Teoría Unificada de la Arquitectura - Capítulo 4: “La complejidad del lenguaje de formas, con lista de chequeo”

Desde hace un tiempo venimos publicando, a través de sus diferentes capítulos, el libro Teoría Unificada de la Arquitectura de Nikos Salingaros, para que pueda ser consultado libremente por estudiantes y arquitectos de todo el mundo. Este capítulo analiza la complejidad del lenguaje de formas y describe cómo utilizar la lista de verificación del lenguaje de formas para medir estas complejidades. Si te los perdiste, puedes leer antes la introducción, el capítulo 1, los capítulos 2A y 2B y el capítulo 3.

* Traducido del inglés por Jorge Bautista Satorra. Corregido por Francisco Contreras Chávez.

Existe una masa crítica de escritos hechos por arquitectos de la primera mitad del siglo XX, y podemos revisarlos para ver los lenguajes de formas del modernismo. Por desgracia, los datos útiles que podemos extraer son escasos, ya que en su mayoría estos escritos no describen un lenguaje de formas propiamente tal, sino más bien hablan sobre comercialización, marketing y afirmaciones de carácter político. Además, estas expresiones subjetivas acerca del lenguaje de formas son presentadas a modo de normativa teórica: una serie de preceptos sobre lo que se puede hacer y lo que no, con el peso de cierta ética universal, aun cuando se basan únicamente en opiniones y no en observaciones empíricas estudio sistemático.

Estas son algunas listas prácticas de reglas que he recopilado, de autoría de: Naum Gabo y Antoine Pevsner, Ludwig Mies van der Rohe, y Le Corbusier.

De los hermanos Naum Gabo y Antoine Pevsner, 1920: “Rechaza la masa cerrada y el volumen, y modela el espacio desde adentro hacia afuera. Rechaza el color y utiliza únicamente el color natural de los materiales de construcción. Rechaza todo ornamento.”

De Ludwig Mies van der Rohe, 1923 : “Plantas abiertas para los interiores. Los materiales se reducen al hormigón, acero y vidrio. Utilícese únicamente muros cortina y estructura de hormigón armado, no utilizar construcción que soporte cargas.”

De Le Corbusier, 1927: “Levántese el edificio de su asentamiento sobre las cimentaciones, de manera que quede suspendido sobre pilares (pilotis). Solo está permitida la construcción con muros cortina. Los techos tienen que ser planos. Las ventanas podrán ser únicamente horizontales y se extenderán entre un pilar de carga y el próximo, lo cual las hace muy amplias (estrechas y largas)”.

Estos tres conjuntos de reglas para el lenguaje de formas del Movimiento Moderno contrastan con el lenguaje arquitectónico tradicional, de manera que el resultado se ve notablemente distinto a lo construido antes del siglo XX. Esta nueva aparienciaconstituyó buena parte del atractivo en el lenguaje de formas del Movimiento Moderno cuando se introdujo por primera vez.

Dejando de lado los méritos de este nuevo lenguaje formal y sus variantes, hay aquí un llamado a la universalidad, y por lo tanto un rechazo a adaptaciones regionales. Hay además un fuerte interés en rechazar algunos elementos por el mero hecho de pertenecer al lenguaje de formas tradicional: volverse contra la tradición cultural en aras de la innovación.

Nuestra sociedad adoptó el nuevo lenguaje formal modernista (del Movimiento Moderno, no del Art Nouveau) en una gran cantidad de edificios, olvidando todo un repertorio de antiguas y tradicionales formas arquitectónicas. Esto representa una gran pérdida para la base de conocimiento de la profesión arquitectónica. Ninguna sociedad racional debiese echar el conocimiento práctico en la basura, a menos que éste se demuestre inútil o incorrecto.

Nada malo fue descubierto en los lenguajes de formas más antiguos; de hecho, estos lenguajes poseen una amplia gama de cualidades adaptivas, capaces de crear espacios agradables, funcionales y confortables. Así pues, proponemos que un arquitecto pueda aprender de cualquier lenguaje de formas. Algunos lenguajes serán más adecuados que otros para un determinado lugar — un bienvenido retorno a la valoración regionalista puesto que ello conduce a la sostenibilidad.

