La Supermanzana es un modelo urbano propuesto por el nuevo Plan de Movilidad de Barcelona. Consiste en el agrupamiento de 9 manzanas del tejido urbano, en un sistema rodeado periféricamente por vías rápidas y redes de transporte público. En su interior presenta un carácter vinculado a la circulación débil (accesos restringidos, bicicleta) con un marcado protagonismo peatonal. Este modelo innovador, persigue reducir el tránsito de vehículos, y por tanto las emisiones de CO2, dado que actualmente el aire de la ciudad es uno de los más contaminados de Europa. El sistema de la nueva viabilidad y sus consecuencias ha sido explicado anteriormente por Salvador Rueda..
Los cuatro cruces internos de la supermanzana (superilla), antes destinados al tráfico, se iban a convertir en espacios peatonales. Cada uno de ellos estaría destinado a un derecho ciudadano (cultura, ocio, participación e intercambio). En este contexto, y coincidiendo con la puesta en marcha en el pasado septiembre de la primera supermanzana en el barrio de Poble Nou, la Universitat Internacional de Catalunya (UIC) encargó a estonoesunsolar dirigir un workshop para realizar una intervención en el cruce destinado a la “cultura”. En él, intervinieron estudiantes de las diversas escuelas de arquitectura de Barcelona junto con un grupo de docentes en una acción horizontal conjunta.
En el workshop de una semana de duración, se plantearon líneas de reflexión sobre el carácter del espacio público y de la cultura, la reapropiación ciudadana del espacio, la creación de un lugar, el orden y la escala urbana, la interacción participativa, la comunicación o los sistemas de reciclaje y los nuevos ciclos de vida. Se establecieron las siguientes líneas estratégicas:
Estrategia 1: el ícono como unificador de un espacio imaginario
La primera cuestión observada tras la implantación de la supermanzana fue la constatación de que a pesar de haber cambiado el sistema de movilidad, los peatones seguían circulando por el espacio habitual, mientras que el inmenso espacio central, antes destinado al tráfico y ahora al uso peatonal, quedaba como un residuo flotante asfaltado a la espera de ser reapropiado. Uno de los objetivos propuestos fue dotar al espacio de una nueva identidad que hiciera legible los nuevos límites del ámbito peatonal, y que transmitiera así mismo, los nuevos valores ambientales de la circulación débil y restringida.
Para ello se decidió homogeneizar el espacio: la situación “ideal” pura consistiría en la pavimentación de todo el espacio central (2.000 metros cuadrados) de modo que se hiciera patente el nuevo ámbito peatonal. Sin embargo, por cuestiones económicas, esta situación no era viable ya que cualquier intervención se debía realizar a coste cero. De esa limitación, surgió la idea de la propuesta: convertir el “panot” (real) en un icono (ficción), de modo que crease un ámbito peatonal a través de la utilización fuera de escala de un objeto cotidiano reconocible y que hiciera referencia a un espacio mental. Dado el carácter de la supermanzana (3x3 manzanas), se aumentó el tamaño del icono en esa misma proporción, de modo que el pavimento pasara a ser un símbolo.
Estrategia 2: el espacio público como soporte
La excesiva caracterización del espacio a menudo deriva en espacios monofuncionales. Existía la voluntad desde un inicio de crear un soporte rotundo pero indeterminado, un escenario para que pudieran suceder acontecimientos y que diera lugar a acciones imprevistas. Esta indeterminación normalmente produce vértigo, ya que está abierta a que pueda suceder todo, pero también a que nada suceda. No obstante, se apostó por dar soporte a la improvisación humana y por tanto, dejar cierto margen a la incertidumbre y al azar. Se pretendió plantear el espacio público como contenedor, como escenario. Dada su magnitud (45 x 45 metros) se podrían desarrollar numerosas actividades, tanto planificadas como espontáneas.
