A treinta años de la reinauguración del histórico Pabellón alemán en Barcelona diseñado por Mies van der Rohe, hoy se inauguró el proyecto ganador de la convocatoria que buscó recrear temporalmente las columnas jónicas y peanas de Puig i Cadafalch, construidas con motivo de la Exposición Internacional de 1929.
Los arquitectos Luis Martínez Santa-María y Roger Sauquet Llonch son los autores de la propuesta titulada 'I don't want to change the world. I only want to express it', la cual presenta las columnas como una formación de más de 100 bidones multicolores industriales de "superficies cilíndricas, arañadas e irregulares, sobre las que se imprimen los gestos de las manos, marcas llenas de vida a las que habrá que añadir la contribución de los agentes atmosféricos, la humedad, la lluvia y el sol".
Los autores Luis Martínez Santa-María y Roger Sauquet Llonch explican su propuesta después del salto.
Más de cien bidones industriales usados y desechados han sido despintados, decapados y rociados con agua a presión para quitarles la homogeneidad de su acabado superficial y para desactivar su pasado. El resultado de su superposición vertical es un conjunto de columnas constituidas por unas superficies cilíndricas, arañadas e irregulares, sobre las que se imprimen las huellas de las herramientas mecánicas y los gestos de las manos. Unas marcas llenas de vida a las que habrá que añadir la contribución de los agentes atmosféricos, la humedad, la lluvia, el sol, que mejorarán el aspecto de los bidones al estropearlos aún más con el paso del tiempo.
A los pies del Montjuic, la sombra sobre la que parece que se apoyan cada una de estas ocho columnas sobre el suelo querría señalar la cualidad insustancial de estos fustes de chatarra. Y es que cada columna desearía reclamar para sí el menor peso posible, ostentar que no hay peso en esta reagrupación de bidones de distintas procedencias, de distintos colores a punto de disolverse para siempre y de marcas comerciales que se desdibujan unidas entre sí, bidón a bidón, mediante toscos cordones de soldadura.
Se ha hablado de la verticalidad de las columnas contra las que la horizontalidad del Pabellón alemán se contrastaba en 1929. Pero era más bien el tiempo, era el tiempo aquello contra lo que el pabellón se oponía, el silencioso tiempo del pabellón contra el tiempo de las antiguas columnas. Con su evidente desenfado las ocho columnas de bidones recrean ese otro tiempo, un tiempo distinto, que viene a depositarse junto al tiempo silencioso, el lugar silencioso, del admirable y luminoso pabellón de Mies.