Ya hemos hablado de gentrificación anteriormente, el "proceso de expulsión de población socialmente vulnerable desde zonas centrales urbanas", como plantea López Morales. Si bien lleva décadas de desarrollo en el Norte Global, el análisis de su impacto es relativamente nuevo en Latinoamérica, así como también sus detonadores y consecuencias varían en función de cada ciudad.
En Latinoamérica, ha sido estimulado por actores inmobiliarios y actores estatales (como el caso chileno, disfrazado de 'renovación urbana'), y en parte, por oleadas de nuevos vecinos que 'descubren' un barrio cool que, sin embargo, siempre ha estado ahí. En esa línea, en la sección Comment is free del periódico británico The Guardian, la directora senior del PolicyLink Center for Infrastructure Equity, Kalima Rose, explicó hace unos días que sentirse culpable por gentrificar ya no basta, y que la idea de evitar ser parte de la gentrificación simplemente no viviendo en áreas ya gentrificadas "ignora la raíz política y estructural del problema".
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Si bien en Latinoamérica el concepto de gentrificación está tomando fuerza en la discusión académica, en la agenda pública simplemente no existe. Mientras tanto, en Europa y Estados Unidos el concepto ha permeado al punto que ha servido de material para guiones de series como South Park ("The Lady and Gentrification") o la desaparecida Happy Endings ("You've Got Male") donde el arribo de una gran cadena de cafeterías (muy similar a Starbucks) amenaza con desatar un proceso de gentrificación en un barrio de Chicago.
En ese sentido, las rápidas transformaciones que viven los barrios estadounidenses en proceso de gentrificación, queda en evidencia en el trabajo del artista neoyorquino Justin Blinder, quien desarrolló una serie de gif ('Vacated') para mostrar la mutación del distrito de Brooklyn en Nueva York, durante la alcaldía de Michael Bloomberg, impulsor de políticas públicas que aceleraron este proceso a través de grandes corporaciones inmobiliarias [inglés].
Como expone Rose en su artículo, que los gentrificadores -fueren quienes fueren- se sientan culpables de 'gentrificar' implica que tienen consciencia del efecto segregador del proceso (o 'renovación urbana', si usted prefiere los eufemismos). "La conciencia es inútil a menos que contribuya [...] a contrarrestar las consecuencias negativas del mercado inmobiliario en el que han comprado", señala Rose. Entonces es necesario ser parte de la solución y no del problema.
En el caso local, la ausencia de viviendas de costos asequibles (y el rechazo de su construcción en barrios acomodados) y la protección legal a los arrendatarios, "conduce al desplazamiento de residentes ya establecidos", particularmente minorías étnicas, según Rose, quien agrega:
"En vez de sentirse paralizados, los gentrificadores deberían apoyar la defensa de inquilinos locales y organizaciones que prestan ayuda a vagabundos. El fortalecimiento de la protección de los arrendatarios es clave para reducir la vulnerabilidad. Las ordenanzas básicas tales como el control de los (costos de) arriendos -causa justa para desalojos y protecciones contra el acoso inmobiliario- son herramientas cruciales para restañar el flujo de salida de hogares vulnerables".
Pues, tal como advierte Rose, aún no conocemos procesos de gentrificación que no desplacen a los residentes originales.
Lee el artículo Your guilt trip won't stop gentrification [inglés] aquí.