Estrategia 3: orden y escala
Los panots seguían una retícula perfecta, insertados en una malla que respondía a la cuadrícula de la pavimentación. Dentro de esa regla, existirían vacíos pero siempre vinculados al orden existente y esos mismos vacíos eran portadores de significados en una escala más amplia (vista cenital). La condición icónica de la intervención le dotaba de un carácter pop, muy reconocible y con un mensaje muy directo. La operación de insertar una trama de panots dibujados en blanco, permitía eliminar la sensación y la percepción del espacio asfaltado y negro, con las consecuencias ambientales correspondientes (calentamiento, iluminación, reflejo)
Estrategia 4: participación y comunicación
La intervención tuvo un profundo sentido participativo. Por un lado se realizaron sesiones previas al inicio del workshop con las diversas asociaciones y colectivos existentes de modo que la operación pudiera dar respuesta a necesidades reales. Por otra parte, y una vez iniciado el taller, se realizó una campaña de implicación ciudadana. El hecho de incluir a la ciudadanía en la acción de pintar el espacio urbano tenía la potencia metafórica de “materializar” y visualizar el proceso de la participación, que de ese modo simbolizaba la posibilidad de opinar y participar en la creación del espacio público. Para ello se creó el eslogan ¿Quién te ha dicho que tú no pintas nada?, que pretendía, con cierto grado de provocación, involucrar a los vecinos en la intervención propuesta.
Durante los cuatro días que duró la acción, numerosos vecinos o peatones casuales contribuyeron a la creación directa de su espacio público, colaborando en la acción de pintar el asfalto y fortaleciendo los sentidos de apropiación y pertenencia del espacio urbano. El workshop potenciaba este tipo de acciones con la disposición de unos muros disponibles para la aportación creativa de los ciudadanos que quisieran participar.
Para establecer una red de interacción ciudadana, se crearon plataformas digitales que daban soporte a la segunda vida que iba a adquirir el espacio, que sería construido con las acciones cotidianas que se iban a desarrollar en ese espacio. Este espacio virtual sigue actualmente activo, y bajo la denominación en Instagram de #culturasuperilla se puede observar el funcionamiento diario de un espacio que definitivamente ha dejado de pertenecer al universo del tráfico rodado.
Estrategia 5: los nuevos ciclos de vida
La condición de reciclaje estuvo presente en toda la intervención. Los estudiantes exploraron las posibilidades de adquirir material gratuito de los talleres y centros cercanos. De ese modo, y tratando de provocar una comunicación real con los actores locales, se pudo conseguir la pintura (en buen estado, pero caducada para su comercialización), paneles de madera de restos de corte de una carpintería y tubos de PVC de una obra cercana.
La acción del pavimento se realizó con la pintura conseguida a partir de unas plantillas elaboradas por los propios estudiantes. Los bancos, realizados con la madera y los tubos de pvc, hacían referencia al icono de los panots que era el elemento que articulaba el discurso de la intervención. Se creó un escenario y unas gradas en un solar recayente al espacio de modo que pudiera albergar pequeñas actuaciones que dieran soporte complementario al gran vacío propuesto.
De ese modo, se finalizó el ensayo de la primera supermanzana, abriendo la posibilidad del debate a través de la acción positiva. Muchas cosas deberán mejorarse, pero las primeras reflexiones ya se pueden estudiara desde los espacios posibles.
Dirección y coordinación “Superilla Cultura”: Ignacio Grávalos, Patrizia Di Monte (estonoesunsolar)
Alumni: Roser Esterlich
Apoyo UIC: Felipe Pich-Aguilera
Estudiantes: Ignacio Morente, Anna Mirapeix, Sergi Viñals, Genis Vilalta, Cinta Lluis, Oumaima, Bensemlali, Héctor Muñoz, Anas Azzam, Margherita Concina, Antonio Berruezo, Gerardo Santiago, Marie Decruyenare, Heljä Loskimäki, Daria Vdovichenko, Ada Coll, Pol Mensa, Miquel Debón, Juli Algar, Carla Díaz y Karina Estrada.