El Hotel Humboldt se presenta como un ícono de la arquitectura moderna venezolana y un símbolo de la capital de Caracas. El edificio de 14 pisos, se emplaza en un gigantesco parque de 78,000 ha y se presenta como un faro descomunal, abierto hacia una inmensa topografía. Su ubicación privilegiada, a 2.100 metros sobre el nivel del mar, en la cima del cerro El Ávila, ofrece una vista de 360º hacia el litoral y hacia el valle interior de Caracas.
Esta obra formó parte de un plan para unir Caracas con el Litoral, se inserta en una estrategia turística y recreativa que se desarrolla mediante un sistema teleférico. El Hotel Humboldt se presenta como una isla dentro de un todo, la ingeniería se transformó en expresión arquitectónica y el entorno natural se fundió con la arquitectura y el paisajismo artificial. Esta obra representa el esfuerzo por parte de su arquitecto, Tomás José Sanabria, por generar una arquitectura integral que articula la relación entre arquitectura, naturaleza y ciudad.
Este proyecto nace de la iniciativa presentada por Vladimir De Bertren al gobierno venezolano para crear un sistema de teleféricos con destino turístico. Esta fue bien recibida, ya que seguía la línea de proyectos estatales que proponían mediante la transformación del medio físico mostrar Caracas al mundo como una capital próspera y atractiva. La ciudad se estaba desarrollando como un centro de innovación para la arquitectura moderna, un momento histórico que dio lugar a una nueva generación de arquitectos venezolanos, impulsores del estilo internacional. Se comisionó al ingeniero Gustavo Larrazábal para realizar la gerencia del proyecto del teleférico y se eligió al arquitecto Tomás José Sanabria, un joven arquitecto venezolano graduado en la Universidad de Harvard, para diseñar el hotel que iría en la cima del Ávila. Sanabria siempre planteó y consideró el proyecto como un conjunto de edificaciones inseparables con usos y características específicas. El sistema de teleféricos que unían la ciudad capital con el litoral (puerto y aeropuerto) mediante un trayecto de 3360 metros, así como desde el Área Pública hacia el Hotel aislado entre la bella naturaleza. El área Pública daría servicio a los teleféricos, brindando facilidades de alimento, paisaje y diversión a las familias, complementado con la creación del Parque Galipán que desarrollaría oportunidades de hospedaje y turismo a todos los visitantes.
La propuesta inicial de Sanabria se realizó tras una primera visita a El Ávila, una expedición hasta la cima que tuvo una duración de 10 horas. Era un diseño para un hotel reducido, con tan sólo 13 habitaciones con vistas al mar y que contaba con un casino para su mantención económica. Esta propuesta fue rechazada por el gobierno, negándose a la construcción de un casino y exigíendo un número mayor de habitaciones (unas 300). La presión del gobierno para una obra monumental significó un gran reto para el arquitecto, la estructura se convirtió entonces en una parte fundamental del proyecto, resultando en una fluida y valiosa relación interdisciplinaria entre Sanabria y Oscar Urreiztieta, el ingeniero estructural.
El proyecto final se presenta como una distribución funcional de masas y estilo. Está conformado por una serie de amplios recintos abovedados y una torre circular. Se designan espacios de "áreas públicas" para recoger las plataformas de llegada del teleférico que conectan al hotel directo con la capital, mediante un trayecto de 3360 metros. La construcción de este edificio fue una verdadera hazaña ingenieril debido a su remota ubicación que dificultaba el acceso y traslado de materiales. A pesar de estas dificultades, el hotel se realizó en el corto plazo de 199 días.
El acceso al edificio, directo desde el teleférico, está articulado por un lobby que se divide en 4 bóvedas. La primera de estas contempla el área de registro de los húespedes. En la segunda bóveda se encuentra un espacio social más amplio con extenso mobiliario y un platón acústico con una estética cinética que se adapta a la curvatura del techo. Este espacio se ve continuado por una losa plana, donde se encuentran dos chimeneas que brindan calefacción al espacio y proporcionan un intersticio hacia la siguiente bóveda. La tercera bóveda sostiene gran parte de la losa en voladizo del lobby mediante tensores y alberga espacios sociales más recogidos. La última de las bóvedas protege un largo pasillo que distribuye toda el área de registro del hotel, ofreciendo acceso al hall de ascensores de la torre de habitaciones y a la escalera principal que conecta con la planta baja.
En la planta baja se encuentra el área de servicios; restaurante, bar y la famosa sala de baile conocida como "La Boîte", donde se consideraba instalar un casino en el futuro. El restaurante es un amplio espacio abovedado que se desarrolla en una losa fragmentada en 3 niveles. Cuenta con extensas ventanas que inundan el espacio con luz natural y establecen una fuerte conexión con los jardines exteriores inicialmente diseñados por el arquitecto brasileño Roberto Burle Marx, pero no se concluyeron. En el sótano de la planta baja, se encuentra una piscina techada por una losa de hormigón abovedada de doble altura y con cerramientos de vidrio que ayudan a su climatización. En el último nivel de la torre se encuentra el bar mirador, que cuenta con vistas panorámicas de la ciudad de Caracas y el litoral.
El nombre de este emblemático hotel se deriva del geólogo y naturista alemán Alejandro Humboldt (1769-1859), quien realizó múltiples expediciones por estas montañas y dejó varios escritos de sus observaciones. Sanabria describía el hotel como una isla muy especial, pero dentro de un todo, el conjunto del Ávila. Siendo el cerro Ávila una maravilla natural, sus quebradas son parte del mismo.
El pasado y futuro del Hotel Humboldt es incierto. En los 60 fue entregado en concesión a la cadena hotelera Sheraton, pero el servicio del hotel fracasó y tuvo que ser cerrado. Posteriormente un accidente en el teleférico provocaría el abandono total del complejo. En los 80 el hotel y teleférico fueron rescatados y reinaugurados. El diseño del complejo fue completamente alterado y el hotel se utilizó como escuela de turismo, lo que causo el deterioro de las instalaciones y seguidamente su abandono. En el 2001 se privatizó el sistema de teleférico y el Hotel Humboldt, se traspasó al Consorcio Inversora Turística Caracas ITC a través de un contrato de concesión pública por 30 años. Esta sería después revocada en el año 2007 y volvería a ser propiedad estatal. En el 2013 se designó un amplio presupuesto para iniciar un proceso de restauración del hotel, pero no se han concretado estos esfuerzos.
Sin embargo, el Hotel Humboldt continua siendo un ícono de la arquitectura moderna venezolana y un símbolo para la la ciudad de Caracas.