Hoy en día, cuando se decide emplear formas más tradicionales para diseñar un edificio, el/la arquitecto/a tiene la opción de utilizar este lenguaje de formas en su versión original; de lo contrario, puede elegir su actualización mediante la introducción de mejoras o ahorro en recursos mediante materiales más contemporáneos. Además, los arquitectos tienen la opción de añadir otros elementos innovadores propios, a menos que se les encargue diseñar en un determinado lenguaje de formas.

Al igual que el lenguaje escrito y hablado, un lenguaje de formas evoluciona con el tiempo, de manera que el cambio se considera algo natural. Lo que no es natural es una drástica reversión de un determinado lenguaje de formas. El asunto crucial aquí es modificar un lenguaje de formas arquitectónico sin que pierda su capacidad adaptativa ni expresiva. Y para lograrlo, el/la arquitecto/a debe comenzar por un profundo respeto por lo que representan los lenguajes arquitectónico tradicionales desarrollados hasta el momento.

Un estudio y análisis profundo sobre un lenguaje de formas específico capacita para su uso como herramienta de diseño mediante la comprensión de cómo un determinado diseño surge a partir de una “combinatoria lingüística” de las formas. Si el investigador procede a documentar con exactitud y rigor un determinado lenguaje de formas, podrá entonces utilizarlo para diseñar un edificio completamente nuevo. La medida del éxito está en que el observador considere si el nuevo diseño se asemeja a un edificio original lo suficientemente como para ser considerado resultante del mismo lenguaje. Me gustaría poner fin a la práctica común entre los estudiantes de copiar edificios como imágenes superficiales, lo cual no es inteligente ni creativo. La forma correcta de diseñar con un lenguaje específicamente elegido consiste primero en extraer y documentar ese lenguaje de formas a partir de uno o más ejemplos, para luego utilizarlo en el diseño de un nuevo edificio.

Documentar un lenguaje de formas

Llevar a cabo la tarea de documentar un lenguaje de formas resulta ser toda una experiencia educativa. En primer lugar, este proceso revela la complejidad del lenguaje: qué cantidad de palabras (y esquemas) se requieren para describirlo de manera que pueda ser aplicado en el diseño. Existe una muy sencilla medida de la complejidad que podemos utilizar para ello. La medida de la complejidad de Kolmogorov-Chaitin expresa el tamaño mínimo necesario para describir cierta cantidad de información en un sistema. Es la “cantidad de código” sin incurrir en redundancias. Para un lenguaje de formas, sería el número de palabras de tu “lista de chequeo” completa para tal lenguaje [plantilla proporcionada más adelante].

Esta primera medida de la complejidad de un lenguaje de formas abre una nueva dimensión en el entendimiento de la arquitectura. Satisfacer las necesidades del usuario, adaptarse al clima, región y disponibilidad de materiales, debe llevar a una mayor complejidad en el lenguaje de formas — con un mayor número de palabras. En realidad, tanto los sistemas altamente ordenados como los aleatorios son complejos, aunque de manera diferente. Más tarde estudiaremos esta distinción. Por el momento, observamos que la complejidad de un lenguaje de formas no implica necesariamente adaptación, y  se buscará una correlación entre la complejidad de Kolmogorov-Chaitin y la adaptación regional.

Este modelo nos permite además comparar diferentes lenguajes de formas desde el punto de vista de su complejidad. Lenguajes de formas distintos no pueden compararse visualmente, no solo debido a las muy diversas imágenes que muestran, sino más bien en lo que respecta a la complejidad global de cada lenguaje.

El regionalismo tradicional implica adaptarse a los materiales locales, al clima, a la cultura y a los hábitos sociales. (Más adelante hablaremos sobre las posibilidades de combinar el regionalismo con la arquitectura modernista, es decir, el Movimiento Moderno del siglo XX). Utilizando el modelo de Kolmogorov-Chaitin para medir la complejidad de un lenguaje de formas a partir del número de palabras que constituyan su descripción verbal, podremos investigar cómo la adaptación a las prácticas y tradiciones constructivas locales requiere de una descripción más o menos extensa del proceso de diseño. Nuestra experiencia intuitiva nos llevaría a afirmar que para una mejor adaptación a los condicionamientos locales se requiere de una descripción más extensa.

Un lenguaje de formas es como una receta para crear un orden estructural, y sus productos resultantes tendrán su propio aspecto característico. En el corazón de toda lengua hablada o escrita encontramos un conjunto de reglas comunes a todos los idiomas. Podemos buscar aquellas reglas generales presentes en otras ciencias para comprender la similitud entre estilos arquitectónicos visualmente distintos.

