¿Hasta qué punto se puede alterar espacio arquitectónico?
Espacio. Ese concepto tan asumido en la arquitectura. Ese germen generador de toda esencia y armonía edificadora. Proyectado desde la estaticidad idealizada de la mente del arquitecto, cualificado por la luz, activado por la presencia humana, cambiante.
¿Y si la percepción de ese espacio se altera? ¿Qué ocurre cuando el arte se enreda con la arquitectura en una única abstracción? Hoy nos adentramos en el concepto de Instalación en el arte contemporáneo. En esta disciplina artística, la obra se compone por una interacción indisoluble entre el propio espacio como medio y el hecho a expresar. Así, encontramos proyectos que utilizan como medio el paisaje natural (land art), el entorno urbano (instalación urbana), o el propio espacio arquitectónico de exposición, como es el caso.
Obra con vocación de cambio: el resultado será diferente dependiendo del espacio en el que se sitúe y el diálogo con el mismo. A su vez, el rígido espacio construido cambiará su lenguaje y expresión gracias sus nuevas entrañas creadoras de experiencias sensoriales.
Dentro de esta disciplina os traemos la obra de la italiana Esther Stocker, que altera la lectura de la arquitectura que la alberga a través de la confusión, influida por las corrientes cubistas. [más después del salto].
La instalación como género del arte contemporánero comenzó a experimentarse en los años 60, impulsado por Marcel Duchamp como una búsqueda de nuevas experiencias espaciales. Experiencias ya no sólo ambientales, sino sensoriales, cambiantes también con el tiempo, nadando entre la tercera y la cuarta dimensión. Esta disciplina convierte al espectador en usuario, transitando e interactuando con la obra. La obra cobra sentido gracias a esa percepción por parte del visitante, al igual que la obra arquitectónica.
La obra de Esther tiene una manera muy particular de interactuar con el espacio: la confusión como una intención casi obsesiva, no de alterar el espacio, si no de invisibilizarlo. “Engaño, ocultación e invisibilidad son algunos de los conceptos que emparentan arte y camuflaje” [Libro: Camuflaje, de Maite Méndez Baiges]
Partiendo del cubismo, sus juegos geométricos y su monocromía, pasando por la búsqueda de la invisibilidad del surrealismo; para llegar a una estrategia de invasión del espacio conformada por secretos y mentiras. Invasión realizada a través de la creación de mallas, ortogonalidades, rupturas, siempre usando una limitada paleta de colores. El blanco y negro de su obra acentúa la persecución de mímesis espacial para poner a prueba las facultades de percepción del observador.
Como explica Daniela Legotta, “En la obra de Stocker […] "su" camuflaje no se oculta, sino que se revela y muestra a través de muchas redes irregulares. Se expanden de la lona en el espacio e invaden suelos, techos, paredes de galerías y museos, convirtiéndose en instalaciones sensoriales.” […] el espectador se encuentra rodeado por la gramática de los componentes que se proyectan en el espacio y es guiado dentro de la habitación a la pared del fondo, hacia ese algo desconocido e incierto.
A través de los pocos elementos empleados, todo el aspecto arquitectónico del espacio se transforma, se expande más allá del límite físico de las paredes. Lo que interesa al artista no son las barras negras en las paredes [o las líneas pintadas, o los elementos lumínicos], sino el espacio vacío entre ellas, la desintegración del medio ambiente: la fragmentación del espacio que produce ambigüedad espacial y perceptiv,a incertidumbre que genera la soledad, la desesperación, la emoción.”
Para conocer más de la artista, puedes visitar toda su obra tanto fotográfica, como pictórica y de instalación, haciendo clic aquí.