El arquitecto español Óscar M. Ares Álvarez nos presenta una contribución en materia editorial sobre el arquitecto finlandés AArno Ruusuvuori de la época de los 60, de quien tuvo la oportunidad de conocer su obra en persona, una obra donde el hormigón se expresa con una carácter brutalista.
“En su Fantasía cromática y Fuga de Johann Sebastián Bach, el genio de Turingia empleó una forma musical libre que se denomina fantasía que se caracteriza por su carácter improvisado e imaginativo frente a las composiciones estructurales rígidas. Esta forma permitió al compositor una mayor libertad y expresividad musical, relajando las restricciones estructurales canónicas que caracterizan los estilos convencionales. (lee el texto completo a continuación)”
Tal vez este símil musical podría ser aplicado a la obra del arquitecto fines Aarno Ruusuvuori (Kuopio 1925-Helsinki 1992), a partir del entendiendo que realiza del empleo de la arquitectura en hormigón. Ruusuvuori, a pesar de su contemporaneidad, no era miembro del TEAM X; aunque compartía con ellos parte de su filosofía proyectual y la visión de crear una arquitectura más humanizada. Su tendencia hacia la prefabricación (casa experimental en Marikylä, 1968) o las estructuras complejas de hormigón (escuela primaria de Roihuvuori, Helsinki, 1964-67) aparentemente alejan su hacer del gran L'enfant terrible Alvar Aalto que domina el complejo panorama arquitectónico finlandés de la década de los sesenta.
Ruusuvuori, comenzó a completar su lenguaje brutalista - si tomamos como referencia para definir brutalismo las imágenes que Keyner Banham aportó en su conocido libro, “The new brutalism: ethic or esthetic” – a partir de la estética del muro y bloque de hormigón desnudo, las instalaciones vistas o las carpinterías de acero; diferenciándose de aquel mundo sensual y táctil de lo textil, la madera y la cerámica que en torno a los años cincuenta y sesenta del siglo XX fue exportado desde Finlandia como contribución al nuevo humanismo de postguerra.
Es significativo, que en su legado escrito, pocas veces se mencionasen los materiales empleados en sus construcciones; aunque son parte esencial de su vocabulario su naturaleza no trasciende. No importa el yeso, la madera o el hormigón, sino la manera en cómo son dispuestos. El finés prefiere los procedimientos. Edifica sus edificios de dentro a fuera, moldeando un interior que responde a exigencias múltiples - bien sean representativos (Hall del Ayuntamiento de Helsinki, 1960-88); religiosos (Iglesia en Tapiola, Espoo, 1963-65) o funcionales (Imprenta Weilin & Göös, Espoo, 1964-66) - en los que la luz adquiere un carácter activo. “(…) nunca he tratado de adaptar un interior a una forma exterior. El interior y la luz son los primeros factores que se deciden, después la estructura, y por último la forma externa crece a partir de estas premisas. La fase final es simplemente pulido.”[1]
Conforme a estas palabras, en el centro y origen de su arquitectura estaría la concepción de un espacio interior coherente con la función y la preocupación sobre cómo la luz debe penetrar en él. Estos principios fundacionales se organizarían tomando como base el rigor matemático del orden, la modulación y la proporción – que emplease en la organización de todos sus proyectos - para ser convertidos en estructura y forma.
Pero como J.S.Bach la arquitectura practicada por Ruusuvuori está llena de fantasías y libertades que sitúan al arquitecto en un ámbito intermedio, no clasificable, entre la dureza del material desnudo y la sensibilidad de un espacio matizado por distintas experiencias sensitivas de luz, tacto y sonido.