Anteriormente he presentado algunas reglas para el orden estructural que ayudan a explicar la teoría de Alexander sobre el diseño adaptativo, la cual trataremos más adelante. Estas reglas se han tomado de la física, no de la arquitectura, y establecen un marco útil para analizar lenguajes de formas. Dichas reglas representan los medios para alcanzar la coherencia de las formas.

Son propuestas tres leyes para la arquitectura: (1) El orden a pequeña escala consiste en elementos contrastantes pareados . (2) El orden a gran escala se da cuando cada elemento colabora con el fin de reducir la aleatoriedad. (3) Lo pequeño está conectado con lo grande por una jerarquía de escalas intermedias, utilizando una proporción de escalado de alrededor de:  e = 2.7.

Veamos las consecuencias de estas reglas al aplicarse en la creación de un orden coherente. La escala más pequeña deberá tener elementos bien definidos para que realmente puedan asociarse. No puede ser totalmente vacío. El acoplamiento se logra a través del entrelazamiento geométrico y del contraste. De esto se deduce que siempre que haya repetición, es un par de elementos que se repite.

La aleatoriedad se reduce mediante el uso de todo tipo de operaciones simétricas: repetición, alineación, traslación, reflexión y la combinación de estas dos últimas. La idea es ser capaz de experimentar la estructura en su totalidad, en lugar de considerar cada componente individual de manera separada. Los componentes en una misma escala están relacionados mediante simetrías comunes, mientras que aquellos que están a diferentes escalas se relacionan por medio de simetrías proporcionales según ampliación.

Estas reglas, originariamente proporcionadas en el contexto de una teoría específica del diseño, resultan útiles en el desarrollo de un lenguaje de formas. Por ejemplo, busque elementos (emparejados) repetidos y en contraste a pequeña escala. Preste atención en lo que ocurre a diferentes escalas. Indague en la presencia de simetrías o bien su ausencia allí donde cabría esperarlas.

Estas directrices además nos ayudan, en un lenguaje de formas, a percibir y reconocer sus armazones estructurales, sus cornisas y sus límites. En la construcción y en el diseño tradicional, dos elementos estructurales rara vez se encuentran sin la mediación de algún tipo de elemento de transición o de borde. Esto se ha eliminado en el lenguaje formal minimalista al que estamos más acostumbrados en estos tiempos, así que nosotros no deberíamos pasar por alto los bordes — que sí aparecen materializados en las formas tradicionales.

Los lenguajes formales no adaptativos de hecho podrían generarse por medio de reglas muy simples. Por ejemplo, “genere una forma escultural con un programa informático y luego constrúyalo como un edificio”, o “arrugue un trozo de papel y después constrúyalo como un edificio”, o bien “dibuje un garabato en una hoja y luego constrúyalo como un edificio”. Estas son descripciones hechas con pocas palabras. Aun así dependen de cierto lenguaje formal industrial, digamos, ideal para almacenes o hangares, para cumplir su objetivo — un modelo de tipo escultural no es adecuado para producir los documentos necesarios para su  construcción. Pautas breves como estas operan junto con un lenguaje de formas desarrollado. El resultado lleva a un edificio con una descripción muy compleja.

Otra regla simple que puede generar complejidad en un lenguaje de formas consiste en invertir o incluso negar un lenguaje de formas existente. De nuevo, esto requiere de un lenguaje desarrollado para actuar sobre él. Podemos imaginar preceptos tales como: “invierta la jerarquía en las escalas”, “elimine las líneas rectas”, “quiebre las formas hasta el punto justo antes de que empiecen a resultar inhabitables”, o bien “cortar las paredes con franjas hendidas en diagonal para definir ventanas muy estrechas”. Estas simples reglas le dan la vuelta de manera radical a un lenguaje de formas existente, dando como resultado edificios complejos con un novedoso atractivo. No obstante, un arquitecto puede simplificar drásticamente un lenguaje de formas dado siguiendo la norma “quítelo todo excepto la estructura portante”, reduciendo así su complejidad.

Los arquitectos no suelen tener el hábito de tomar notas sobre su lenguaje de formas. O se sienten dueños de un método de diseño secreto que no quieren que otros copien, o bien no suelen documentar un diseño de esta manera. Podría darse el caso de que generaran su lenguaje de formas por medio de algún “atajo”, como los descritos más arriba. Otros arquitectos e investigadores suelen analizar edificios con posterioridad, llegando a profundizar sobre un lenguaje de formas. Pero incluso estos últimos no tienen la costumbre de documentar el lenguaje de formas.

