Caminando entre calles pintorescas de ciudades históricas por todo el mundo, se nota que muchas de éstas, están iluminadas con la misma luz cálida, blanca y amarillenta, emitida por lámparas de vapor de sodio a alta presión. Mientras que éstas han hecho una buena labor en acentuar los tonos cálidos de las piedras de colores naturales sobre casas y edificaciones públicas, es cada vez más común ver el uso de las lámparas LED en aplicaciones de iluminación exterior. El advenimiento de la iluminación LED trae consigo una libertad total de colores cambiantes, lo cual ha comenzado a afectar la calidad del paisaje arquitectónico principalmente en espacios de valor histórico. Para cualquier arquitecto y diseñador de iluminación, surge un nuevo reto.
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¿Cómo se verán estás calles dentro de algunos años, cuando las lámparas de sodio sean completamente remplazadas con iluminación LED que ofrece una libertad total en cambios de colores? ¿Todos los pueblos harán su propia elección resultando en muchas luces de diferentes colores? Si es así, la visión del paisaje cambiará drásticamente y no precisamente para el bien de la estética arquitectónica. Efectivamente, con los LEDs se cuenta con mayor uniformidad a cuanto niveles de iluminación, haciendo que la “imagen” de la ciudad sea menos ruidosa. Sin embargo, esto no significa automáticamente que las ciudades serán más hermosas.
La pregunta clave que subraya este tema es, ¿cómo podemos adoptar nuevas tecnologías sin destruir el conjunto de lugares con gran belleza? La importancia radica en el uso de LEDs de manera inteligente- la creación de un mundo mejor al consumirse menos energía, pero un uso que también asegure calidad visual en la arquitectura.
Este es un problema mundial. Se percibe actualmente en calles turísticas así como en espacios residenciales de ciudades como Londres, Italia y México. Quizás a mucha gente no le gustaría que su paisaje cambiara drásticamente. Sería bueno que en días normales, los LED emitan un suave color blanco o ámbar claro. Sin embargo, en días festivos, vestir a la ciudad de colores sería un toque divertido.