El pasado 7 de septiembre un terremoto de 8.2 grados con epicentro en las costas de Chiapas azotó al Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, dejando 1 479 000 damnificados. A pesar de haber sido el sismo más fuerte en los últimos cien años en el país, a 14 días del evento -según los pobladores-, los víveres no están llegando a las familias, el apoyo por parte de las entidades municipales no está fluyendo, existe corrupción respecto a las despensas otorgadas y no se tiene un censo apropiado de los daños, mucho menos un proyecto de reconstrucción que aborde de forma sistémica la problemática.
Dejando a un lado la mala coordinación y el pésimo desempeño que han tenido las entidades municipales y gubernamentales, existe un problema mucho más grande y a largo plazo: la reconstrucción.
Las primeras declaraciones por parte del Gobierno Federal a través del Presidente Enrique Peña Nieto respecto al tema son equivocadas, irresponsables y tienen una carga de ignorancia notable:
“Según los reportes de ingenieros militares y del área de protección civil del estado, además de la fuerza del sismo, la caída de viviendas se debió sobre todo a que están hechas de adobe y tienen escasa cimentación”.
Lo anterior, además de erróneo -ya que las viviendas colapsadas estaban construidas con tabique-, reafirma la agenda que tienen las políticas públicas de vivienda en México desde hace algunos años, la cual se ha hecho mucho más evidente desde el 2016 con las reglas operativas de subsidio para autoconstrucción de la Comisión Nacional de Vivienda: frenar la Producción Social de Vivienda con sistemas constructivos y saberes tradicionales para dar paso a las constructoras y el negocio.
Respecto a los sistemas constructivos, durante nuestro recorrido en la zona pudimos observar que las viviendas construidas con tabique colapasaron debido a que no contaban con cimientos apropiados, cadena de cimentación y cadena de cerramiento, lo cual provocó que se desplomaran ante el fuerte movimiento.
En las entrevistas que realizamos a algunas familias que se quedaron sin hogar, Francisco Fuentes Martínez -poblador del municipio de Unión Hidalgo- nos relató las modificaciones que sufrió la vivienda tradicional de bajareque y la inclusión del tabique en la región:
“Es que nosotros cuando empezamos era pura tejavana y puro lodo, entonces después vimos que comenzó la gente a hacer los ladrillos y cocerlos en el horno, después ya los compramos y empezamos a tumbar las paredes de lodo. Entonces construimos las paredes con tabique pegados con mezcla, pero no es cemento es calhidra. Ninguna casa llevó cadenas o cimientos, lo pegamos nada más así.”
En otro panorama muy distinto, las pocas viviendas vernáculas -construidas con estructura de madera de canelillo, bajareque, otate y tejas- que aún se conservan en la región, sufrieron daños menores como desprendimiento del acabado de tierra en los techos y grietas ligeras en el embarro, sin embargo, la estructura de madera sigue funcionando de forma correcta. El caso aislado en donde hubo daño estructural fue debido a la combinación de sistemas constructivos: tabique + bajareque. Esto deja claro que debe tenerse un entendimiento de la forma en la que trabajan estructuralmente los sistemas para no generar incompatibilidades que produzcan fallas ante los sismos. La reparación de las viviendas tradicionales es sumamente sencilla, de bajo costo y los pobladores tienen el conocimiento necesario para llevarla a cabo (algunos ya iniciaron), lo cual es uno de los tantos valores agregados de la autoconstrucción con materiales y sistemas constructivos tradicionales.
Respecto al concreto, las construcciones realizadas con este sistema también sufrieron graves daños, basta con tener la cifra de 262 escuelas derrumbadas y 2,000 más con daños estructurales severos, tiendas de autoservicio colapsadas (milano), edificios públicos como el palacio municipal de Unión Hidalgo y viviendas particulares en Ixtaltepec. Esto quiere decir que no debe asociarse a dicho sistema la seguridad en la reconstrucción, ni promoverlo como la solución más apropiada para la la región pues los pobladores afirman que las viviendas construidas de esta forma son sumamente calurosas y poco confortables.
El segundo desacierto de Peña Nieto, y quizá el más grave, fue convocar a las empresas constructoras, ‘‘las que han realizado importantes proyectos de construcción en el país’’, a colaborar y participar en la reconstrucción de la zona. Es decir, hizo un llamado a las empresas que lucran con la vivienda y la calidad de vida en zonas rurales a plantear un modelo de negocio, el cual está muy lejos de ser un proceso reconstructivo incluyente y participativo realizado de la mano con las comunidades afectadas.
Las dinámicas mercantiles que acompañan a dichas empresas derivan en proyectos que suelen caer en abandono ya que no parten de la investigación y la responsabilidad ética de conocer el contexto social, cultural y ambiental antes de realizar una propuesta arquitectónica de reconstrucción. Además, los modelos de fibrocemento que ya existen en comunidades como “La Blanca” (Municipio de Santo Domingo Ingenio, Oaxaca) tienen, cuando mucho, escasos 30 m2 -lo cual es comparable con las medidas de la cocina en el solar tradicional- y son sumamente inapropiados para las condiciones climáticas de la región.
