En un reciente artículo, buscamos acercarnos a nuestros lectores para conocer sus opiniones sobre la cultura del trasnoche y estudio en la arquitectura. Un comentario que se repitió entre nuestros lectores fue la tendencia de los profesores a "destrozar" proyectos en el examen final, no hay ningún campo de estudio que ofrezca tanta humillación como la arquitectura. ¿Pero que causa esta tendencia? En este artículo, publicado originalmente por Section Cut como "The Final Review: Negaters Gonna Negate", Mark Stanley -Profesor Adjunto de Woodbury University School of Architecture- discute los desafíos que enfrentan las comisiones a sí mismas, ofreciendo una explicación de por qué tan a menudo caen en tácticas tan negativas y cómo podrían evitarse.
El examen final es el conocido fin de juego para los estudiantes de arquitectura; la gacela solitaria a pasos de la fila de leones dentudos tumbados perezosamente en sus sillas plegables, que siguen recogiendo los pedazos del último estudiante, tomando café, haciendo su mejor esfuerzo para verse desinteresados. Esta manada ha calibrado cuidadosamente sus posturas de intimidación indiferente tras años de práctica. La mayoría de estas versiones son penosas. Es por esto que sospecho, que los arquitectos se visten de negro. Es como un triste desfile fúnebre de personajes dolientes, demasiado serios, vestidos de negro que pasan de una presentación a otra en busca de todas las grietas en el trabajo que pueden ser explotadas, poniéndolas rápidamente a dormir. "Aquí es donde se cae a pedazos", "Podrías haber hecho ____", "Esto no es una tesis". Los estudiantes adormilados (después de un poco saludable trasnoche), apenas pueden seguir los comentarios de la comisión. Están desnutridos (en su mayoría con comida chatarra barata) e impropiamente bañados. Una larga serie de insuperables obstáculos para un momento de aprendizaje.
La mayoría de las revisiones de exámenes, en mi experiencia, son curiosamente mucho más anchos que profundos... esto hace que el panel, ya demasiado poblado por la comisión, pareciera estirarse infinitamente en ambas direcciones. Fíjate la próxima vez, como los extremos de la fila de la comisión parecieran encerrar el trabajo, como si fueran a atrapar a una presa. Este formato de examinación pareciera suplicar autoridad (al menos formalmente): los críticos de la comisión están sentados, unidos en juicio autorizado del estudiante (que está parado); la audiencia se sienta detrás de la comisión, en la misma dirección (el estudiante se enfrenta a todos ellos)... Uno podría esperar encontrar esta organización espacial en un tribunal popular.
Entonces, el enigma del examen. El primer estudiante tiene la tarea de superar la distracción pasiva de la comisión, aliviándolos de las largas hora de crítica que tienen por delante. Esto se parece mucho a la primera entrada de un partido de béisbol: despoblada, demasiado calor, y no lo suficientemente borracho. Hacia el final, es como la hora de cierre en un club nocturno: comentarios delirantes y decisiones cuestionables. Algunos estudiantes detestan el examen final; ellos prefieren saltárselo por completo. Pero la mayoría, me parece, tienen la expectativa (aunque algo preocupados) de que su trabajo será juzgado como "bueno" o "malo" en este momento - sí han hecho lo correcto o no. Estudiantes: esta es probablemente la forma menos interesante de pensar en ello. El examen es tanto una especulación como una evaluación. La comisión no está compuesta por tus enemigos y ellos no saben todo. Admitiendo un nivel de incertidumbre dentro de la enseñanza del diseño y la arquitectura cambia completamente la forma en que uno se imagina un examen.
En las escuelas de arquitectura el modelo pedagógico es confuso. Me gusta la idea de lo confuso; yo lo elijo por sobre las certezas cuando se me da la oportunidad. En la arquitectura, como en la mayoría de los procesos creativos, los estudiantes no aprenden a través de la catalogación de información y recitando esa información, tal como lo harían en, por ejemplo, los matemáticas. En álgebra hay reglas que simplemente no vacilan; que se aprenden, practican, catalogan y regurgitados en respuesta a las preguntas del examen. Esta es una de las maneras más eficaces para aprender álgebra. En la arquitectura, el modelo pedagógico es algo diferente. Aquí, los estudiantes hacen las cosas, cosas bellas, entonces se exhiben esas cosas sobre una pared, donde luego se reúnen en torno a sus pares e invitan a voces más experimentadas (a menudo profesores) para responder a esas cosas. Es un poco extraño. Y es muy difícil de medir (con lo que yo también estoy de acuerdo). Esto hace que las cosas sean impredecibles y que el examen sea a menudo tenso y lleno de confusión. Los estudiantes derraman lágrimas, experimentan euforia, beben café, se encuentran con nuevas capacidades en sí mismos.
En muchos sentidos, la cultura de los exámenes de arquitectura refleja la propia disciplina; se encuentra en un término medio entre la opinión sin restricciones, de los estudios de arte, donde los estudiantes dicen nada y el trabajo habla por sí mismo y la controlada disciplina de defensa de la tesis donde decir cosas es tan importante como cualquier otra cosa. Está en algún lugar entre ser creativo y discursivo, entre la intuición y el método, entre lo hermoso y lo sustancial. Me deleito en el potencial de este momento extraño. Es el más emocionante, más valioso, el momento más vibrante de la enseñanza del diseño y mucha de las razones que lo hacen malo son precisamente las razones que lo hacen bueno. PERO... esto depende totalmente del enfoque que uno le da. Hay muchas cosas que los estudiantes pueden hacer: dormir más, trabajar más, asumir menos, fallar más ... y olvidarse de "las preguntas correctas". En vez, ver que tan rápido y salvajes pueden ser las conversaciones (y, como bonus, ver cuantas peleas puedes comenzar). Pero probablemente podemos hacerlo mejor mediante la disección de la psicología de la otra parte constituyente: la comisión.
La comisión se enfrenta a una sorprendente cantidad de presión de todos lados: de los estudiantes, de los compañeros de la comisión, del instructor del estudio, de la disciplina, de sí mismos. La comisión a menudo está a prueba consigo misma: como actuar delante de sus amigos (o enemigos), estudiantes, compañeros y potenciales jefes. A veces son objeto de escrutinio por profesores de alto nivel o administradores (¡una doble capa de la crítica!). Uno tiene que sonar inteligente, después de todo, y los arquitectos son muy buenos en esto. Los críticos siempre esperan estar diciendo cosas valiosas que resuenan con la gente, sobretodo con sus estudiantes. Esta esperanza es indicativa de la lucha para la relevancia que cada arquitecto (y académico) parece llevar bajo el brazo: "¿quien está escuchando?, ¿vale la pena lo que estoy diciendo?, ¿es mi trabajo valioso?". El examen final es un tipo de mecanismo de retroalimentación en tiempo real que le hace cosquillas a este instinto bastante bien. Un asentimiento de cabeza de un colega es a menudo suficiente para sostener una buena impresión de sí mismo por un tiempo. La ansiedad por impresionar a la propia audiencia se desvanece con el tiempo, a medida que uno ha dado más exámenes, menos nervioso se encuentra, pero el placer que aporta parece vivir en perpetuidad.
Y así, dada la dinámica de fondo de este complejo ritual, la comisión a menudo por defecto a la política de oposición, a la mentalidad del león y la gacela. El crítico debe tener algo realmente bueno que decir. Y nada agrada a la gente como una tortura. Lamentablemente, hay comportamientos que pasan no sólo de generación en generación, sino también como un virus entre pares, a menudo dentro de una tarde. Los estudiantes a menudo no ven el juego de poder y atención que tienta a los críticos en este escenario.