“No me importa quien haga las leyes de un pueblo, si yo puedo escribir sus baladas”. [1]
1.
La ciudad es un constructo simbólico hecho por sus habitantes, y estos son hechos por la ciudad. En ciudades como las nuestras, jóvenes e inacabadas, más ilusas que realizables, irracionales, inesperadas, sorpresivas, en las que la ocupación antecede a la construcción, se habita desde los imaginarios [2].
Opuesta al modo de producción de la ciudad formal, en la Lima informal primero se habita y luego se habilita el espacio. Los signos, las palabras, levantan, antes que los ladrillos, esta ciudad inconsciente, una obra abierta llena de expresiones de múltiple sentido.
Estas dos ciudades y sus matices son muchas ciudades formadas por distintos puntos de vista ciudadanos que se chocan y también dejan vacíos. Cara a cara pero distanciadas. Cercanas pero ajenas. Los imaginarios ocupan esas fracturas o intersticios de lo que no conocemos realmente.
“Pobladores” y “Vecinos” carecen de puentes, pero abundan los muros. Quedarnos sólo en el cliché del ahora famoso “muro de la vergüenza” que separa Pamplona Alta en VMT (Villa María del Triunfo) y Las Casuarinas en Surco, sería hacerlo más grande. Hay muchos ejemplos: el muelle que “protege” al Club Regatas de la Playa Pescadores, la soga que impide el cruce entre la playa y el balneario de Ancón, el Conjunto Residencial Marbella y el Asentamiento Humano Medalla Milagrosa en Magdalena, juntos pero no revueltos.
2.
¿Cómo imaginamos los limeños San Borja?
Un distrito “verde”, saludable, preocupado por el deporte, la cultura y el patrimonio. Donde se vive bien, en amplias casas o en modernos complejos multifamiliares. El tráfico de Javier Prado, el tren eléctrico de Aviación, las nuevas grandes infraestructuras.
Y qué imaginamos si decimos: vida en la calle, viviendas en proceso de construcción, bodegas, servicios pequeños, fachadas sin acabar o con diferentes acabados, veredas invadidas por autos, rejas, precariedad, perros callejeros, niños en la calle... ¡Una barriada! ¿En San Borja? Pues sí. Y es que el imaginario nunca es la ciudad real, es siempre algo más o algo menos. Una proyección que dice de lo imaginado y de quien lo imagina.
A espaldas del gran Eje Cultural de la Nación (Javier Prado con Aviación) que reúne lo más grande de la arquitectura pública hecha por el Estado (Museo de la Nación, Biblioteca Nacional, Teatro Nacional y ahora Centro de Convenciones); al lado de un conjunto residencial moderno emblemático como Las Torres de San Borja; frente a una de las pocas Huacas bien cuidadas de nuestra ciudad (Huaca San Borja); rodeada de edificios corporativos como el Banco de la Nación y comerciales como La Rambla; se halla San Juan Masías, barriada que a muchos les parecerá un lunar en el distrito. Sí, aunque si “Lima es una megabarriada global con pequeñas porciones de ciudad consolidada”[3], en realidad SJM es como Lima, y es San Borja el que es un lunar en Lima.
Aquí conviven muchos fragmentos de la ciudad, y se enfrenta lo más visible con lo más invisible del imaginario urbano del distrito. El contraste entre SJM y el eje cultural en San Borja es la imagen perfecta de nuestra nación: por un lado, el Estado y las empresas tratando de construir sus símbolos de poder. Al otro, un barrio que (des)aparece como una “zona oscura” (se desconoce, se niega, se oculta, se rechaza, no existe). Este ocultamiento lo mantiene (históricamente y en su proyección a futuro) ajeno al desarrollo del distrito.
3.
Los imaginarios urbanos están claramente materializados en diferentes elementos urbanos y arquitectónicos que construyen un escenario simbólicamente complejo en contrastes y contradicciones, y en las actividades que se realizan en el espacio público, algunos programados y otros espontáneos.
El Museo de la Nación (Ministerio de Cultura) abre una gran explanada hacia el frente de Javier Prado, pero hacia San Juan Masías impone un muro ciego, marrón, alto y grueso, cual fortaleza. Niega así la posibilidad de disfrutar de los espacios públicos que tiene alrededor, e incluso de tener acceso visual a sus áreas verdes. Este gesto convierte la Calle de la Cultura en un patio trasero que sirve de estacionamiento para los altos funcionarios.
El Ministerio de Educación, con su torre que pretende ser un hito moderno, una metáfora de libros apilados, resulta ser una ironía al tener como vecino inmediato al colegio Manuel Gonzales Prada, en pésimas condiciones. Al lado de un edificio que es una copia, enseñan a los niños a no copiar.
