- Área: 120 m²
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Fotografías:Jaime Navarro , Esteban Suárez
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Proveedores: Amesa, BSV, Construlita, Divimex, Herrajes, Lacosa
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Nuestro primer encargo religioso fue una capilla concebida para celebrar el primer día en la vida de una nueva pareja. Nuestro segundo encargo religioso tuvo un propósito totalmente contrario: lamentar la muerte de los seres queridos. Esta premisa fue la principal motivación detrás del diseño: ambos debían ser polos opuestos, pues eran antagonistas naturales. Mientras que el primero alababa la vida, el segundo lloraba la muerte.
Todas las decisiones se tomaron a partir de este juego de contrastes: vidrio contra concreto, transparencia contra solidez, etéreo contra pesado, proporciones clásicas contra caos aparente, vulnerable contra indestructible, efímero contra duradero.
Las instrucciones del cliente eran muy sencillas, casi ingenuas: en primer lugar, la capilla debía aprovechar al máximo las espectaculares vistas; segundo, el sol debía ponerse exactamente detrás de la cruz del altar (desde luego, esto sólo es posible dos veces al año, en los equinoccios), y, en último lugar, pero no por ello menos importante, había que incluir una sección con la primera fase de las criptas en el exterior, en torno a la capilla. En lenguaje metafórico, el mausoleo estaría en perfecta sincronía utópica con el ciclo celeste de renovación continua.
Dos elementos obstruían las vistas predominantes: grandes árboles y la abundante vegetación, y un megalito que bloqueaba la vista principal del atardecer. Para evitar estas obstrucciones (hacer volar esta gigantesca roca era completamente impensable por razones éticas, espirituales, ambientales y, sí, también económicas), el nivel de la capilla debía elevarse cinco metros por lo menos.
Puesto que sólo vegetación exótica y pintoresca rodea este oasis virgen, nos esforzamos por causar el menor impacto posible en el terreno reduciendo el desplante de la capilla a menos de la mitad de la planta del nivel superior.
Los cerros de Acapulco están formados por enormes rocas de granito, unas encima de otras. En un esfuerzo mimético, luchamos por hacer que la capilla se viera como “otra” roca colosal que yace en la cúspide de esta pila de pedruscos: la capilla como un peñón culminando la montaña.