Existen momentos en los que uno se cuestiona si lo que está haciendo vale la pena, o si de verdad es eso lo que uno quiere hacer. En un principio, lo más común es culparse a uno mismo por sus fallas pero, ¿realmente es nuestra culpa? ¿o por el contrario quieren hacernos creer que es nuestra culpa?
Durante el proceso de aprendizaje es muy fácil aceptar todo lo que se nos inculca, sin embargo, en el instante que uno empieza a cuestionarlo ocurre el verdadero aprendizaje. No obstante, esto puede llevarnos a descubrir que tal vez la culpa no era nuestra, sino de quienes nos enseñan.
Las dudas
Pienso que en la vida de la mayoría de personas existe un momento de inflexión, un instante en que te preguntas, ¿esto en verdad vale la pena? O algo como, ¿es este el camino que en verdad quiero seguir? Ese momento para mí llego a mitad de mi carrera universitaria y las razones fueron muchas.
La principal se debió a que empecé a dudar si lo que me estaban enseñando como arquitectura era realmente arquitectura, y plantearme esta cuestión me derivaba a dos senderos totalmente opuestos:
- No era lo suficientemente capaz de convertirme en arquitecto, es decir, si era la arquitectura mi verdadero interés y ser arquitecto mi verdadera pasión,
- O por otro lado, el cual para mi parecía peor, si la universidad y mis profesores estaban equivocados en lo que ellos creían que era arquitectura y por consiguiente todo lo que enseñaban era un error.
A esa disyuntiva llegué cuando a mitad de mi carrera universitaria, mi interés por aprender sobre la arquitectura que me enseñaban disminuyó considerablemente, lo cual se reflejaba en mis calificaciones. Además, los ejercicios planteados para reforzar los conocimientos adquiridos carecían de toda lógica y estaban totalmente desvinculados de la realidad de mi sociedad, mi ciudad y mi país. Asimismo, cuando preguntaba sobre mis dudas a los profesores, sus respuestas giraban en torno a la “subjetividad de la arquitectura” o a palabras rebuscadas sólo con el ánimo de minimizarme intelectualmente, palabras que no significaban nada por más floridas y científicas que parecían.
Mis dudas también aparecían cuando empecé a ser consciente de los lugares y ciudades que visitaba. Yo estudié arquitectura en la ciudad de Lima, capital del Perú, un país demasiado centralista y donde, por ende, todo gira alrededor de la capital.
Mi país es uno de los más biodiversos que existen -dado que geográficamente tenemos paisajes característicos de la costa como los desiertos y bahías, de la sierra como las montañas y valles (imagen 1) y de selva como los bosques tropicales y grandes ríos (imagen 2)-, y por tal razón uno de los más pluriculturales también, ya que en todos estos lugares florecieron grandes sociedades que aportaron considerablemente en el desarrollo cultural de mi país, sociedades que fueron de las más productivas y proliferas de la época prehispánica (imagen 3). Esto sin mencionar que en nuestro bagaje cultural también existe la mezcla cultural producto de la invasión europea a América. En definitiva, fuimos el origen del imperio más grande de Sudamérica [1] -los Incas- y además el centro Colonial más grande de América: el Virreinato del Perú (imagen 4). [2]
Ahora bien, y todo esto, ¿para qué? Para darme cuenta de que cada vez las ciudades de mi país se parecían -arquitectónicamente- más a Lima, la capital. La copia era de todo; los edificios, las casas, las calles, etc. En otras palabras, sentía que estaban perdiendo su identidad y que las ciudades se hacían cada vez más homogéneas.
Fue cuando pensé si esto era lo correcto, si ese es el camino que tomarían todas las ciudades de mi país. Una gran parte de mí discrepaba y rechazaba eso. Sin embargo, mi decepción aumentó cuando descubrí que mi ciudad, Lima, la capital de mi país, no era tan original como pensaba, y que estaba copiando arquitectónicamente a otras ciudades extranjeras, norteamericanas y europeas por lo general.
Fue un momento muy confuso para mí, ya que no sólo involucraba mi futuro profesional, sino también el futuro de mi ciudad y el de mi país. ¿Qué era lo correcto: lo que yo pensaba o lo que me enseñaban?
El discernir
Muchas veces creemos que nuestros pensamientos son únicos o que son los primeros, y esto crea una atmósfera de exclusión y aislamiento. En otras palabras, pensamos que nos encontramos solos.
Esto es reforzado cuando decides expresar tus ideas pero no existen personas que puedan entenderlas o por lo menos mostrar una conducta tolerante frente a alguien que piense distinto a ellos. En mi caso, fueron mis profesores. Hasta ese momento no había conocido a ningún profesor que por lo menos tuviera la capacidad de cuestionar sus conocimientos, de justificarlos con evidencias y que dejara de repetir lo que se les había enseñado a ellos también.
