Bajo el concepto de "Cuando el muro dejó de ser sólo un muro", la colaboración de MXSI+PAAC (Eslovenia-México) propone la construcción de un muro que se va transformado en el mobiliario del patio del Museo Experimental el Eco para el Pabellón del Eco 2014.
Esta propuesta dirige las posibles actividades al centro del espacio vacío; y por otro lado plantea cubrir la estela y el muro de colindancia del museo con un material reflejante para multiplicar el horizonte perceptible desde el patio.
Descripción de los Arquitectos
La propuesta parte del nombre mismo del espacio a intervenir: es un experimento. Y en ese sentido se apega a una de las acepciones que nos ofrece la Real Academia de la Lengua Española sobre el término experimentar “Dicho de una cosa: Recibir una modificación, cambio o mudanza.”
La intención de nuestro proyecto no pretende erigir grandes estructuras en un espacio que ya contiene en sí mismo su propio elemento icónico, sino que aspira a ser una experiencia alterna. Un espacio familiar que se percibe y se vive de una manera distinta al modificar sus límites para hacer de él un espacio apto para la contemplación introspectiva, sin dejar por supuesto a un lado los requerimientos del programa que exige el enunciado del concurso.
De esta manera, el muro que colinda con la calle se transforma para reconfigurar y delimitar un recinto más apto para la congregación de eventos multitudinarios. Esta transformación no sólo ocurre en planta sino que también en sección se modifica innovando el concepto de muro vertical.
El muro deja de ser un elemento ordinario, transgrediendo su sentido espacial para convertirse en el elemento programático del espacio. Se despliega y se encorva para envolver y acoger al usuario o espectador, haciendo mucho más fuerte su impacto no sólo visual sino físico. El muro deja de ser un muro para transformarse en una escultura dinámica y funcional que renueva los componentes cotidianos de la arquitectura para ser generadores de eventos.
De esta forma puede albergar otros usos como el de una banca para escuchar conciertos, charlas, obras de teatro y poesía, o como un podio donde se puedan ofrecer conferencias desde un nivel más alto y también como un gran basamento donde colocar objetos de arte, etc.
Detrás de este elemento se propone recubrir con un material reflejante el muro medianero para así reflejar el contexto inmediato y de esta manera ampliar el horizonte del recinto, haciéndolo parecer un espacio mucho más abierto de lo que es actualmente. Este mismo recurso será aplicado para las caras del paralelepípedo amarillo que son perceptibles desde la ventana interior, desapareciéndolo aunque sea por un instante ante los ojos del visitante pero dejando intacta la imagen del museo desde el exterior. El uso de la superficie reflejante, además de afectar visualmente los límites del espacio consigue “…hacer olvidar la pequeñez del lote...” Una de las preocupaciones manifiestas por Goeritz hacia su obra.
Para ocultar el encuentro que ocurriría con la retícula ortogonal del piso y el nuevo elemento curvo, se propone recubrir el suelo con una capa de grava fina de piedra volcánica logrando un espacio todavía más abstracto y metafísico cuya referencia obligada es el Espacio Escultórico en los paisajes de El Pedregal del mismo Mathias Goeritz.
De esta manera nuestra intervención, más que una imposición, se vuelve un homenaje al autor de la obra a intervenir, un espacio arquitectónico, citando al mismo Goeritz, cuya principal función es la emoción.