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Arquitectos: Taller Síntesis
- Área: 1600 m²
- Año: 2023
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Fotografías:Isaac Ramírez
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Proveedores: Adobe, AutoDesk, Chaos Group, Trimble Navigation
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La institución educativa Chigorodó (I.E. Chigorodó), ubicada en el municipio del mismo nombre en el Urabá Antioqueño, es un conjunto de edificaciones construidas, desde los años 60 hasta el presente, en su gran mayoría por la gestión de la misma comunidad a la que atiende. Son edificios que, si bien denotan el interés de las personas por garantizar un futuro para sus hijos, también tienen múltiples problemas constructivos y técnicos, y especialmente climáticos, que hacen que sean espacios poco aptos para el aprendizaje y la lúdica de los niños.
A esto se suma que la población local ha seguido creciendo y demandando mayor capacidad de la institución, la cual no podía ser atendida, obligando a los padres a buscar colegios más lejanos, incluso en otros municipios, para poder educar a sus hijos. Esto ha llevado a la fundación Fundrafut a incluir a la I.E. Chigorodó dentro del plan de mejoramiento de los colegios de la zona bananera del Urabá Antioqueño, esfuerzo de largo aliento en el que se quiere devolver la dignidad a los espacios educativos de la zona, además de potenciarlos como núcleos de integración comunitaria que sirvan no solo a los niños sino a todos los actores del territorio.
Como inicio del proceso de mejoramiento de la institución, se realizaron unas mesas de trabajo mancomunado con la comunidad para la construcción de un programa arquitectónico que reflejara las necesidades reales de quienes habitarán finalmente la edificación. Se priorizó entonces la construcción de cuatro aulas de clase nuevas que aumentaban en 140 niños la capacidad del colegio, y un coliseo que permita realizar actividades deportivas bajo la sombra, protegiendo del fuerte sol de la zona y realizar todas las actividades colectivas no solo del colegio si no de la zona, funcionando como una plaza cubierta.
A estos dos elementos el equipo de arquitectos sumó una batería de baños asociados, una cocina y comedor que permitan garantizar la alimentación adecuada de los niños, y un nuevo acceso para la institución, que se convierta en un punto digno de encuentro para todos. Más allá de las necesidades programáticas, el interés central de nuestro proyecto ha sido integrar a esta ampliación las condiciones del clima y la cultura local, una cultura en la que se vive al exterior, en porches y umbrales sombreados, en donde se aprovecha el viento que cruza a la vez que se está protegido de las fuertes lluvias, que son frecuentes en buena parte del año, y del intenso sol, con temperaturas promedios de 30° centígrados.
Estos espacios intermedios promueven también los encuentros espontáneos entre los habitantes del municipio, reforzando así el sentido de comunidad. Si bien el plan maestro implica el cambio de la totalidad de las piezas que conforman la institución, en esta primera fase de intervención se ha decidido no cambiar ninguna de estas con el fin de no disminuir la capacidad del colegio. Se opta entonces por unificar las diferentes arquitecturas preexistentes a través de la construcción de un volumen bajo en forma de L, que contiene el comedor, los servicios y las aulas, y que definen en conjunto con las preexistencias un patio central, como espacio de encuentro colectivo.
En medio de este espacio central se construye el coliseo, espacio que, superando la mera función deportiva, se concibe, como se dijo anteriormente, como una plaza cubierta abierta a toda la comunidad. Este coliseo permite definir otros dos ámbitos en el gran patio, una plaza dura conectada al acceso, y un parque de juegos en medio de los árboles. La ubicación del coliseo en medio de la institución ayuda a mantener la escala baja del entorno, en el que rara vez se supera un solo nivel de altura, a la vez que el juego de cubiertas que le dan a este una silueta distintiva que lo distancia de los coliseos arquetípicos, ayudan a que se convierta en un referente para los habitantes del municipio.
Como parte de los espacios del patio se ha construido también una cubierta sin un programa definido, un espacio abierto donde los estudiantes pueden estar libremente, protegidos del sol y la lluvia, y que es acompañado por un mueble en concreto que promueve diferentes maneras de habitar y de posar el cuerpo. Vinculadas también directamente al patio se han diseñado las nuevas aulas del colegio, de modo que se generan entre estos espacios de encuentro previos a la clase, espacios libres y no jerarquizados donde se promueve la libre discusión.
Estas aulas, así como el coliseo, se abren a los espacios colectivos de la institución por medio de fachadas permeables, siendo más que un espacio cerrado tradicional, uno abierto a lo colectivo y al entorno. Finalmente se ha construido un nuevo acceso, moviendo el borde del colegio unos metros hacia adentro de su límite actual, este movimiento genera un espacio sombreado, donde los padres pueden esperar a sus hijos, pero también una fachada permeable que reconecta el interior de la I.E. Chigorodó con la comunidad de la que hace parte.
En el tiempo transcurrido desde su inauguración la comunidad en general, y no solo la educativa, se ha apropiado de manera intensa de los espacios, convirtiéndose más que en un colegio en un centro comunitario que funciona hasta altas horas de la noche y en el que se dan todo tipo de actividades culturales, educativas, comunitarias y deportivas, en unos espacios frescos y sombreados, que, como se dijo anteriormente, se han diseñado para atender al clima y cultura de los habitantes de Chigorodó.
Construir en el trópico implica entender el clima como un aspecto central de los edificios, más en situaciones extremas como el Urabá antioqueño, es por esto que las aulas, el coliseo y los espacios de servicios son concebidos con grandes aleros que los protegen del sol directo, a la vez que con calados y persianas que generan ventilaciones cruzadas disminuyen la sensación térmica al interior de los espacios, a la vez que permiten la iluminación natural de la totalidad de la edificación.
Por esto mismo se ha elegido el blanco como el color de las nuevas obras, dándole a la luz del proyecto una condición reflejada y difusa. Las cubiertas inclinadas, que disminuyen mantenimientos futuros, direccionan el agua lluvia para ser almacenada y procesada para el consumo de la I.E. Chigorodó, una necesidad sentida en una zona donde los cortes de agua son permanentes.