Qori significa oro en quechua, mientras que kallanka es una tipología inca conformada por grandes edificios flexibles y multifuncionales ubicados en las plazas que podían servir para alojar tanto personas como alimentos u objetos, según se necesitara. Qorikallanka vendría a ser la unión de ambos conceptos, entendidos en toda su amplitud. Ubicado en la plaza central de Huepetuhe -un lugar de explotación del oro-, se crea este centro cultural temporal concebido como una kallanka contemporánea que alberga distintas actividades artísticas y cotidianas que integren a una comunidad particularmente suspicaz y desconfiada.
El proyecto, llevado a cabo por Roman Bauer arquitectos para la asociación cultural Hawapi, se trató de montar con muy pocos recursos por lo que se acudió a la reutilización y reciclaje. Basta conocer su historia que traemos a continuación para entender lo arraigada que está dicha intervención al lugar; tanto que toma materiales y técnicas in situ para articular de forma estratégica, que luego devuelve íntegramente -sin daño ni corte- con nuevas posibilidades y conocimiento agregado. He ahí una de las mayores virtudes de la buena arquitectura temporal: que al desarmarse, no se va del todo, se queda integrada a la memoria.
Descripción de los arquitectos.
Hawapi es una asociación cultural que cada año invita a varios artistas nacionales e internacionales para trabajar en algún destino del Perú que esté alejado del circuito tradicional del arte contemporáneo. Para esta edición decidieron también incorporar dos arquitectos para implementar un Centro Cultural Temporal y nos invitaron a ir junto con el grupo de artistas.
El destino escogido fue Huepetuhe, en Madre de Dios, un lugar apartado de todo y famoso por su minería informal de oro y los entonces recientes bombardeos del ejército peruano para intentar controlarla. Debido a la actividad minera se puede observar una mancha de deforestación visible desde el espacio. Por esto, es un lugar donde la llegada de gente de fuera genera mucha desconfianza entre los pobladores.
Hubo un viaje de reconocimiento a la ciudad. Evaluamos varios sitios posibles para instalar el centro cultural: Mercado, colegio, cancha de futbol… en un lugar tan caótico e informal, decidimos apostar por reforzar las instituciones formales y ubicarlo en la plaza central, con el permiso de la municipalidad.
Nuestra idea de un Centro Cultural en el espacio público compartía referencias por un lado con el Fun Palace, de Cedric Price, en el sentido de un dinamizador cultural urbano de encuentro y ocio y por otro lado con la tipología inca denominada Kallanka, que eran grandes edificios flexibles y multifuncionales ubicados en las plazas que podían servir para alojar peregrinos, tropas de soldados, la cosecha, o lo que se necesitara.
Desde el punto de vista climático, lo más importante era proveer un cobijo para el sol y la lluvia. Estar en la plaza sin sombra es imposible, pero una vez resuelto eso, la temperatura podía ser agradable.
Por supuesto el presupuesto era ínfimo. Nosotros veníamos de hacer una feria para la COP20 en Lima con elementos reutilizados y reutilizables, así que decidimos intentar que todo fuera prestado. Recorrimos el pueblo preguntando y buscando materiales posibles y encontramos varias cosas útiles: andamios, tijerales, baldes, toldos…
Una vez de vuelta en Lima, hicimos una lista de los posibles elementos y sus propietarios y empezamos a darle muchas vueltas a sus posibilidades. También quisimos aprender todo lo posible del ingenio local para implementar de todo en condiciones de escasez.
Y nos pusimos a desarrollar una serie de detalles para resolver los encuentros entre materiales sin dañarlos, con materiales sencillos y que fuera totalmente reversible, para poder devolverlos en buenas condiciones a sus dueños. También echamos mano de manuales scout y de acampada para aprender de nudos y sogas.