Fue entonces cuando me enteré accidentalmente de que había un selecto y muy pequeño grupo de profesores -a los cuales podía contar con los dedos de mi mano- que discrepaban también de lo que se predicaba sobre arquitectura en la universidad. Pero al ser muy pocos, ellos también eran minimizados y hasta ofendidos por sus colegas profesores.
Mi curiosidad por saber la razón por la cual eran desdeñados hizo que me inscribiera en la clase de uno de ellos. Fue entonces que descubrí que no era el único que pensaba de esa forma y gracias a esta profesora, revelé que no era yo el que estaba equivocado. Ella me explicó la realidad de la arquitectura de mi país y porqué está en el pésimo nivel en el que está. Me explicó que el destino de las ciudades de mi país no era ser iguales; que la identidad cultural de cada una de estas es sumamente importante; que la única forma de saber quién está en lo correcto es a través de la investigación; y que la arquitectura va más allá del sólo hecho de construir, implica también pensar.
Fue gracias a ella que me sumergí en lecturas relacionadas con la importancia del aspecto simbólico en la arquitectura, de lo incoherente que es el discurso “racional” de la arquitectura modernista y de cómo este perjudicó a la arquitectura tradicional de mi país, la cual estaba llena de color, detalles y vida antes de que un grupo de arquitectos decidiera que eso estaba mal y subdesarrollado, sólo porque no era igual a lo que se hacía en ese mismo tiempo en Europa [3].
Decidí entonces descubrir la verdadera arquitectura, investigar y leer sobre personas que, como yo y esos pocos profesores, no estaban de acuerdo con el tipo de doctrina a la cual se sometía la arquitectura. Descubrí que existían autores y un sinfín de personas que estaban haciendo algo por cambiar la realidad de la arquitectura, sin embargo, lo que más me sorprendió fue que los sociólogos, antropólogos, psicólogos, y demás científicos sociales peruanos que escribían e investigaban sobre los problemas de la arquitectura en mi país, eran totalmente ignorados por la gran mayoría de los arquitectos peruanos [4]. Muchos arquitectos peruanos creen que no necesitan de la ciencia para su desarrollo, creen que su quehacer es gracias a una "inspiración celestial".
La última etapa de mi vida universitaria estuvo marcada por desafiar un poco al sistema que regía en mi facultad, dado que para graduarme era necesario realizar una tesis que involucre un proyecto, es decir, un edificio, algo construible y nada más. Fue ahí que junto con una compañera decidimos arriesgarnos en presentar una tesis netamente investigativa con una conclusión teórica, que ayude a solucionar parte del problema de la arquitectura en nuestro país. Si bien al principio la universidad nos rechazaba esta idea, fue gracias al apoyo de ese selecto grupo de profesores que la universidad cedió y aceptó la presentación de nuestra investigación teórica como tesis de licenciatura [5].
El que estaba equivocado no era yo, sino la universidad.
Conclusiones
Siempre me pregunto, ¿qué hubiera pasado si no hubiera conocido ese pequeño grupo de profesores que me ayudaron a abrir los ojos? ¿donde estaría ahora? Sin embargo, los “hubiera” no existen, y cada uno toma y acepta las decisiones que cree correctas en un determinado momento. El problema aparece cuando las aceptamos a ciegas, sin someterlas a un juicio crítico.
Entonces, ¿cómo saber que es lo correcto y que cosa no? ¿o cómo revelar si lo que me están enseñando es lo correcto o no? Es muy probable que en nuestra etapa universitaria aceptemos todo lo que nos están enseñando, ya que por tal razón hemos decidido inscribirnos en esa universidad y aprender lo que ellos saben. Por tal motivo comprendo que es difícil, ya que para mí también lo fue, admitir que no todo era cierto, que lo que nos están enseñando está errado.
Existe una herramienta que es innata al ser humano, una herramienta que puede ser peligrosa para algunos pero muy satisfactoria para otros, una herramienta que ha estado presente en todos los procesos de aprendizaje de los seres humanos y que ayudó siempre a descubrir a muchas personas lo que es verdadero. Esa herramienta es la curiosidad.
Ese instinto está siempre con nosotros, desde que éramos niños y veíamos a las hormigas dirigiéndose hacia un lugar y queríamos saber hacia dónde, o ya de adultos al caminar por la calle y escuchar una melodía queriendo saber de dónde proviene o quién la compuso. Este instinto fue el que me motivó a estudiar arquitectura y más adelante a cuestionarla y es ahí donde se originan los problemas. Existen personas en el mundo a las cuales les parece muy peligroso que la gente se interese en el porqué de las cosas, que empiece a conocer sus procesos y eventualmente cuestionarlas. Esto no tiene nada de malo ya que a través de este proceso se valida la permanencia de ciertos sistemas pero, ¿qué ocurre cuando se descubre la incoherencia y el engaño?
