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Arquitectos: Beatriz Harriet, Álvaro Parraguez
- Área: 144 m²
- Año: 2023
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El pabellón propone una experiencia performática que aprovecha las características específicas del Parque Ruinas de Huanchaca en Antofagasta. Dicho contexto incluye propiedades físicas, climáticas, sociales y culturales que actúan como catalizadores fenomenológicos. Esta propuesta arquitectónica demuestra la capacidad responsiva de la arquitectura para modificarse en estado, forma, propiedad y uso.
El proyecto se presenta como un artefacto de evidencia empírica conformado por un perímetro de cuatro metros de espesor, el cual es permeable por sus cuatro caras. Esta característica permite que tanto el ambiente como el usuario puedan afectarlo. Desde una estructura autoportante, cuelgan cientos de fibras que reaccionan y se reconfiguran al uso, al paso del tiempo y al clima, construyendo así un cielo de sombra difusa e inquieta donde no lo hay, junto con un sonido seco y áspero.
Desde una perspectiva espacial, el pabellón libera su centro para ser observado desde su interior, y se levanta cuidadosamente como una estructura frágil sobre un suelo en el que no se deben dejar huellas. En este espacio, se conjugan aspectos como la gravedad y el peso, el material y el sonido, la luz y la sombra, afectados por un movimiento consciente e inconsciente de acción lenta y a veces tosca. Este movimiento revelará la precisión de su anatomía de forma clara y nítida, pero variará compositivamente en distintas ocasiones.
La madera es un material prioritario de estudio en este proyecto, y se ve afectada por fenómenos exógenos que construyen un proceso de transformación y deformación natural con el tiempo, poniendo en evidencia la cualidad dinámica del material. Algunos de los factores que provocan que la madera se doble, se tuerza, se curve, se mueva y suene son el viento, la humedad, el calor, el vapor, la temperatura y el uso.
El cielo del pabellón se conforma a partir de una estructura modular de ocho pilares de madera que construyen su propia rigidez. Sobre ellos, se entrelaza una grilla de vigas de madera que descansa tensada por cables hacia los pilares. El cielo sirve como líneas guías para colgar las maderas que quedarán pendulantes y dispuestas al uso, al tiempo, al clima y, sobre todo, a la memoria.