Santiago Calatrava, arquitecto, ingeniero y escultor español, se ha caracterizado por la proyección de grandes estructuras, donde la expresión del esqueleto posee un valor fundamental sobre el diseño. Su singular estilo, inspirado en Jørn Utzon y Antonio Gaudí, ha sido alabado y criticado, principalmente, porque esta configuración lleva al sobre-diseño, cargando muchas veces la arquitectura de elementos innecesarios u ornamentales.
Sin duda, la arquitectura de Calatrava desafía, con todo lo bueno y malo que aquello pueda acarrear. Es el arquitecto del movimiento y la ingeniería por excelencia. Sin embargo, a veces tanto sobre-esfuerzo estructural y de diseño puede ser en vano.
En el caso del Edificio Ágora, en Valencia, de 70 metros de altura, su proyecto original contempla una corona de alas móviles con las que se pretendía regular la entrada de luz. No obstante, desde su construcción en el 2007, no se han podido instalar debido a la dificultad que esto conlleva.
Algo similar ha ocurrido con el Palacio de Congresos de Oviedo, el cual abrió sus puertas en mayo de este año con la visera móvil que cubre el auditorio principal anclada por problemas técnicos.
El problema surgió al unir las costillas metálicas con el arco que movería todo a la vez. La estructura colapsó y estalló en dos oportunidades. En ese minuto, Santiago Calatrava pensó en realizar un nuevo diseño que realmente pudiera soportar aquella estructura en movimiento, pero ya estaban próximos a la fecha de entrega y con grandes actos y congresos comprometidos con el espacio. De esta manera, se optó por dejarla fija para garantizar la seguridad del edificio.
Sin embargo, puede que esta condición se revierta y la visera recupere su movilidad. De hecho, el ayuntamiento dejó la operación pospuesta para que la empresa concesionaria pueda realizar los trabajos dentro del plazo de un año. Así, el Palacio podría cerrar durante los meses estivos, cuando baja la actividad, y si hay recursos comenzar los trabajos de reconstrucción. De recobrar la movilidad, la cúpula podría dejar al aire libre el auditorio para disfrutar los meses de verano.
No cabe duda que cada proyecto tiene una misión detrás, cada muro, cada viga, estructura y forma, se dibujan con un propósito. No poder lograr el objetivo de un proyecto de arquitectura porque el trabajo ingenieril que conlleva puede ser demasiado fino o adelantado, parece algo bastante frustrante para cualquiera de nuestra profesión, incluso para los usuarios, mandantes e inversionistas.
En este ámbito, me pregunto: ¿Necesitamos del avance tecnológico para poder seguir desarrollando diseños de vanguardia, con hiperestructuras capaces de moverse, transformarse o mutar con el tiempo? O bien, ¿necesitamos adecuarnos a nuestras herramientas actuales, a la sencillez de los materiales tradicionales, las estructuras más que demostradas, y desde ahí comenzar? O no será que, en realidad, ¿lo que necesitamos es mayor conciencia y humildad, comprendiendo el esfuerzo que implica cada línea de diseño y cuánto vale la pena para cumplir nuestros objetivos?
