El Área de Activismo Ciudadano de la XX Bienal de Arquitectura "Diálogos Impostergables", curado por Claudio Magrini y Miguel Cancino, planteó 10 Desafíos a diversos organismos, los cuales consistían en ejercicios pro-bono vinculados a las comunidades de Valparaíso, con el fin de lograr "una bienal más bien propositiva en lugar de celebrativa".
El pasado domingo 5 de noviembre, se entregó el Premio al Mejor Desafío a la Plaza La Esperanza Viva construida en los cerros de Valparaíso y donde la inclusión de los niños fue el desafío a enfrentar desarrollada por Fundación Mi Parque, Fundación Aldea y Junto al Barrio. El jurado compuesto por Claudio Magrini, Miguel Cancino (Curadores Activismo) y José Luis Vallejo (Ecosistema Urbano) destacó la propuesta por ser un proyecto construido, por lograr hacer interactuar a diversas instituciones en función de un bien mayor y por haber instalado en el territorio un "know-how" que las mismas comunidades ahora manejan.
Descripción autores: El desafío propuesto fue el de poder crear un espacio público con un enfoque no tradicional e innovador en todo su proceso, desde la creación, la ejecución y su posterior uso, teniendo en consideración al niño como el centro del proyecto. Además, se buscaba lograr la colaboración entre organizaciones que, desde distintos enfoques tuvieran experiencia en el trabajo participativo en torno al espacio público.
Se puso en práctica el desafío en un proyecto que ya contaba con financiamiento y con fechas de construcción establecidas por parte de Fundación Mi Parque. Ubicado en Valparaíso alto, en el cerro Placeres, el caso generaba una gran oportunidad: una comunidad organizada en un sector de vulnerabilidad social con una notable falta de espacios públicos, que postuló este proyecto de manera autónoma a un concurso de Mi Parque.
Además, la comunidad estaba trabajando hace casi 2 años con la Fundación Junto Al Barrio, y con un terreno en condición de sitio eriazo, el que presentaba características particulares tales como ser un sector de fuerte pendiente y con vistas al cerro contiguo.
Con esto, se llevó un proceso de co-diseño donde se trabajó junto a la comunidad del barrio Héroes del Mar, partiendo desde un diagnóstico físico y social, el diseño del nuevo espacio, y hasta el plan de mantención del mismo.
Ahora bien, para enfrentar el proceso, se trabajó paralelamente con los niños y con los adultos, en base a talleres en terreno y en sala. Estas actividades permitieron tener una aproximación experiencial al proyecto que entregó al equipo de diseño insumos, sobre todo cualitativos, respecto a la manera de jugar y relacionarse con el terreno.
Por el otro lado, los adultos, liderados por las organizaciones sociales, se encargaron de convocar a la comunidad, expresar sus aspiraciones con honestidad, resolviendo dificultades de tránsitos, zonificación, y gestionando a los opositores del proyecto. Cada taller terminaba con una devolución de información del trabajo de los niños a los adultos y viceversa, completando el ciclo participativo y reflexivo.
Todo esto concluyó con una jornada de construcción participativa, donde luego de una etapa de obras se convocó a toda la comunidad para que pudiera plantar la vegetación y terminar la plaza de manera común, logrando un cierre de proceso donde la gente pudo materializar de manera concreta todo lo que se trabajó los meses previos.
Las conclusiones del proceso son varias: (1) frente a un escenario de alta competencia profesional, personal e institucional, cada uno de los actores involucrados logró identificar en qué dimensión(es) del proyecto tendría que liderar según su expertise y además, coordinarse con los otros, al mismo tiempo debían (2) llevar un desafío autoimpuesto a una realidad comunitaria específica, donde si bien se partió desde una visión sobre el rol del niño, este debía cumplir con las aspiraciones de una comunidad completa.
(3) La respuesta en ese sentido fue física y social, logrando en la medida que las características del proyecto permitieron, generar un espacio nuevo y distinto a lo que podría ser un área verde convencional, diseñado en base a la experiencia y donde se logró un proceso participativo que en base a prueba y comprobación en terreno se logró ajustar a las realidades locales.
Esto permitió comprobar el (4) estado del arte y al imaginario que se tiene de las áreas verdes. Todavía los elementos clásicos, que conllevan un uso menos exploratorio (tobogán, columpio, máquinas de ejercicio, entre otros), siguen estando presentes muy fuerte en el imaginario, dificultando llegar a nuevas dinámicas espaciales. Si bien las que se aplicaron para este proyecto han dado resultados, se puede decir que (5) el cambio de paradigma debe ser mucho más largo y constante en el tiempo, y es ahí donde los procesos participativos y educativos deberían hacerse más fuertes aún.
(6) Por último, y luego de casi un año desde la construcción del proyecto, podemos ver concretizado el empoderamiento por parte de la comunidad, los que fueron capaces de postular a más fondos públicos que les permitieron financiar la instalación de nuevo equipamiento como juegos y luminarias, los que el proyecto original no pudo contemplar.
En ese sentido, de los resultados más notables del proceso es el entendimiento comunitario de que el proyecto en sí no es el fin de un proceso, sino más bien el puntapié inicial de nuevas dinámicas sociales, esta vez concretizadas en un espacio público.
Ficha Técnica
Nombre: Plaza La Esperanza Viva
Ubicación: Manuel Antonio Matta esquina Guacolda, Cerro Placeres. Valparaíso
Fecha de ejecución: Octubre - Diciembre de 2017
Equipo a cargo: Matías Honour (Arquitecto – Mi Parque), Raymond Álvarez (Encargado de Participación – Mi Parque), Soledad Díaz (Secretaria Ejecutiva - Aldea), Robert Newcomb (Arquitecto – Aldea), Carlos Aguirre (Coordinador de proyectos – Junto Al Barrio), Tomás Pérez (Gestor Territorial – Junto Al Barrio).
Área: 850 m2
Fotografías: Fundación Mi Parque, Aldea, Junto Al Barrio