El letrero de la Calle de la Historia está puesto sobre un muro abandonado que se cae a pedazos. La única posta médica es una esquina sucia. Un texto indica que hay que cuidar y limpiar el cuerpo, pero no hacen lo mismo con el local.
En el enorme letrero municipal “Complejo Deportivo San Juan Masías”, hay íconos de todos los deportes, sin embargo, tras la reja sólo hay una losa deportiva, menos usada que la de la plaza abierta. Un cartel mentiroso, aspiracional más que informativo, un indicio de presencia del gobierno local.
A espaldas del Teatro Nacional, una fiesta patronal. Un letrero chicha y el Museo de la Nación al fondo. Un serenazgo acompaña la procesión, preocupado por mantener la “festividad popular” bajo control. Una multa de la municipalidad al mayordomo por prender un tradicional castillo. La municipalidad promueve el deporte sosegado en los parques con afiches de tonos pastel, y la directiva de SJM una fiesta con banda en la losa deportiva con carteles estridentes.
4.
Existen muchos proyectos (algunos ya construidos) para el eje cultural, considerado no sólo el lugar más importante del distrito, sino uno de los más de toda Lima. Todos plantean reforzar la imagen que tiene, con un planteamiento “integral” que complemente los equipamientos con un gran espacio público. Pero ninguno menciona a San Juan Masías, ni siquiera como un problema latente. SJM no aparece en sus imágenes publicitarias, y si no es borrado, es transformado de forma grosera. La zona es, pues, invisible para quienes imaginan el futuro de la ciudad, y existe el deseo latente de su desaparición.
- Centro Cultural de la Nación y Centro de Convenciones:
Tanto en el video como en el panel publicitario, el proyecto, cuyo enunciado principal es la integración con el entorno, aparece en un entorno falso, “corregido”. Se borra el colegio y aparece un parque, y la trama de San Juan Masías es convertida, una parte en volúmenes blancos y puros, y otra en mancha negra. En otras imágenes una gran neblina cubre esta zona.
- Banco de la Nación:
En el 3D promocional SJM también ha sido borrado, reemplazado por un parque con volúmenes de viviendas en altura. En los paneles de COSAPI no sólo se elimina de la imagen a este barrio, sino a todo el cerro El Agustino que en la realidad se ve al fondo de la av. Aviación. Los promotores del desarrollo desean una Lima sin cerros.
- Puente Plaza para la Cultura:
Una ambiciosa propuesta futurista de Ciriani. El diagnóstico coincide con todos en que aquí hay un eje muy importante con potencial a ser intervenido, y que a esa sucesión de edificios con alto poder simbólico le hace falta un gran espacio público. Pero tampoco se menciona la problemática de San Juan Masías. En el imaginario de Ciriani existen “los cerros al este” (el cerro el Agustino, al fondo), y propone integrarlos al proyecto mediante la alegoría de una ventana. Es decir, desde San Borja se podrían ver las barriadas de los cerros que están más allá a través de un marco, como un cuadro hiperrealista, pero no se habla de la convivencia o la recuperación de la barriada que está a pocos metros.
- Plaza de la Cultura:
Se habla de una mirada integral de la ciudad, pero nuevamente, San Juan Masías no aparece, ni en las imágenes ni en los textos. Ni una mención a la problemática. Esta propuesta, como todas las analizadas, se enfoca en reforzar y embellecer la cara principal del distrito, olvidando y negando la cara oculta que se ubica a sus espaldas.
- Reinserción de SJM en San Borja:
La Municipalidad [de San Borja] cuenta con un proyecto, desarrollado por un equipo de profesionales multidisciplinar para el PNUD. Este concluye que la población migrante que invadió estos terrenos se encuentra marginada y envuelta en problemas de delincuencia, drogadicción, violencia familiar y otros. La propuesta consiste en talleres para la reinserción social, y la construcción, en una primera etapa, de un arco de ingreso al barrio, y el pintado de murales que refuercen su identidad. Para el mediano plazo, convertir a los vecinos en generadores de servicios turísticos para los visitantes internacionales que trajera el Centro de Convenciones.
Este proyecto resulta una caricaturización genérica de la barriada. La pobreza del análisis y la propuesta se reflejan en la calidad de los murales realizados, llenos de significados discriminatorios. El intento de integrar consigue poner en mayor evidencia la problemática. Al no entender esta realidad, se impone la mera decoración.
5.
En Lima no solo el cielo es gris. En nuestros imaginarios colectivos también hay neblina.
Notas:
[1] Jorge Luis Borges
[2] Armando Silva
[3] Wiley Ludeña (2010). Entrevista por Doraliza Olivera, publicada en Revista Ideele N° 202. Octubre de 2010.
Nota: El presente texto obtuvo el segundo lugar en el I Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica, realizado en Perú, 2016.