Medición de la complejidad mediante la lista de chequeo del lenguaje de formas

Rellene lo más brevemente posible la lista de chequeo presentada más abajo, con respecto a su lenguaje de formas elegido. Las secciones incluyen: lista de materiales, formas, dimensiones, etc. En algunas entradas basta con un ‘sí’ o ‘no’ para indicar si un elemento está presente (como puede ser un elemento estructural o las propiedades del mismo). Será necesario estimar tanto las dimensiones actuales de los componentes, como las proporciones relativas de los tamaños entre los estos. Mientras se enlista las conexiones, resulta interesante e insólita (al menos para el pensamiento actual sobre el diseño) la búsqueda y documentación de los elemento intermedios que conectan dos componentes. En muchas construcciones contemporáneas, este elemento intermedio se ha suprimido por razones estilísticas, así que para realizar esta tarea, deberá cambiar su manera de ver las estructuras.

A continuación, calcule la complejidad de Kolmogorov-Chaitin de su lenguaje de formas por medio del recuento total de palabras de su lista de chequeo. A mayor número de palabras, mayor será la complejidad del lenguaje de formas. También estime aproximadamente la adaptación regional de su lenguaje de formas en una escala del 0 al 10 (de menor a mayor grado de adaptación). Esta es la estimación más simple posible para evaluar la adaptación regional de tu edificio, la cual representa lo contrario a cualquier método de diseño abstracto, formal o “universal”. En este sentido, un edificio de Estilo Internacional tendrá necesariamente un rango muy bajo. Finalmente, busque correlaciones.

Ya el hecho de que podamos medir la complejidad de un lenguaje de formas llama la atención, y más aún que esto sea por un simple recuento de palabras con un procesador de texto. Estamos iniciando una nueva investigación en torno a la complejidad de la arquitectura. Profundizaremos en la correlación entre esta complejidad y la adaptabilidad regional con un segundo modelo que se expondrá más adelante.

Lista de chequeo de lenguaje de formas

NOMBRE DEL LENGUAJE DE FORMAS: ubicación, época, nombre del arquitecto, ¿edificio en particular?

DOCUMENTACIÓN: ¿hay alguna descripción detallada o conjunto de consideraciones prácticas para este lenguaje de formas? (Considerar solo instrucciones, y no justificaciones ideológicas o filosóficas)

MATERIALES: titanio, acero, vidrio, ladrillo, hormigón, madera, piedra, adobe, paja, etc.

COMPONENTES: paredes, pisos, techos, vigas, ventanas, puertas, etc., y sus dimensiones.

CONEXIONES: cornisas, juntas, molduras, encuentros pared/pared, pared/piso, pared/ventana, puerta/pared, pared/techo, fachada/tejado; dimensiones de estas conexiones en comparación con los elementos que unen.

VOLADIZOS Y SALIENTES: tipo de soporte y ubicación.

ARCOS: sí/no, tipo, luz, altura, dimensiones.

COLUMNAS: sí/no, tipo, dimensión, ancho, alineación, vanos, ¿acanaladas?

CONEXIONES EN LAS COLUMNAS: columna/piso: base; columna/techo: capitel; dimensiones relativas.

GEOMETRÍAS: rectangulares, diagonales, o curvas.

FORMAS CARACTERÍSTICAS: geometría de los componentes en su conjunto, sus posiciones relativas y diversidad.

SUBDIVISIONES EN LAS FORMAS: sí/no, en paredes, ventanas, dimensiones relativas.

GRAMÁTICA Y SINTAXIS: ¿cómo se relacionan los componentes entre sí (simetría/asimetría)? ¿Existe alguna norma oculta?

ENTRADA: dimensión relativa con la de otros componentes, método de definición, ¿cambio de nivel?

PORCHES Y BALCONES: sí/no, profundidad, conexión con el techo, ¿frente cerrado con barandas o antepecho sólido?

PLANTA: subdivisión del espacio, orden y jerarquía de habitaciones, circulación.

EXISTENCIA DE ESCALAS: repeticiones bien definidas de elementos a 1mm, 3mm, 1cm, 3cm, o bien 1 pulgada, 10cm, 1m o bien 1 yarda, 3m, 10m, y otras escalas.

