Esa combinación de elementos le proporcionaba una ligereza poco común". Sin embargo, las tendencias político-ideológicas del régimen franquista, hicieron que esta propuesta quedará relegada a la tercera posición.
Nada más fallarse el concurso y con el decreto firmado el 11 de noviembre de 1943 por Franco en el que declaraba las construcciones del Patronato como «urgentes y preferentes», comenzaron las obras de varios sanatorios tipo. Entre ellos es imprescindible destacar el que se convirtió en el emblema y símbolo del movimiento antituberculoso en España y del Patronato, la Ciudad Sanatorial de Tarrasa. Diseñado por los arquitectos Ripollés, Nueda, Vilata y Arroyo, se trataba de un edificio excepcional por su tamaño y por las instalaciones con las que contaba, llegando a albergar 1.500 camas.
Fueron muchos los sanatorios que se construyeron en España. En 1954 el Patronato contaba con 68 sanatorios, 18.000 camas y 180 dispensarios. Sin embargo, la aparición de la nueva medicina eliminó la tuberculosis como causa principal de mortalidad de la población mundial y española y supuso, además de la paralización de todas las obras de los sanatorios que en esos momentos estaban en construcción, la búsqueda forzosa de alternativas de usos para unos edificios inmensos marcados por un pasado lleno de vida y dolor.
Muchos de estos sanatorios pudieron reorientar sus usos, bien dentro del ámbito sanitario ocupándose de otros pacientes, o bien transformado radicalmente sus usos como en el caso de la ya comentada Ciudad Sanatorial de Tarrasa convertida primero a Hospital del Tórax y más tarde en Parque Audiovisual de Cataluña. También destaca el caso del sanatorio de Leza, actualmente convertido a Hospital, siendo uno de los pocos sanatorios reconocidos y catalogados por la Fundación Docomomo Ibérico en España.
Sin embargo, muchos de estos edificios no corrieron la misma suerte y se convirtieron con el paso del tiempo en ruinas únicas abandonadas en parajes remotos. Y es que tampoco ayudó mucho el hecho de que la ubicación habitual de estos edificios fuera alejada de los núcleos urbanos y de la sociedad, junto al mar o en lo más profundo de la montaña buscando las mejores condiciones de soleamiento y aire, quedando, por lo tanto totalmente abandonados en lugares apartados pero, a la misma vez hermosos.
Paradójico y triste, la arquitectura pensada para salvar y sanar al hombre muere ahora desatendida por el olvido y abandono de este.
A continuación, presentamos una lista de 10 de sanatorios antituberculosos actualmente en ruinas que se enfrentan a un futuro oscuro e incierto por la pasividad de las instituciones y administraciones públicas. Son edificios que contribuyeron de manera relevante al devenir de la historia de la arquitectura española del siglo XX añadiendo infraestructuras de gran calidad y diseño arquitectónico e incorporando una componente de arte y paisajismo pensadas para mejorar las experiencias y la salud de los pacientes que allí permanecieron y lucharon por su vida.
Sanatorio de Aguas de Busot
Aigües, Alicante
Sanatorio de Cesuras / Rafael Antonio González Villar
Cesuras, La Coruña
Sanatorio La Barranca
Navacerrada, Madrid
Sanatorio General Varela / Font de Bedoya
Quintana del Puente, Palencia
Sanatorio La Sabinosa / Francesc Monravà i Soler
Tarragona
Sanatorio de Viana
Viana de Cega, Valladolid
Sanatorio Sierra Espuña
El Berro, Murcia
Sanatorio de Marina
Los Molinos, Madrid
Sanatorio Víctor Tapia
Eugenio Aguinaga. Bilbao
Sanatorio de Les Planes / Joan Rubió i Bellver
Barcelona
Bibliografía:
- Pieltáin, Alberto. Los Hospitales de Franco. La versión autóctona de una arquitectura moderna. Universidad Politécnica de Madrid. Escuela Técnica Superior de Arquitectura. 2003
- Ruiloba Quecedo, Cecilia. Arquitectura terapéutica. El sanatorio antituberculoso pulmonar. Universidad de Valladolid. Escuela Técnica Superior de Arquitectura. 2012