La recomendación más sensata es que no repriman ese instinto; observen, lean, investiguen, experimenten, en otras palabras, duden. La arquitectura necesita muchísimo de la ciencia, pero no de la que hablan incontables arquitectos que creen que el vínculo de la arquitectura con ella es a través del uso de nuevas tecnologías constructivas, sino de la que provee verdadero conocimiento.
Fue así como descubrí que lo que me estaban enseñando sobre arquitectura era erróneo y por más que uno sienta que está solo o que no es comprendido, existen en el mundo varias personas que están haciendo el cambio en la arquitectura, que cuestionan a las grandes autoridades por fomentar una arquitectura que no promueve la vida, y que está totalmente alejada de la sociedad y del contexto en general.
Soy consciente de que las personas en el mundo que piensan que no se está haciendo una arquitectura pertinente son muy pocas, pero si cada uno de nosotros intenta difundir y realizar investigaciones que revelen la farsa arquitectónica en la cual estamos viviendo, tal vez algún día podamos cuestionar la arquitectura que hoy domina el panorama mundial.
Bibliografía
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Alexander, C., Ishikawa, I., Silverstein, M., Jacobson, M., Fiksdahl-King, I., & Angel, S. (1980). Un lenguaje de patrones: Ciudades, edificios, construcciones. Barcelona: Gustavo Gili.
Caballero Nolte, C., & Córdova Ramírez, M. (2014). La pertinencia en la arquitectura: Análisis comparativo entre la vivienda actual hecha con y sin arquitectos. Lima: Tesis de titulación, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma.
Canziani Amico, J. (2009). Ciudad y territorio en los andes. Contribuciones a la historia del urbanismo prehispánico (Segunda ed.). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Salingaros, N. (30 de Agosto de 2013). Unified architectural theory.
Salíngaros, N. A. (2008). A theory of architecture. Solingen: Umbau-Verlag.
Salíngaros, N. A. (2014). Antiarquitectura y desconstrucción: El triunfo del nihilismo. Buenos Aires: Diseño Editorial/Librería Técnica.
Sánchez Hernani, E. (19 de Mayo de 2014). La Agrupación Espacio y la unión entre arte y arquitectura. Obtenido de El Comercio Perú.
Vega Centeno Sara Lafosse, P. (1992). Autoconstrucción y reciprocidad: Cultura y solución de problemas urbanos. Lima: Instituto de Desarrollo Urbano - CENCA.
Vega, J. J. (1967). Incas, dioses y conquistadores. Lima: Fondo de Cultura Popular.
[1] CANZIANI AMICO, José. Ciudad y territorio en los andes. Contribuciones a la historia del urbanismo prehispánico. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009.
[2] VEGA, Juan José. Incas, dioses y conquistadores. Lima: Fondo de Cultura Popular, 1967.
[3] Durante los años 1940’s en el Perú, una asociación de arquitectos y artistas peruanos que se hacían llamar “Agrupación Espacio” redacta un manifiesto que profesaba un anti-historicismo y una negación rotunda al ornamento, discurso heredado en gran parte por Le Corbusier. Ellos fueron responsables de la introducción en el Perú de la doctrina modernista y principales promotores de la demolición de decenas de hermosas construcciones en el centro histórico de Lima con el pretexto que estas representaban el atraso y subdesarrollo cultural en la sociedad peruana. SANCHEZ Hernani, Enrique “La Agrupación Espacio y la unión entre arte y arquitectura” (en línea) El Dominical, El Comercio. Mayo. Consulta: 09 de Mayo del 2016.
[4] Uno de estos científicos sociales es Pablo Vega Centeno, quién cuestionó las grandes obras de Unidades Vecinales promovidas por el Estado Peruano ya que no solucionaban realmente el problema de la vivienda en el Perú. Además, resaltó el poco interés por parte de los arquitectos de sumergirse en el problema de las barriadas de las distintas ciudades del país. VEGA CENTENO S.L., Pablo. Autoconstrucción y Reciprocidad: Cultura y solución de problemas urbanos. Lima: Instituto de Desarrollo Urbano – CENCA, 1992.
[5] Básicamente, nuestra tesis de licenciatura abordó el problema de la impertinencia de la arquitectura en Lima y porqué es necesario realizar una arquitectura apropiada al ser humano y al contexto en general. CABALLERO NOLTE, Claudia & Miguel CÓRDOVA RAMÍREZ. La pertinencia en la arquitectura: Análisis comparativo entre la vivienda actual hecha con y sin arquitectos. Tesis de titulación, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma, 2014.