“Todos esos años de cargar lo han dejado deforme. A pesar de que le faltaba un boje y de estar descarrilado, cuando uno lo veía no podía evitar sentir respeto. Distinto a todo lo que vemos ahora… ya no hacen las cosas como antes.” Así describe Nelson, el maquinista, al vagón de carga mil quinientos trece.
El vagón ha sido seleccionado para formar parte de la recuperación del sistema ferroviario ecuatoriano por parte del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Pero a diferencia de las demás partes que integran este proyecto de recuperación, este vagón no lleva turistas ni carga sino cultura y espacio público.
La reactivación del ferrocarril significa un gran suceso en las comunidades que están en su ruta. Después de doce años de ausencia estos asentamientos no solamente recuperan una vía de comunicación y se reactivan económicamente, sino que recobran en muchos casos su vocación.
Gestores culturales se valdrán del vagón como activador de espacio público en las estaciones del litoral por las que pasará. El proyecto deberá ser capaz de posibilitar presentaciones musicales, teatrales, capacitación a las comunidades, festejos, etc. Esto significa que estrictamente el vagón no tiene programa arquitectónico definido. Lo que implica un desafío: que funcione para cualquier actividad que los gestores culturales programen.
MÍNIMO COMÚN MÚLTIPLO
Para resolver este proyecto multifunción, la búsqueda se enfocó en aplicar matemática básica a las funciones arquitectónicas. Todo se resuelve bajo una lógica de mínimo común múltiplo, o mejor dicho una mínima función común: la mayor cantidad de funciones con la menor cantidad de elementos.
Así concluimos que para una plaza pública, un teatro para un aforo de 60 a 80 personas y espacios de trabajo para capacitación de 20 usuarios, necesitamos anexar al vagón solamente tres elementos: cubierta con varias opciones de despliegue, mobiliario retráctil y dos bodegas. Trabajamos con varios diseñadores industriales, cada uno especializado en un área específica: cubierta, mobiliario y bodegas, esto permitió optimizar los procesos y los tiempos de construcción.
El vagón puede convertirse en plaza, teatro u oficina con sistemas sencillos operados por los gestores.
Pronto el vagón recorrerá las estaciones de la costa y el uso le sumará moretones a la deformada carrocería de hierro que dejamos intacta para que siga acumulando historias.