Atrio de un Lobby / Oded Halaf y Tomer Gelfand

Curado por ArchDaily

Arquitectos: Oded Halaf, Oded Halaf, Tomer Gelfand ; Tomer Gelfand , Oded Halaf
Año: 2016
Fotografías:Itay Sikolski (NUMSIX)

Descripción de los arquitectos. La más reciente instalación en el desarrollado distrito de la Bolsa de Diamantes de Israel es la geométrica Torre Amot Atrium, diseñado por el destacado arquitecto Moshe Zur.

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Con 158 metros de altura y con 38 pisos de comercio, el rascacielos de cristal cuenta con certificación LEED platinum -el primero de su tipo en Israel.

El nombre del edificio proviene del impresionante hall de entrada del atrio, diseñado por el arquitecto Oded Halaf, que gestó una radical idea: la construcción de una escalera como elemento escultórico, ortogonal y acristalado en el gran vestíbulo de cuatro pisos; una tarea compleja y aparentemente imposible, para la cual el encargado debía ser un profesional con conocimientos, experiencia y una inmensa creatividad.

Tomer Gelfand es un artesano magistral que se especializa en dar soluciones arquitectónicas a problemas de ingeniería. Desde 1976 heredó el estudio fundado por su padre, Gelfand, que practica aplicaciones de diseño con madera, acero inoxidable y vidrio.

Durante un período de 18 meses, desde que Halaf presentó el esquema de las escaleras a Gelfand, este último logró diseñar, ejecutar, supervisar y finalizar todas las etapas de construcción, convirtiendo el sueño de Halaf en una realidad.

La estructura de la escalera se compone de dos partes entrelazadas: un esqueleto de metal para la escalera y un sobre de madera escultural. En conjunto, se levantan como un tornado expresivo - concebido como el inicio de la meseta hasta el entresuelo del primer piso, catorce metros más arriba. Para llevarlo a cabo, Gelfand ideó un sistema de perfil continuo de madera, que parece ser flexible y plegable, pero en realidad es extremadamente rígido y estable.

Gelfand comenzó explorando el esqueleto, con un tipo de resonancia magnética, cortando la estructura verticalmente y generando secciones en el ancho de los perfiles de madera. La enorme cantidad de secciones que dio como resultado, cada uno con un requisito de radio diferente, produjo una cantidad interminable de arcos y con el fin de hacer frente a esta abundancia de arcos, Gelfand ideó un cálculo para la tolerancia de curvatura media del perfil de madera, dictada por el radio y el ángulo de los arcos.

El paso siguiente fue la creación de los perfiles radiales desde el material en sí: un total de 9.000 metros de longitud de madera de Álamo en bruto, fue cortado en una máquina CNC para crear el inventario de los módulos, cada uno genéticamente codificado y marcado para que quepa exactamente en el gran esquema.

Ya que ninguna pieza podía ser intercambiable, la medida tuvo que ser emprendida con antelación para garantizar la coherencia en la implementación final: por ejemplo, cada uno de los puntos de conexión entre los módulos se completó con un radio inverso; juntos, forman una onda sinusoidal similar, creando así una transición sin problemas. Además, digitalmente se logró ver a través de la madera cruda, presentando varios colores naturales. Para solucionar esto, se extrajo una paleta de 12 tonos de las piezas de álamo y luego se aplicó a los módulos.

Por último, los perfiles codificados, como un rompecabezas se instalan en el sitio de la obra final, en exactamente cuatro meses de trabajo delicado y preciso de reunión, administración y supervisión por el propio Gelfand.

El resultado final encapsula la paradoja de la creación contemporánea: lo que aparece como un gesto artístico, dibujado a mano, es, de hecho, el resultado de un procesamiento de datos algorítmico y el producto de innumerables piezas intercambiables.

Aparentemente arbitraria y completamente informatizada; la naturaleza es aprovechada por los verdaderos artistas de la actualidad de la tecnología.