Luego nos faltaba algo que nos ayudara a armar el conjunto del proyecto, que le diera una cohesión general y decidimos confiar en la tradición occidental arquitectónica y utilizar la proporción áurea para definir las distancias y las proporciones entre los elementos. Nos parecía divertido el intercambio entre Huepetuhe que exporta informalmente enormes cantidades de oro a Europa y que Europa le devolviera la ley dorada.
Con todo esto en la cabeza y nada en las manos, salvo mucha cuerda, viajamos a Huepetuhe. Lo primero fue conseguir bambú. Afilamos machetes y a cosechar a la quebrada 10 palos de bambú entre 3 a 5 m de largo.
Todo el equipo de artistas ayudó en la construcción de la kallanka. Armamos las 2 torres de andamios en la plaza y colocamos los tijerales de madera sobre ellas, asegurando todo con tensores. Luego vendrían los bambús, las cuerdas, las estacas y finalmente los toldos. Un trabajo en equipo increíble y al que pensamos que se uniría gente del pueblo, pero no fue así. Aún había mucho recelo.
Las estacas eran de fierro corrugado y las doblamos nosotros mismos y utilizamos la modulación de las bruñas del piso de cemento pulido de la plaza para colocarlas y así no dañar los paños de cemento. Nudos, topes, amarres.
Conseguimos generar una gran superficie de sombra, en dos gradaciones. Un espacio abierto y accesible por todos los lados, que no escondiera nada. Distintas zonas, definidas por su relación con la plaza y la pantalla.
Los amigos artistas pintaron los carteles y quedaba listo el centro cultural. Bajo su sombra pudimos ofrecer una biblioteca con mesas y bancas prestadas por el club de jóvenes de la municipalidad, funciones de cine en una pantalla colocada en uno de los andamios con parlantes prestados por un músico local y un espacio para talleres con mesas hechas con madera en bruto que después devolveríamos al aserradero del pueblo.
Los más asiduos usuarios fueron los niños. Desde jugar partidos de fulbito, asistir a los talleres que daban los artistas de dibujo, clases de repostería, baile y coreografías hasta las noches de cine, las presentaciones especiales de obras de los artistas o incluso para demorarse un rato en el camino a casa a la salida del colegio.
Después de 3 días de montaje y 5 de funcionamiento, llegó el momento de desarmar todo, devolver las piezas prestadas a sus dueños, y dejar todo como estaba. La relación con la comunidad había cambiado totalmente y nos preguntaban por qué nos íbamos y cuándo íbamos a volver. La única respuesta que se nos ocurría era decirles que ahora les tocaba a ellos hacer su centro cultural cada vez que lo quisieran. Que tenían todo lo necesario.
Ya en Lima, ante la petición de una pieza para exhibir en la exposición que suele acompañar esta experiencia, quisimos hacer una especie de manual de instrucciones para facilitar el que se pudiera repetir y autogestionar este tipo de situaciones. Este manual contenía una isometría numerada al centro, los materiales indicados a la izquierda, los detalles constructivos a la derecha, las fases de montaje abajo y las ideas y referentes arriba. Por supuesto todo modulado y organizado según la proporción áurea.
Arquitectos: Jose Bauer - Augusto Román
Nombre del proyecto: Qorikallanka (Centro Cultural temporal para Hawapi en Huepetuhe)
Locación: Huepetuhe, Madre de Dios, Perú
Área: 390 m2
Año del proyecto: 2015
Fotografías: Augusto Román, Celine Wald, José Bauer
Colaboradores: Arq. Juan Caycho, Ing. Juvenal Monge, Victoria Oquendo, Cirilo Quispe, Miguel Quispe, Jhon Quispe, Yamileth Concha, Efrain Cerne, Hugo Cuela, Justino Mamani, Raúl Ríos, Florentino Paucar y Sra Claudia, Jhon Cueva, Milagros Teniente, Sr Jesús, Betty Ojeda, Haydee Vargas y Besna Concha. Juan Bañón, Maxim Holland y todo el equipo de Hawapi