COLOR: sí/no, ¿cuáles?, ¿intensidad?, ¿armonizan entre ellos?

SIMETRÍAS MAYORES: simetrías formales entre los 10m y 1m.

SIMETRÍAS MENORES: sub-simetrías en escalas menores, desde 1m hasta el detalle mínimo.

ELEMENTOS DECORATIVOS: elementos mayores no funcionales presentes solo por razones estilísticas.

ORNAMENTOS: sí/no, tipo y diseño, escalas en las que aparecen, extensión.

SUPERFICIES: materiales y texturas presentados al usuario, ¿“amistosas” o no?

El regionalismo arquitectónico está relacionado con la complejidad en el diseño

Después de documentar un lenguaje de formas especifico, medimos su complejidad por medio del recuento de palabras que componen su descripción en la “lista de chequeo del Lenguaje de formas” expuesta más arriba.

Al mismo tiempo, estimamos su adaptación regional en una escala del 0 al 10, siendo el 0 la menor adaptación con su entorno, con la cultura constructiva, y con las necesidades específicas del usuario ligadas a su cultura local. Para ello nos guiamos por lo la acepción de regionalismo en cuanto a la utilización de materiales locales, el empleo de tipologías tradicionales, métodos energéticos de bajo costo y optimización, continuidad histórica en las tipologías de diseño y el uso de ornamentación tradicional, etc.

Cada lenguaje de formas nos da un par ordenado de números (recuento de palabras, adaptación regional), los cuales podemos contrastar. Lo más ilustrativo sería representar la Adaptación Regional en un eje vertical y la Complejidad del Lenguaje de formas, medida a partir del recuento de palabras de su descripción verbal, en un eje horizontal.

El trazado resultante nos indica la correlación existente entre la adaptación regional y la complejidad de un lenguaje de formas. El resultado es de lo más llamativo puesto que la medición de la complejidad del lenguaje de formas evidentemente depende del recuento de palabras, ¡que a su vez depende de la verborrea del que realiza la descripción! A pesar de las evidentes inexactitudes de este método, sus resultados abren un prometedor nuevo campo para investigaciones más rigurosas.

Durante la discusión en una clase evaluando diferentes edificios con sus respectivos resultados, algunos estudiantes señalaron que su elección del edificio “no resultó ser un buen ejemplo después de todo”. Al pedirles explicarlo, afirmaron que fueron atraídos por su edificio en base a los criterios de diseño arquitectónico típicos hoy en día, pero nuestro análisis les mostró que faltaban cualidades más importantes que facilitaran el uso humano y la simple economía. Como resultado, entendieron como juzgar si un lenguaje de formas es adaptativo o no.

Lecturas adicionales:

Nikos Salingaros, A Theory of Architecture (Una teoría de la arquitectura), Capítulo 1, “The Laws of Architecture From a Physicist’s Perspective” (Las reglas de la arquitectura desde la perspectiva de un físico) (Umbau-Verlag, Solingen, 2006; Sustasis Press y Vajra Books, 2014). Versión castellana en línea AQUÍ.

Nikos Salingaros, “Kolmogorov-Chaitin Complexity” (La complejidad de Kolmogorov-Chaitin), Meandering Through Mathematics (Serpenteando por las matemáticas), 23 Septiembre de 2012. Capítulo 9 de Unified Architectural Theory (Teoría Unificada de la Arquitectura). En línea AQUÍ.

Nikos Salingaros y Kenneth Masden, “Against Ecophobia”, Capítulo 10 en Unified Architectural Theory (Teoría Unificada de la Arquitectura). En línea AQUÍ.

Henry Glassie, “Folk Housing in Middle Virginia” (Vivienda popular en Virginia meridional), 1975.

Puedes obtener la edición internacional de Unified Architectural Theory aquí.

Sobre este autor/a
Cita: Nikos Salingaros. "Teoría Unificada de la Arquitectura - Capítulo 4: “La complejidad del lenguaje de formas, con lista de chequeo”" [Unified Architectural Theory: Chapter 4] 08 sep 2015. ArchDaily Perú. (Trad. Franco, José Tomás) Accedido el . <https://www.archdaily.pe/pe/773275/teoria-unificada-de-la-arquitectura-capitulo-4-la-complejidad-del-lenguaje-de-formas-con-lista-de-chequeo> ISSN 0719-8914

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