Alineados en el mismo camino, el de nulo entendimiento cultural y ética comprometida, se encuentran las propuestas realizadas por parte del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN), las cuales tienen el objetivo de funcionar como refugio emergente y temporal. Sin embargo, hemos visitado comunidades mayas en donde 15 años después de la emergencia (huracán Isidoro), los cuartos de 3 x 3 metros se han vuelto la alternativa permanente de las familias causando graves problemas de hacinamiento. Aunado a lo anterior, las propuestas no vienen acompañadas de un plan de crecimiento progresivo, lo cual dificulta que las familias las vayan ampliando al pasar de los años.
Ante este panorama, ¿cómo debe realizarse la reconstrucción? Existen proyectos realizados de forma apropiada como el que desarrolló Cooperación Comunitaria con los pobladores de la Montaña de Guerrero, el cual considera aspectos primordiales que deben tomarse en cuenta antes de realizar una propuesta arquitectónica, evitando caer en ejercicios de diseño creativos descontextualizados e irresponsables:
- Diagnóstico: es necesario realizar un diagnóstico de daños en las comunidades en donde se va a realizar el proyecto de reconstrucción puntualmente, no se debe partir de generalidades regionales.
- Investigación: entender la tipología de vivienda tradicional, los sistemas constructivos empleados, los usos y costumbres, la conformación del solar y la forma de habitar el territorio, así como las fallas que presentaron dichos sistemas son puntos básicos que servirán de sustento a la propuesta.
- Análisis: una vez que se ha realizado la investigación debe analizarse toda la información recabada y contar con retroalimentación por parte de los pobladores para tener la seguridad que la interpretación realizada no esta hecha desde un imaginario individual sesgado.
- Diseño Participativo: la propuesta arquitectónica debe surgir desde los pobladores con la guía arquitectónica de los profesionistas y técnicos. Nunca se deben imponer formas de habitar, sistemas constructivos o programas arquitectónicos que vayan en contra de las tradiciones locales. En este sentido, debe existir una asesoría sensata que tenga como premisa el intercambio y la valoración de saberes para conformar un proyecto arquitectónico que contemple la economía, los bienes naturales del entorno, el clima, la seguridad estructural, los servicios y la infraestructura disponible, así como la estructura y conformación de las familias.
- Propuestas apropiadas y apropiables: además de ser apropiadas a las condiciones sociales, culturales y ambientales de la región los proyectos planteados deben ser apropiables. Es decir, la propuesta debe ser lo suficientemente adecuada para que los pobladores puedan replicarla y modificarla según sus necesidades, aún cuando el equipo guía ya no se encuentre en la región. El ideal es crear autonomía e independencia por parte de las familias para reconstruir su hábitat.
- Progresividad: todos los proyectos arquitectónicos deben contemplar el crecimiento progresivo tomando en cuenta la economía particular de la comunidad así como los cambios constantes que existen en la estructura familiar a lo largo del tiempo.
- Capacitación: para que las familias puedan participar en la autoconstrucción de sus viviendas se deben impartir capacitaciones para los pobladores que desconozcan la forma adecuada de emplear el sistema constructivo planteado y, de esta forma, evitar riesgos. Además, ayudará a fomentar la apropiación del proyecto.
- Manual: es sumamente necesario que, aunque haya existido un proceso de capacitación, los pobladores cuenten con un manual en donde se explique el sistema constructivo de la vivienda, la progresividad y el mantenimiento que se deberá proporcionarle.
La necesidad de proyectos integrales de reconstrucción del hábitat en el Istmo oaxaqueño y las costas de Chiapas es evidente, sin embargo, tal como se menciona en el pronunciamiento coordinado por Cooperación Comunitaria, Copevi y la Red MesoAmeriKaab publicado el 15 de septiembre, debe realizarse lejos de la agenda mercantil de las empresas constructoras y muy cerca de los pobladores, tomando en cuenta sus capacidades de autoconstrucción y los saberes tradicionales constructivos que han desarrollado como pueblo, resguardando en todo momento el entorno natural y cultural de los pueblos zapotecos: “¡Reconstrucción desde la gente y para la gente!”
Nota: Este pre-diagnóstico fue realizado por Comunal: Taller de Arquitectura y Arquitectura Vista a una semana del sismo con la intención de tener un primer contacto con las localidades de Unión Hidalgo, La Blanca, El Espinal, Juchitán, Ixtaltepec y Chicapa de Castro. Durante el recorrido se realizaron entrevistas a los pobladores en donde nos expresaron su sentir acerca de la situación social que se vive actualmente en la región y del estado actual de sus viviendas.