En el año de 1991, el artista peruano Aldo Chaparro y referente internacional del arte latinoamericano, dejó su país para establecerse en México. Tiempo después, alrededor de estas fechas cumple veinticinco años en el país, y en marco de esta conmemoración, tuvimos la oportunidad de visitar su estudio y conocer más a fondo el trabajo que ha ido dando forma a la trayectoria del artista.
Para conocer más sobre el trabajo de Aldo Chaparro, sigue leyendo después del salto.
Chaparro nació en Perú, hogar de artistas como Mario Vargas Llosa y Fernando de Szyzlo, donde estudió y vivió los primero años de su vida. Con un título por la Universidad Católica del Perú, y después de haber colaborado en el estudio de Hernán Pazos, Aldo Chaparro decide comenzar su trabajo en México donde hoy tiene uno de sus cinco estudios, junto al de Nueva York, el de Madrid, otro en Valle, y evidentemente otro más en Perú.
El trabajo de Chaparro es amplio, pero podemos acotar la mayoría de sus obras dentro del quehacer de la escultura, de la arquitectura y del diseño. Con una particular inclinación por la tercera dimensión de los objetos, es lógico pensar en la escultura como disciplina fundante en el trabajo de Chaparro, sin embargo, después de platicar con él sobre la intención y materialidad de su tarea, descubrimos que la arquitectura, el manejo y la disposición del espacio, juegan un papel fundamental en el planteamiento de sus obras.
Si bien, las medidas de los materiales prefabricados y los espacios donde se albergarán sus obras disponen la condición del resultado final, el artista ha logrado entender estas condicionantes como pie de discurso, más que como limitante. El tamaño de las láminas y de las piezas de madera con las que trabaja entran en diálogo con la geometría y las proporciones que articulan sus intervenciones.
El carácter de cada escultura surge contundentemente del material que le da forma y del usuario para el que fue creada, Aldo Chaparro, en desacuerdo con las idea de que lo virtuoso del tallado es lo que le da calidad a la obra, apuesta a combinar el dominio de la técnica con el peso de la experiencia de encuentro entre el espectador y sus obras.
Es en esta apertura al encuentro entre usuario y obra en que el trabajo de Chaparro converge con la arquitectura. Aldo desarrolla muchas de sus esculturas en el sitio donde permanecerán una vez adquiridas. Además de intentar conocer al usuario, visita el sitio, y cuando es posible, sugiere condiciones arquitectónicas para dar un lugar preciso a la obra, un sitio que intervenido con adecuaciones en las entradas de luz, texturas, etc. se convierta en un lugar que se complemente con la escultura tanto como la escultura se complemente con el espacio.
Cada encuentro es único, entonces cada obra debe ser única. De entrada podría parecer que los materiales prefabricados reducen las posibilidades de la obra final, como si las medidas y la constitución del material hicieran de la obra, una pieza genérica. Aldo Chaparro encuentra belleza en la operación de convertir un ‘material genérico’ en una obra de carácter individual. A través de procesos de vanguardia sobre los materiales, con los que le gusta estar en constante contacto, Aldo Chaparro propone nuevas soluciones a viejos problemas de diseño junto a un equipo que mantiene activa la experimentación.
Gracias a la manipulación de envolventes, al cambio de la forma predeterminada de los materiales, y a una apuesta por resinificar los conceptos que originan el arte, Chaparro ha logrado conseguir una transformación espacial en varios espacios a lo largo de su labor como escultor. Aunque la mayoría de sus obras son adquiridas por coleccionistas, su obra también ha comenzado a incidir en escalas más al nivel de la ciudad. Ejemplo de esta incidencia son sus tres obras en espacios exteriores en Monterrey, México. Gracias a las piezas colocadas en puntos estudiados por el artista, el carácter de ingreso, transito o estar de esos espacios se ve sacudido por el objeto, y redirecciona la manera de vivir el espacio.
Es difícil resumir el trabajo de un artista como Aldo Chaparro, pero podemos intentar fijar algunos ejes que han dirigido su quehacer como escultor el día de hoy; la coherencia con su tiempo, la resignificación de la obra y la reflexión que provoca la contemplación de su trabajo es clave para acercarse a la labor de Chaparro. Cuando puedes leer a Madonna tanto como a Louis Sullivan envueltos en luces de Neón, sabes que todo está más allá de su significado usual.