Probablemente en los espacios sacros sea donde Ruusuvuori mejor demostró la vitalidad de sus propuestas. En la iglesia y anexos parroquiales que construyese en Tapiola (1963-1965) el arquitecto realizó un complicado ejercicio de construcción en hormigón en el que empleó diferentes tipos de fábricas: prefabricados, bloques de mortero o hormigón in situ, entre otros. Los revestimientos son inexistentes así como cualquier tipo de concesión que no fuese la estrictamente necesaria; conforme al credo brutalista. En el interior de la iglesia Ruusuvuori cita a la solemnidad y a lo sublime como principios dimensionales, pero haciéndolos convivir con la sencillez y la austeridad de un interior vestido con bloques de hormigón. A pesar de la dureza táctil el espacio es cálido y acogedor; el silencio es interrumpido de manera acompasada por el regular goteo del agua sobre la pila bautismal que envuelve el gran volumen sacro; la luz es filtrada por un complejo lucernario dejándola resbalar sobre la fábrica de hormigón, adquiriendo tonalidades doradas que alejan al material de su primitiva percepción sólida.
Las mismas referencias son empleadas en el resto del conjunto parroquial. La disposición en peine de los anexos y la consiguiente alternancia de vacios y llenos facilita que la ordenada naturaleza finlandesa humanice los espacios auxiliares; ejecutados, al igual que la pieza principal, con distintas fábricas de hormigón. El muro de cristal que dispuso como cerramiento alrededor de los patios, abarcando la totalidad de la sección, desvanece el previsible interior en el jardín exterior.
El diseño, la preferencia por lo sutil frente a lo basto y de lo elaborado por lo improvisado sitúan a Ruusuvuori en un ámbito intermedio entre la estética brutalista y la especificidad finlandesa. Suele ocurrir que la arquitectura, cuando se produce en regiones limítrofes a los focos iniciales de expansión de determinado pensamiento ético o estético, ocasiona interesantes propuestas fuera de la ortodoxia que enriquecen las intenciones iniciales. Los principios universales, en los que toda corriente intenta fundamentarse, a menudo son especulados por aptitudes, materiales o pensamientos locales que posicionan a dichos arquitectos en sus márgenes. Situaciones de borde, que devienen, en el caso de Ruusuvuori, del detalle, del siempre presente diseño finlandés. Y es que tal vez, como el mismo confesó, “(...) yo sigo, y seguiré siendo, un hombre del bosque”.[2]
La obra del arquitecto Ruusuvuori es un ejercicio de alardes constructivos y concepciones estructurales, en el que las notas imaginativas, en forma de luz o sonido, se deslizan como corcheas libres sobre una partitura construida sobre un fondo de muros de hormigón.
[1] Ibídem nota 3. P.51
[2] RUUSUVUORI, Arno. Asuminen ja arkkitehtuuri, en Järjestys on kauneuden avain. Fibe Master of the north. Museum o Finnish architectura. Helsinki. 1992. P 6.
Óscar M. Ares Álvarez
Valladolid, 1972. Obtiene el título de arquitecto en 1998 y en el 2010 el de Doctor por la Universidad de Valladolid - por la tesis “GATEPAC 1928-1939”, con la calificación de sobresaliente cum laude - siendo su tutor D. Juan Antonio Cortés. Desde 2011 es profesor por la Universidad Internacional Isabel I de Castilla, donde ejerce los cargos de secretario de la publicación “Anuario Científico”. Además, ha impartido clases, como profesor invitado en la ETSA La Salle, Universidad Ramón Lluch, y en la San Pablo CEU.
Colabora con la revista Arquitectura Viva y con las publicaciones de los departamentos de composición y proyectos de las ETSA Madrid, UPC de Barcelona, ETSA de Sevilla o Universidad Autónoma de México. Ha impartido conferencias y ponencias en Helsinki, México D.F., Oporto, Pamplona, Barcelona, Sevilla, etc. Es autor del libro: “Variaciones del Movimiento Moderno. La influencia del Mediterráneo en la vanguardia arquitectónica española. (1930-1936)”.Como arquitecto ha ganado diversos concursos, siendo su obra reconocida en la Bienal de Arquitectura Española (2011) y en las Bienales de Arquitectura de Castilla y León (2009 y 2011).
Entre los años 1997 y 1998 colabora en el estudio ODI+P. Desde noviembre de 1998 hasta febrero de 2012 ejerce su labor profesional, como socio fundador, del estudio Ares, Arias, Garrido Arquitectos S.L.P. A partir de marzo de 2012 ejerce su labor profesional en solitario bajo la marca Contextos de Arquitectura y Urbanismo.